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Rodrigo Blanco Calderón: “La literatura es la mejor manera de registrar las emociones”
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ENTREVISTA

Rodrigo Blanco Calderón: “La literatura es la mejor manera de registrar las emociones”

Actualizado 25/03/2025 12:44

El autor venezolano, residente en España, viene a la Librería Letras Corsarias para presentar su libro de relatos “Venecos”, publicado por Páginas de Espuma

Dice la crítica especializada que la mejor narrativa venezolana se escribe fuera de este país sumido en una crisis que Rodrigo Blanco Calderón define como una situación “inenarrable”. Y es precisamente el escritor ahora radicado en España y considerado una de las voces más notables de la literatura hispanoamericana actual, el que recorre este mundo sin fronteras donde viven los exiliados de la dictadura, “venecos” que practican un estado de desarraigo extraño y fecundo que llena sus relatos. Relatos en los que la literatura y el cine alimentan una prosa metaliteraria, culta, sorprendente y que más allá de la referencia es gozo para el lector. Como siempre, la editorial “Páginas de espumas” alza el vuelo con nombres de altura.

Charo Alonso: Los españoles no sabemos qué significa la palabra “veneco” ¿No es complejo para los escritores del otro lado del océano este desconocimiento nuestro de un léxico tan maravilloso y complejo?

Rodrigo Blanco Calderón: El desconocimiento, lamentablemente, es mutuo. Ignoramos tanto de lo que sucede a uno y otro lado del charco, como decimos allá. Lo bueno es que las palabras son maletas y hasta medios de transporte que cargan consigo muchas historias y significados. Al interesarnos por una palabra en particular podemos descubrir muchas cosas. Solo es necesario prestar atención.

Ch.A.: Escritores, como tú en concreto, que viajáis por el mundo y que narráis espacios muy diversos. Tus personajes están aquí, allá ¡No hay fronteras! La portada en ese sentido, es muy reveladora.

R.B.C.: La idea de la portada proviene de uno de los cuentos. Pensé que la imagen de un avión alzando el vuelo, vista desde la perspectiva de alguien que está sentado en una terraza pensando en cómo llegar al día siguiente, transmitía parte de los temas de este libro. Por suerte, Juan Casamayor conectó de inmediato con la idea y él, junto a Paul Viejo, dieron con la portada perfecta para mis cuentos.

Ch.A.: Cuentos con finales sorprendentes, escritos en primera persona, en tercera ¿Cuál es el lazo con el que has unido estos textos, algunos ya publicados y otros, nuevos para el lector?

R.B.C.: El vínculo es, principalmente, el tipo de personaje que aparece y reaparece en estas historias. En su mayoría, «venecos» en el extranjero, en proceso de asimilación o en tránsito hacia nuevos destinos. Algunos, incluso, temiendo una deportación al infierno de origen. Ciertos lectores apuntan a la soledad como rasgo común de mis personajes. Puede ser. Yo soy el primer sorprendido cuando me señalan estos rasgos recurrentes.

Ch.A.: Diálogos fluidos, una prosa desbordante y sin embargo, siempre hay algo que no se cuenta que dejas al lector…

R.B.C.: Los cuentos se construyen sobre lo no dicho, como sí dijo Hemingway. Muchas veces esto no dicho es un secreto, algo que por alguna razón no puede ser expresado. Sin embargo, a mí me interesa más lo no dicho referido a esas zonas oscuras de la comunicación humana, esos momentos en que los personajes no encuentran las palabras, o simplemente ignoran la clave que explicaría su propia historia.

Ch.A.: Me ha deslumbrado tu tratamiento de la literatura, aparecen en los cuentos escritores, episodios, novelas, películas… vives en un riquísimo mundo de referencias, Sábato, Camus, Debray, Borges… y ya me detengo.

R.B.C.: Desde mis primeros textos, la literatura ha sido el tema central de lo que escribo. El mundo, como dirían los formalistas rusos, es una excusa para dotar de sentido al mecanismo literario. Suena demasiado racional y poco humano, pero eso es una confusión porque para mí la literatura es la mejor manera de registrar las emociones. Y es, a la vez, una emoción en sí misma.

Ch.A.: “Carmen y error” es una extraña delicia con mensaje oculto y político. ¿Entendemos en Europa esa especie de locura colectiva que es Venezuela?

R.B.C.: No. Nadie que no haya vivido en Venezuela y sufrido lo que se sufre allí puede medianamente entender lo que ha sucedido y sigue sucediendo. Es lo que sucede con el totalitarismo: marca a sus víctimas con una experiencia intransferible e inenarrable.

Ch.A.: La literatura venezolana ¿Se hace fuera de Venezuela? ¿Podemos hablar de un autor venezolano, peruano, argentino cuando en ocasiones la vida se hace fuera, lejos del espacio primigenio?

R.B.C.: Buena parte de la literatura venezolana actual se hace fuera de Venezuela. Pero, por supuesto, sigue siendo en esencia venezolana, pues la identidad (lo que sea que eso signifique) no está atada a un territorio. Por fortuna.

Ch.A.: Vives en la ciudad de moda, una ciudad elegida. Un espacio para seguir ¿hablando de venecos?

R.B.C.: Cuando llegué a Málaga, en 2018, la ciudad ya tenía su buena fama ganada, pero aún estaba lejos del estatus que aparentemente hoy tiene. Para mí es un paraíso, no solo por la playa, el buen clima, los museos y librerías sino, sobre todo, por su gente. Más allá de esto, creo que de haber recalado en otra ciudad igualmente hubiera levantado allí y donde sea mi chiringuito veneco.

Ch.A.: ¿Cómo sabes que una historia será un cuento o saltará al espacio extenso de la novela?

R.B.C.: El cuento me viene como un fogonazo. Tiene algo de revelación que surge y se apaga en sí mismo. Es una especie de ranura o Aleph borgiano en medio de la cotidianidad que te sugiere otros mundos. La novela, en cambio, tiene una forma de revelarse que me parece distinta. Antes que territorios, ambientes y formas de vida diferentes, se me plantea casi siempre como un misterio más cercano. El misterio que, en el fondo, encierra cada persona. No sé si me explico. Tampoco estoy seguro de que siempre lo vea de esta manera.

Charo Alonso.

Fotografías: Emilio Morales.