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Sí, a veces hay que agitar el árbol…
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LA FIRMA INVITADA

Sí, a veces hay que agitar el árbol…

Actualizado 11/04/2025 09:01
Foto del autor Chema Díez
Chema Díez

El periodista Chema Díez ofrece su opinión sobre los cambios en los banquillos tanto de Unionistas como del Salamanca UDS

El fútbol no perdona los malos resultados; creo que, sobre esto, existen muy pocas dudas. El entrenador, sea quien sea, siempre está en el centro de la diana para ser el cabeza de turco cuando las cosas no funcionan. Y tanto Unionistas como Salamanca CF han vivido una intensa semana con cambios en sus banquillos… y en ambos casos, más que justificados.

La afirmación previamente hecha, además de ser una realidad, también tiene matices; hay ocasiones en las que el relevo en el banquillo es la solución necesaria para poder cambiar el rumbo cuando una situación se vuelve negativa y se convierte en tóxica, tanto en lo futbolístico como en las relaciones personales.

Y tanto Dani Llácer como Rafa Dueñas han terminado su etapa en los dos equipos de la capital, ambos empujados por los malos resultados y un ambiente ya bastante enrarecido, peligroso y sin muchos visos de mejora.

Siempre he sido un fiel defensor de la figura del entrenador, castigado en muchas ocasiones de manera injusta, cuyo puesto de trabajo, su presente y su futuro depende de lo que hagan 22 futbolistas con cualidades y personalidades muy diferentes. Y, créanme, si un futbolista no quiere jugar, correr, sacrificarse y entregarse al equipo, no lo va a hacer, menos aún si no existe ‘feeling’ con la persona que ocupa el máximo puesto de responsabilidad.

En el caso de Unionistas, el tiempo de Dani Llácer se había terminado hacía ya mucho tiempo y su destitución se ha alargado solo por los buenos resultados del equipo en casa, que camuflaban una falta de contundencia fuera del Reina Sofía y muchas, quizá demasiadas, carencias en el juego.

No, no tengo el título de entrenador, pero he visto y sigo viendo infinidad de partidos de todas las categorías desde hace 15 años, he compartido buenos y malos momentos y conocí de primera mano cómo es un jugador en un vestuario y cómo afronta un entrenador todos los frentes contra los que tiene que luchar y sortear. Y no es nada sencillo; el trabajo de un entrenador, facilitado gracias a las nuevas tecnologías aplicadas al fútbol, conlleva una labor de análisis, preparación de sesiones, trato a cada jugador… y también la gestión de las victorias y las derrotas. Su trabajo, nada tiene que ver con el de un jugador, nada… pero en ocasiones si algo no funciona, lo mejor es separar los caminos.

La oportunidad de Dani Llácer como primer espada se terminó en Unionistas; estoy completamente seguro de que puso todo de su parte y le dio mil vueltas sobre cómo hacer que el equipo funcionase y dar un giro de 180 grados a un equipo que fuera de casa solo ha logrado 8 puntos de 45 posibles… mientras que en casa había sido infalible, hasta que ya se pinchó el globo.

En el fútbol, como en las relaciones de pareja, estirar el chicle suele terminar de la peor manera posible y no suele ser nada agradable; cuando las cosas no funcionan es mejor poner tierra de por medio y que cada uno siga su camino, agradeciendo el esfuerzo, el trabajo, la pasión y los momentos vividos juntos.

Personalmente, y tras esta temporada, aún no sé a qué juega Unionistas. Para mí, la destitución de Llácer va más allá de los puntos y tiene que ver con las sensaciones del equipo en el campo: sin un patrón de juego, sin presión tras pérdida… Unionistas era un equipo sin alma, sin espíritu, todo lo contrario de lo que va en el ADN de este club desde su creación.

No salió bien la apuesta y se reaccionó tarde, ojalá que no demasiado, pero el fútbol no deja minutos para el lamento y Unionistas debe centrarse en sellar cuanto antes la salvación tras la llegada de Acciari, que llega para dotar al equipo del carácter y la fuerza de las que ha adolecido el equipo todo esta temporada.

Desde el inicio, fui un fiel defensor de que este año sí Unionistas tenía una oportunidad de oro para meterse en un play off de ascenso, mucho más ‘barato’ que otras temporadas y porque las opciones fueron muy reales. Lamento haberme equivocado, al menos por el momento.

Al otro lado del Tormes, el caso del Salamanca CF UDS es bien distinto; la inestabilidad institucional es la nota predominante desde la creación del club, en una situación, que lejos de ser una excepción, se ha convertido en una rutina. Y, así, las cosas nunca pueden salir bien.

Rafa Dueñas, eterno aspirante a entrenador, se ha echado a un lado porque el rumbo del equipo dentro y fuera del terreno de juego era desastroso, con una grada contraria a su gestión y con una pobre imagen futbolística que ha dejado al equipo al borde de los puestos de descenso a Tercera.

No sé si Dueñas está preparado para gestionar un club como el Salamanca, ahora mismo en Segunda RFEF, pero lo que sí tengo claro es que su capacidad como entrenador dista mucho de lo que debe de ser un profesional para una categoría como ésta, por mucho que sea su deseo y quiera llevarlo a cabo; ninguna de las veces que cogió las riendas deportivas del equipo le salió bien.

Ante este panorama, y quizá por las circunstancias que rodean al club, el entrenador del filial, Jorge García, coge junto a su cuerpo técnico, las riendas del Salamanca CF en este tramo final y decisivo de la temporada para intentar alejar al equipo de la zona baja y que siga un año más en Segunda RFEF.

Conozco Jorge García, sé lo que le gusta el fútbol y la pasión con la que vive este deporte, lo que le puede dar al Salamanca si todos van a una. ¿Qué no tiene experiencia en Segunda RFEF? No, es evidente, pero tiene capacidad, conocimientos y creo que esta oportunidad no la va a dejar escapar. Ojalá que ese poquito de suerte que hace falta en el mundo del fútbol caiga de su lado para que pueda reconducir la situación y que el Salamanca siga la próxima campaña en Segunda RFEF.

También, toda la suerte para Álvaro Boyero, quien esté dentro del barco del entrenador del Salamanca en esta nueva etapa y juntos intentará reconducir una situación que se ha vuelto bastante fea.

Por típico tópico que parezca… sí, a veces es muy bueno agitar el árbol para poder recoger al menos una parte de lo que se pretendía.