Si hay algo que más ha fascinado a la literatura universal, es lo referente a los caminos tan diversos que las personas emprenden en su vida. Y simultáneamente también subyuga a los lectores de esas narraciones que trascienden el tiempo, cuando el relato tiene que ver con el destino del protagonista.
Y si la vida que vivimos termina siendo un trayecto que con frecuencia (por no decir en la mayoría de situaciones) los que transitamos no elegimos de entrada esa dirección de nuestro camino, entonces la cosa se pone interesante para analizar esos vericuetos que, nunca mejor dicho, nos presenta el destino.
Por ello, he elegido una expresión que inspira el título de mi tribuna de hoy que se le atribuye a Jean de La Fontaine (1621-1695) que se le considera uno de los más importantes representantes del “clasicismo francés” que afirma “muchas veces un hombre encuentra su destino en el camino que emprendió para evitarlo”
Es claro que explica algo que no se nos ocurre pensar, que sucede cada vez que las personas pueden encontrar su destino o su propósito de vida en los caminos inesperados que no tenían previsto tomar, pero que finalmente si han seguido esa dirección. Resulta casi un contrasentido de su propia historia, porque eligieron ese camino, justamente para eludir lo que percibían cuál era su destino final.
Querían evitarlo lo que veían como su destino, pero terminan encontrando uno nuevo (destino y/o propósito) en una dirección que era desviarse de su trayecto inicial. Porque los caminos de la vida, son en gran parte, impredecibles. Y esta imprecisión en saber de antemano si estamos en el camino que creemos es el correcto para esa meta que tenemos en mente, es la que nos hace un poco más humanos…las que nos da esa categoría de vulnerables, de estar expuestos a vaivenes y circunstancias que, en su mayoría, no podemos prever.
La mirada interesante que propone Jean de la Fontaine, es que nos hace tomar consciencia que cuando tomamos una decisión para evitar una cosa, termina dándonos una valiosa información para poder revisar nuestras acciones futuras a partir de ese momento: lo que nos ayuda a la hora de definir la visión, la vocación, objetivos que nos hemos fijado, el destino, etc.
Deberíamos formulamos las siguientes preguntas
- ¿Qué espacios que ocupamos habitualmente, o qué relaciones con otras personas, o qué actividades laborales o personales, o qué otras, acciones, conversaciones o encuentros estamos evitando?
- ¿Qué pensamientos que nos preocupan, qué temas que habitualmente tocamos por cuestiones laborales, qué ideas, qué sentimientos, qué experiencias, y cuántas otras sensaciones y percepciones queremos dejar de lado?
Nos estamos suministrando valiosa información
Respondiéndonos con sinceridad se convierte en valiosa información que, con seguridad, nos influye decididamente en la elección de ese nuevo camino elegido y del que a partir de ahora habremos de evitar.
La vida no necesariamente va a seguir esos planes que teníamos en mente, menos aún, va a respetar ese sentimiento que como un cosquilleo nos está inquietando (las expectativas que nos hacemos), porque nuestra existencia es impredecible.
Ni tampoco nuestro destino está predeterminado, ya que las personas tienen la capacidad de crear su propio destino a través de sus acciones y decisiones.
La importancia del trayecto que iniciamos
Por lo general nos sucede que el mismo viaje que emprendemos, con las vicisitudes que tiene por la propia naturaleza (es nuestra evolución vital) termina siendo más interesante que el propio destino. Nos sentimos vivos (nunca mejor dicho) porque estamos siendo capaces de estar transitando ese camino que elegimos.
Pero siguiendo con nuestra reflexión de hoy, sucede con más frecuencia de la que os imagináis, que terminamos resistiéndonos a determinados cambios, queremos evitar ciertos caminos, y entonces, aflora esa acción de evitar algo, lo que nos está ofreciendo también un nuevo escenario en el que hay que saber ver las oportunidades, que de habernos obcecado en el trayecto original sin haber querido evitar el camino, no hubiéramos sido capaces de encontrar este nuevo destino.
En definitiva, cuando decimos que "muchas veces un hombre encuentra su destino en el camino que emprendió para evitarlo" es como un desiderátum que nos está recordando que como consecuencia que no es posible que preveamos todos y cada uno de nuestros aciertos y errores existenciales, al mismo tiempo, gracias a la impredecibilidad de la vida, nos abre a las nuevas ocasiones para que terminemos encontrando un destino no previsto, que jamás figuró en nuestros planes y que con frecuencia lo hemos encontrado durante el mismo viaje.
También es cierto que cuando estamos, por ejemplo, negándonos a acometer determinada acción, o afirmamos con rotundidad que algo no nos gusta, queramos o no estamos señalando un camino, como auténticas balizas que además de estar marcándonos nuestros límites y fronteras, nos dicen claramente que hay opciones de elección más claras.
Nos facilita la comprensión, nos tranquiliza porque convergen aquellas expectativas que eran otras pero que ahora se han renovado, porque el destino y el propósito también nos cambió el decorado, el diseño del escenario, los actores de la obra, nuestra partitura y letra para continuar con nuestra existencia.
Es también una manera de encontrar una felicidad razonable, porque desde el momento que tomamos consciencia de ese nuevo destino, que gracias a haber evitado otro que no teníamos claro, aunque creíamos que era el seguro, nos ha iniciado en ese trayecto que convertimos en la meta que finalmente aceptamos, compartimos y disfrutamos.
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