Antonio Ovejero, usuario de los huertos urbanos de Salamanca desde 2021, comparte su experiencia de cuatro años cultivando su parcela, destacando la gestión municipal, las técnicas agrícolas empleadas y el valioso componente social que se genera entre los hortelanos
Los huertos urbanos de Salamanca se han consolidado como espacios de gran valor para numerosos ciudadanos. Antonio Ovejero, uno de sus usuarios desde que se adjudicaron las primeras parcelas en 2021, acumula ya cuatro años de experiencia. Su testimonio ofrece una visión detallada sobre la gestión de estos terrenos, las prácticas agrícolas que se desarrollan y el fuerte componente comunitario que los caracteriza, aspectos que, según él, "enganchan" cada vez a más personas.
Antonio Ovejero renovó su concesión el año pasado, la cual se extenderá hasta noviembre de 2025, con posibilidad de una nueva prórroga. Valora positivamente el sistema que permite a los usuarios mantener la misma parcela: "Es un acierto el que han tenido de poderlo mantener el mismo, porque ya, oye, lo tienes cuidado, lo tienes abonado, puedes respetar el ciclo de siembra", explica. Esta continuidad es tan apreciada que, según Ovejero, algunas familias coordinan las solicitudes entre sus miembros para asegurar la permanencia en sus terrenos cuidados.
Esta estabilidad permite aplicar técnicas agrícolas beneficiosas a largo plazo, como la rotación de cultivos. "No conviene, por ejemplo, sembrar los tomates siempre en el mismo sitio, ¿sabes? Porque luego puede haber carencia de minerales, puede haber carencia de vitaminas. Entonces, pues lo vas alternando", detalla. Su método es práctico: "Nosotros supongamos que está el arcón de la herramienta en la mitad, el huerto pues entonces un año ponemos los tomates a mano izquierda y otro año los ponemos a mano derecha y vamos a intercambiar".
Actualmente, las labores de Antonio Ovejero se centran en "mucha limpieza de todas las hierbas que se han criado durante el invierno", una tarea común tras la estación fría. A pesar de ello, el invierno es una época productiva. En su parcela cultiva "las cebollas, los ajos, los tirabeques, las habas, los guisantes". Además, no faltan otras verduras de temporada como "la Colislord (coliflor), el brócoli, romanescu, el repollo".
Respecto a los fenómenos meteorológicos adversos, como las lluvias intensas, Ovejero adopta una perspectiva pragmática, alejada de dramatismos. "No, hombre, destrozar, ¿no?", comenta, y añade que la naturaleza "hace su función sin un juicio determinado ni de éxito ni de fracaso, es su curso normal".

Cosecha de rábanos
Antonio Ovejero ha observado un creciente interés por los huertos urbanos. "Veo que que cada vez hay más gente. Yo creo que a la gente cada vez le gusta más, le está llamando más esto del huerto... digamos que engancha", afirma. Considera que los jubilados son uno de los colectivos que más aprovechan estos espacios, especialmente por su dimensión social.
"La parte social es muy importante", subraya. Las interacciones son constantes: "Convives allí con los vecinos, empiezan la conversación con el tema de cómo van las berzas o cómo van los ajos, pero luego, pues, ya oye, pues eso tratas de tema cómo está la economía o cómo está la agropolítica". Estas conversaciones pueden prolongarse, creando un ambiente de camaradería: "echas a lo mejor una hora, hora y media de saludarnos unos a otros".
Un aspecto que Antonio Ovejero desea resaltar es la generosidad entre los hortelanos. "Somos muy muy generosos unos con otros", insiste. Este espíritu se manifiesta en el intercambio de "muchas semillas" y plantas sobrantes de los semilleros. La generosidad se extiende a las cosechas: "Y luego ya cuando es de tiempo de cosecha, pues, oye, claro, estas cebollas. Mira que que a mí me han salido muchos pimientos, que estos calabacines que se me van a estropear, que dárselos para para la vecina". Recuerda cómo el año pasado compartieron una abundante cosecha de berenjenas con los vecinos más nuevos, quienes "el primer año no tenían apenas nada".
La experiencia en el huerto implica un aprendizaje continuo, que incluye el manejo de ciertos desafíos. Antonio menciona la presencia de "bichitos" como "el pulgón negro" o "la araña roja". También se enfrentan a los topillos, especialmente en parcelas no asignadas donde la hierba crece alta: "Tienes que andar por allí, pues eso, mirando a ver por dónde hay uvas (signos de su presencia), por dónde tienen los carrilillos y tal".
Sin embargo, también hay aspectos muy positivos en la convivencia con la fauna local. Ovejero valora la presencia de aves rapaces nocturnas: "esperando que hagan su función los búhos o las lechuzas que que cuando nos vamos de tarde noche, pues los vemos que de los chopos del río, pues empiezan ya a emitir los sonidos suyos de comunicación". En ocasiones, "casi algunas veces salimos de noche, pues sobrevuelan por allí sobre los huertos".
Para Antonio, ser observador es fundamental. Disfruta escuchando a las aves como "Chinaderos (jilgueros), verdecillos, verderones, los gorriones". Aunque admite que "las urracas no nos resultan tan simpáticas", reconoce que "todos los bichitos tienen su función y los insectívoros son una maravilla". Como consejo para quienes se inician, sugiere que "en esta época los rabanitos se plantan muy bien, y más para empezar".
En definitiva, para Antonio Ovejero, la experiencia en los huertos urbanos va más allá del simple cultivo y destaca un refrán: Dicen que el que tiene un huerto tiene un regalo, cuando se le va la berza, le sal eun navo", concluye