, 07 de diciembre de 2025
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Hágase la luz (y se mantenga)
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COLES DE BRUSELAS ,106

Hágase la luz (y se mantenga)

Actualizado 02/05/2025 14:11

Amanece en esta meseta castellana de mis amores con sol y cielo azul, tan azul como limpio puede estar un cielo de primavera. A mis paisanos les parece lo normal, pero si vivieran bajo las cincuenta sombras de gris como vivo yo, lo contemplarían de otro modo y hasta le harían una reverencia mañanera.

Hoy es Lunes de Aguas (aunque ustedes van a leer estas líneas el lunes siguiente) y después de pasar un rato más que agradable en la radio hablando de libros y del mío propio, en la siempre grata compañía de mi vecina de columna Charo Alonso, regreso a casa siempre bajo ese sol dando gracias a la vida por ponerme en mi ciudad justo hoy, que estrena primavera de tiros largos después de varias semanas de lluvia. Y, entonces, pocos minutos después de llegar a casa siguió luciendo el sol, pero se fue la luz. Y a partir de ese momento, todas las facilidades de la vida moderna fueron inútiles porque nos quedamos incomunicados, ignorantes, sin comer caliente y si la cosa se prolongaba, a oscuras. Y todas esas instrucciones que nos llegan de Bruselas, esa ciudad que nos sirve como chivo expiatorio de lo que no funciona, y cuyas advertencias hace unas semanas nos provocaban hilaridad y fueron pasto de muchos memes, vaya por Dios, resulta que son útiles no sólo para una posible guerra (líbrenos el Señor) sino también para cuando se va la luz y no sabemos cuándo va a volver.

Yo misma me descubrí en mi casa española sin luz, sin Internet, sin velas, sin cerillas, sin agua embotellada y lo peor, sin una triste radio a pilas que me hubiera contado que aquello no era un apagón de mi barrio, sino algo mucho más gordo. Y lo mejor es que mi madre, de cierta venerable edad, fue la que nos surtió de todos esos instrumentos de supervivencia que ella tiene por partida doble o triple, acompañados de unas albóndigas caseras que nosotros no podíamos calentar en casa pero ella sí porque aun tiene Butano. Y ahora, ríanse de la pobre comisaria europea que con mejor o peor acierto comunicativo nos dio la lista de lo que había que tener a mano para hacerle frente a una crisis; y un saludo para todos aquellos que se rieron de ella y de su institución y después se lanzaron a vaciar el Mercadona y compraron la radio en la tienda correspondiente del emprendedor asiático que, ese día, hizo pero que muy bien en cobrársela al triple de su precio.

Vivimos enganchados a la luz y a sus enchufes; somos devoradores de kilovatios y ya ni andar por las calles sabemos sin una voz en off que nos vaya indicando por dónde. Es como para pensar seriamente en la inutilidad que hemos conseguido acumular dejando que las máquinas se encarguen de muchas tareas que, de manera más lenta y quizás menos eficaz aun pueden hacer nuestros cerebros, cada vez más reblandecidos por falta de uso. Sé que me van a llover tortas por las líneas siguientes, pero creo humildemente que este apagón nos va a convertir en un país más preparado ante las catástrofes y menos ingenuo y que, en el fondo, no nos ha venido mal como prueba de fuerza. También sé que sin ser yo patriotera, puedo decir alto y claro que hemos reaccionado como ciudadanía de la mejor manera posible sin estampidas, sin muertos ni heridos, sin asaltos ni pillaje, sin motines y sin ese caos que tanta prensa proclama alegremente (van a conseguir que acabemos todos por quitarnos de los periódicos) sin pararse a mirar en el diccionario el significado exacto de la palabra caos. Francamente, mi querida España, estoy encantada de pertenecerte ahora que ya no eres aquella que cantaba Cecilia: “pueblo de palabra, y de piel amarga, dulce tu promesa…” canción que en 1975 fue censurada por un régimen que ahora algunos añoran, por lo visto. Los que sean jóvenes que la busquen en YouTube, ahora que ha vuelto la luz. Los que peinamos canas sabemos que lo contrario de la luz es la oscuridad, e incluso las tinieblas, y que de ellas venimos y a ellas no queremos volver.

Concha Torres

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