La autora zamorana, que vive en Cáceres, llega el martes 8 a la Librería Víctor Jara para presentar su último libro de relatos “REVERSIBLES”
Qué unido está, para mí, el nombre de la escritora zamorana que vive en Extremadura o la escritora extremeña que nació en Zamora, Victoria Pelayo con el género del cuento. Precisamente porque nos conocimos en una antología de relatos y porque su escritura, desde entonces, es una sucesión de piezas sorprendentes que llevan al lector, desde la intensidad y la concisión, a una historia compleja y sugerente que termina con un quiebro inesperado y una maestría que es marca de la casa. Una autora que ya conocemos en Salamanca por su participación en la Antología Contamos todas, trabajo cuidadísimo de la escritora y profesora Celia Corral que publicó Castilla Ediciones, la misma que ahora trae este REVERSIBLES, perteneciente a su excelente colección “Cuentenario” y con portada salmantina de la artista Carmen Borrego. Un libro de relatos para seguir disfrutando de la prosa de esta autora audaz, capaz de levantar un mundo propio en cada uno de sus relatos que presentará el martes 8 de abril en la Librería Víctor Jara.
Charo Alonso: Tus personajes están en una encrucijada ¿Viene de ahí el título “REVERSIBLES”?
Victoria Pelayo: El título es muy importante para mí, le doy muchas vueltas y lo pongo cuando ya están los cuentos escritos. Es el título que más me cuesta encontrar, porque el de cada uno de los cuentos lo suelo tener claro, surge casi a la vez que la idea para el relato. El título del libro, y esto es una manía mía, me gusta que valga para cada uno de los cuentos, por eso, cuando estoy en la fase de corrección busco un hilo conductor en todos los cuentos; y aunque no los haya escrito con esa intención, siempre lo encuentro. En este libro todas las historias se dan la vuelta, empiezan siendo una cosa -buena, mala, peor-, y acaban convertidas en otra. Muchos cuentos se revierten para mal, pero también para mejor, como en el primero y el último, que, además, es esperanzador. Me gustan los títulos cortos, son más fáciles de memorizar que los largos, porque los lectores tendemos a acortarlos, por eso prefiero títulos así, y cuando “encontré” esta palabra, reversibles, cumplía todos los objetivos, (según mis manías, claro), y es una palabra preciosa.
Ch.A.: Un título acompañado de la ilustración de una artista salmantina, Carmen Borrego.
V.P.: La ilustración es perfecta. Hablé con Carmen Borrego por teléfono, cuando le encargaron la portada, me preguntó si tenía alguna idea, y le comenté que de sus trabajos que había visto en las redes me gustaba especialmente uno en concreto. Después, cuando vi la portada, me llevé una sorpresa, porque los dos rostros que aparecen son los de Luisa y Adrián, los protagonistas del tercer cuento. Por la edad, por su actitud, se están dando la espalda y mirando en direcciones opuestas, y por la altivez del rostro de la mujer, solo podían ser Luisa y Adrián. Me encanta, Carmen acertó.
Ch.A.: Eres zamorana, vives en Cáceres ¿Podemos olvidar las etiquetas?
V.P.: Soy de las dos ciudades. Llevo 34 años en Cáceres, más tiempo del que viví en Zamora. Ahora voy mucho menos, al faltar mi madre dejé de ir con la frecuencia que iba antes, pero siempre que vuelvo, y ahora he ido con motivo del libro, me encanta pasear y recordar los sitios de toda mi vida, ver los bares o los comercios de siempre; reencontrarme con amigas de toda la vida a las que ahora veo muy de tarde en tarde. Y en cuanto a Cáceres, llevo más de media vida allí y estoy a gusto, así que son mis dos ciudades preferidas.
Ch.A.: Siempre cuento ¿Por qué cuento?
V.P.: Empecé escribiendo novela, de hecho, gané un premio en el 86 con una novela corta, después dejé de escribir y al retomarlo lo hice con relatos cortos, que cada vez son más largos. Me han hecho algunas veces esa pregunta, y ahora por fin puedo decir que acabo de terminar una novela, me ha costado muchísimo terminarla, trasladar al papel lo que yo tenía en mente. Hice una primera versión que descarté y de la que solo conservé dos capítulos. Después abandoné el proyecto y seguí rematando los cuentos de REVERSIBLES, y ha sido hace poco cuando he vuelto a ilusionarme porque encontré ese hilo que se me resistía.
Ch.A.: ¿De dónde surgen los cuentos? ¿Cuál es el detalle que inicia el relato y por qué se para ahí, en ese momento tan especial?
V.P.: Me gustan los cuentos porque les imprimo la intensidad con la que me gusta escribir, y en la novela perdía esa fuerza o intensidad de la que hablo. Eso también es una manía mía, pero a mí me gusta escribir así, de forma potente, vehemente, intensa… También es lo que me gusta como lectora, que los libros me sacudan. Una de las cosas que más temo a la hora de escribir es aburrir al lector, prefiero que me digan que mis cuentos son desasosegantes, intrigantes, incluso que no gustan los finales porque esperaban otro, cualquier cosa antes que aburrir al lector. De ahí esa manía de tratar de escribir historias en las que pasen cosas fuertes. Y la primera versión de la novela que descarté fue porque la historia perdió potencia y no me gustaba. Lo bueno de aquello es que yo tenía en la cabeza lo que quería contar, simplemente necesité más tiempo y reflexión, además de personajes nuevos, para encontrar la forma y las voces.
Ch.A.: Los lectores somos curiosos ¿Hay algo tuyo en estos cuentos?
V.P.: Todos mis cuentos, incluso la novela, tienen el germen en algo real, verdadero. Se trata de un recuerdo que me surge, de una anécdota que dormía en mi memoria y que de pronto se me presenta como un posible cuento, de algo que he vivido, que me cuentan, algo que veo… El origen es real, pero solo eso, a partir de ese chispazo o “clic” en mi cabeza empiezo a inventar. A veces también surge el relato a partir de un personaje al que imagino en un determinado lugar, y empiezo a fabular con él como si fuera una marioneta, lo zarandeo para ver hasta dónde podría llegar llevado al límite. Cuando empiezo a escribir no sé nada, excepto ese pequeño chispazo que me impulsa a contar, todo lo demás va surgiendo a media que escribo. Según voy llenando páginas, más sé de ese personaje, de la historia… para mí escribir es tan emocionante como leer, porque en ambos casos no sé lo que va a pasar en la siguiente página.
Ch.A.: ¿Nunca has sentido la tentación de seguir… de convertirlos en novela?
V.P.: Eso me lo han dicho alguna vez, que mis cuentos son pequeñas novelas. En cuanto a la tentación de continuar ni siquiera me lo he planteado. Soy escueta a la hora de contar, me gusta ir al grano. Hay personas que para contar algo se remontan a tres días o tres meses atrás, y a mí se me agota la paciencia con ellas. Por eso cuando escribo, voy al meollo del asunto, no me gustaría que me sobraran páginas o que un lector lo pensara. Yo solo quiero contar lo que escribo, ni más ni menos, un pequeño fragmento de la vida de un personaje concreto, no tengo interés en rellenar páginas y páginas sin sentido.
Ch.A.: Son tremendamente visuales, magníficamente visuales ¿Piensas en imágenes, en ideas, en personajes?
V.P.: Para crear un personaje que parezca real hay que dotarlo de personalidad, de manías, de fobias, de maldad o de estupidez incluso, si es uno de esos casos. Yo le presto pequeñas anécdotas a mis personajes, o rasgos curiosos de personas que tengo cerca, o algo en concreto que he presenciado en algún momento. No me interesa el físico de los personajes, casi nunca hago una descripción de cómo son físicamente porque eso en mis relatos es irrelevante. Excepto en algún cuento en que era necesario para la narración. Por ejemplo, en ORDEN, mi anterior libro, un personaje tiene una gordura excesiva porque esa característica será determinante para el desarrollo de la historia, para que el lector pueda creerse lo que le sucede al final. Y en este libro, el personaje del cuento ‘El otro Mediterráneo’, es un amante del mar, desde niño le gusta bañarse en ríos, lagos o gargantas; esa querencia por nadar en medio de la naturaleza es mía, a mí me gusta bañarme en cualquier sitio que no sea una piscina, y le presté mis gustos para enriquecer al hombre del cuento. Otro ejemplo, en el cuento ‘De repente, Musa’, hago una descripción de un paseo, ese paseo existe y me lo sé de memoria porque lo he hecho muchas veces, ¿para qué me iba a inventar uno si tenía ese? Yo tomo prestadas muchísimas cosas de la realidad para que mis historias resulten creíbles, detalles que, como lectores apreciamos cuando los leemos. En ese sentido sí hay muchas cosas mías en los relatos, cosas que reciclo para enriquecer la historia, es como aprovechar un vestido o jersey de un hermano mayor. En este caso los personajes son los hermanos pequeños y aprovechan, no los vestidos, sino el anecdotario que uno va acumulando. Cuando escribo tengo la historia en la cabeza y la estoy viendo; a medida que voy escribiendo el relato se va clarificando, así que sí, visualizo el cuento. Y eso sirve, también y algunas veces, para saber si estoy yendo por un camino que no lleva a ninguna parte. Es como si, a medida que escribo, el cuento se fuera apareciendo en imágenes, y cuando la imagen no es nítida es porque ese camino no me lleva a ningún sitio.
Ch.A.: ¿Es un género en auge, Toya?
T.P.: Es un género poco apreciado por los lectores. Cuando escucho eso, siempre pienso en Juan Rulfo, en sus cuentos de EL LLANO EN LLAMAS, ese libro es una joya de principio a fin, un libro inolvidable, más que novelas que se escriben hoy y que se olvidan al día siguiente. Rulfo solo escribió dos libros, ¿Cuál es mejor, la novela o los cuentos? Son dos de mis libros favoritos, los que más veces he leído y que seguiré leyendo porque no me canso, sigo sin encontrar el misterio que encierran, me siguen fascinando a día de hoy. No es cuestión de géneros.
Ch.A.: -¿Cómo es tu proceso de escritura? ¿Alguna manía personal a la hora de escribir?
T.P.: Mi única manía es que necesito mi ordenador para escribir, no sé escribir a mano, puedo tomar unas notas, pero para escribir tengo que hacerlo en mi ordenador. Suelo escribir más por las mañanas. Cuando estoy escribiendo, estoy todo el tiempo abriendo el archivo, leyendo, cambiando una palabra, una frase. También tengo fases en que no escribo nada; eso antes me agobiaba, no escribir, pero ahora ya sé que funciono así, rachas en que escribo mucho y otras en que no escribo nada. Lo que quiere decir, que no soy nada disciplinada.
Charo Alonso.