El pasado sábado El País publicó un artículo de J. Cercas con el título de “¿Por qué no somos felices?”. La tesis central del artículo, la respuesta a la pregunta del título, era que no somos felices, a causa de la envidia. Y que para luchar contra la envidia lo más eficaz es tomar la drástica decisión de “negarse en redondo a competir con nadie…salvo con uno mismo”.
Javier Cercas, como la mayoría de grandes escritores, se ha interesado significativamente por los eternos temas de la existencia humana: la felicidad, la desgracia, la envidia, el amor, la verdad o la mentira. Como escritor, en su metodología de novelista tiene de común con la psicología, la psiquiatría, la psicopatología, el que sus novelas se convierten en investigaciones en torno a la existencia y motivaciones de algún protagonista de conductas y modo de relación con el mundo muy peculiares. Algunas de sus novelas podrían confundirse con estudios clínicos, si no fuera porque su manejo del lenguaje, de la narración, es tan rico expresivamente, tan polisémico, tan creativo, que estas virtudes literarias se sitúan en el centro de la atracción de lo narrado. La forma, atrae al lector tanto o más que el contenido.
Pero un artículo periodístico dispone de excesivo poco espacio para poder desarrollar mínimamente la complejidad de cualquier gran tema de la especie humana: como por ejemplo la envidia. Este artículo de Cercas resulta un pequeño artículo de afirmaciones, con pocas explicaciones; ¡él, un escritor tan prolífico en explicitar las bases de todo lo que afirma!
Mi disciplina, la psicología y la psicopatología, llevan más de un siglo investigando la envidia, sus manifestaciones y sus consecuencias, a lo largo de la vida del “envidioso”. Uno de los descubrimientos recientes del psicoanálisis sobre la envidia ha sido cómo el sujeto envidia “solo” el deseo del Otro: en un experimento con un grupo de niños preadolescentes a los que se les dio un juguete mecánico casi similar a cada uno, salvo algún detalle muy secundario, los investigadores descubrieron que el deseo de muchos niños se desplazaba de su juguete al del juguete de otro niño muy interesado en el que le había correspondido: es decir, el niño envidiaba el deseo de su compañero sobre el juguete casi idéntico al que él poseía y se movía en torno a conseguirlo.
En grupos de razas distintas, los individuos que expresan más agresividad y envidia a otro grupo rechazado, se manifiesta que los de conducta racista sienten una envidia ( en general inconsciente) por el deseo de los individuos de otra raza por tener costumbres en la vida cotidiana que les resultan muy placenteras y que desde la óptica del grupo envidioso subvaloran o desprecian.
La envidia y la agresión contra el envidiado siempre van unidas. Pero también se da el principio general constatado en la clínica psicoanalítica de que una parte de la agresividad revierte sobre el propio sujeto que envidia.
Sería muy útil que desde la psicosociología se investigara si el tópico del “pecado” más sobresaliente de los españoles, sigue siendo o no la envidia, como hasta hace unas décadas se afirmaba.
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