Nacida para la paz, preparándose para la guerra

Vivimos tiempos convulsos, llenos de incertidumbres y de miedos que generan intranquilidad en casi el 80 % de los españoles, con diferentes grados de intensidad, por temor a que estalle la Tercera Guerra Mundial, y un 53,4 % de los ciudadanos consideran que España debe aumentar su gasto en defensa, ante el nuevo contexto internacional, según reciente encuesta realizada por el Instituto DYM para el diario “20 minutos”.

Miedos e incertidumbres que algunos consideramos más que justificados, porque la guerra mundial ya se está dando, en alguna de sus formas. Ahí está en plena efervescencia la guerra comercial iniciada por la aplicación de los aranceles y extendida por gran parte del mundo. Al respecto, el Banco Central Europeo (BCE) pronostica que la guerra comercial de Donald Trump con la Unión Europea (UE) puede llevar la economía de este continente a una situación de estancamiento.

Ahí está la guerra psicológica desatada por la ambición y la manera de hacer política, por parte de la nueva administración estadounidense, ejerciendo una diplomacia mundial basada en la prepotencia, la arrogancia y la fuerza, engendrando miedo.

Ahí está la guerra tecnológica por la que se disputa el control mundial de la opinión pública. Basada en las plataformas digitales y las redes sociales, con fuerte incidencia e injerencia en los procesos electorales de países democráticos, limitando o condicionando su soberanía e independencia.

Cada una de esas guerras genera por sí misma incertidumbres, miedos e intranquilidad suficiente, como para sentir y percibir que estamos en guerra, que el mundo está en guerra. Pero aún nos queda por citar la guerra clásica, la de las armas y la fuerza, esa que se está dando en varios escenarios, aunque aquí nos referiremos a solo dos de ellos: Ucrania y Oriente Medio. Ambos lugares llevan años de conflicto y, aunque Trump se comprometió en campaña electoral que acabaría con esas guerras en 24 horas si llegaba al poder en Estados Unidos (EE.UU.) ya han pasado dos meses desde que lo ostenta y en ningún caso se vislumbra una paz justa y duradera, aunque puedan concretarse otras componendas fugaces en el tiempo y no resolutivas de los conflictos.

En el caso de Oriente Medio y más allá de un frágil y tímido alto el fuego en su primera fase, este ha sido roto por Israel con el apoyo y el visto bueno de EE. UU. en lo que parece una determinación decidida de exterminar a los palestinos Un genocidio que se está consumando ante los ojos de la comunidad internacional y que, sin freno alguno, extiende el conflicto bélico a los países vecinos, amenazando la posible implicación de Irán y Yemen, país este último bombardeado por EE. UU. en los últimos días.

Por lo que se refiere a la guerra de Rusia en Ucrania, esta se encuentra en suelo europeo, cuna de las dos grandes guerras mundiales anteriores. El abandono de Europa por parte de EE. UU. y el cambio geopolítico con nuevo alineamiento de Trump hacia el ruso Putin, más las aspiraciones zaristas e imperialistas de este último, nos sitúa a un paso de ampliación del conflicto, aunque momentáneamente pudiera haber un alto el fuego limitado o incluso una paz injusta, que bien pudiera provocar el estallido de la Tercera Guerra Mundial armada. “La guerra no es imposible” dice Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.

Ante tal escenario, Europa tendrá que buscar su propia autodefensa. Los dirigentes políticos europeos han tomado conciencia de ello y, paradojas de la vida, la Unión Europea, un proyecto pensado y nacido para la paz, se prepara para la guerra. Tras décadas fiando su defensa y seguridad a los EE. UU. ahora, de prisa y corriendo, debido a la agresión y ocupación de parte de su territorio por Rusia, la Comisión Europea acaba de publicar el Libro Blanco en el que propone a los Estados miembros líneas de acción, para tratar de evitar que Rusia lleve a cabo una agresión armada a mayor escala en suelo europeo.

Según el Libro citado, Europa necesita rearmarse para poder disuadir a Rusia y asegurar la paz. Un término, el de “rearmarse”, etimológicamente claro en su significación, pero discutible en este caso en cuanto a lo que cada país y sociología de los Veintisiete piensa que se necesita. Rearmar significa equipar nuevamente de armamento militar o reforzar el que ya existía, cosa que no es posible, porque la UE, como tal, nunca ha tenido ejército ni armamento, luego no se puede rearmar lo que no existe. Se trataría de crear una fuerza de defensa común. Bonita palabra cuando tiene connotaciones de rearme moral o humanista, pero da miedo cuando se usa para hablar de rearme bélico, especialmente desde el recuerdo de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. No ver el pasado es una forma tosca de negación de la tragedia, máxime, con el auge de la extrema derecha que se está dando.

Todos los países de la UE, excepto Hungría, piensan que es necesario esa fuerza de defensa, pero no todos los ciudadanos creen lo mismo. En todos los países hay grupos, fracciones o individuos antibelicistas que no comparten ni siquiera aquella frase latina de “si quieres la paz, ármate para la guerra”, pronunciada originalmente por Flavio Vegecio Renato (aunque algunos erróneamente se la atribuyen a Julio César) durante el Bajo Imperio romano. Algunos países como España, prefieren hablar de protección y seguridad en sentido más amplio, vinculada a la tecnología. Porque hoy las guerras no solo son híbridas, con instrumentos bélicos clásicos y tecnología, sino que los primeros hasta pueden estar ausentes, como en el caso de los ciberataques.

Cuando se escriben estas líneas se encuentra reunido el Consejo Europeo en sesión extraordinaria con los líderes de los 27 Estados miembros, debatiendo sobre el contenido del Libro Blanco para la defensa europea. Una de las propuestas es la de incrementar el gasto para el rearme en 800.000 euros de aquí al 2030 en que culminaría el proceso. De ellos, 650.000 a cubrir por los Estados miembros y 150.000 prestados a través de un instrumento financiero europeo.

Es difícil llegar a un acuerdo. Este rearme europeo es complejo y muy difícil de llevar a cabo, por las distintas sensibilidades, posturas políticas, ideológicas y culturales, respecto de las armas, la guerra y la paz. Pero también por la posición geográfica y el tipo de riesgo de cada país. No es lo mismo para aquellos que están más al norte que para los que están más al sur. Sería deseable que los 27 avanzasen en el plan propuesto por España, en línea con lo que también proponen Francia e Italia, como se hizo durante la pandemia, emitiendo una deuda gigante conjunta, garantizada por la UE, para ofrecer subvenciones a los gobiernos. Pero también ahí hay diferentes posturas entre los países del sur y los del norte, incluida Alemania.

El documento final de conclusiones de ese Consejo Europeo se sigue debatiendo, porque se trata de una cuestión trascendental para Europa, pero los líderes de los 27 y los ciudadanos europeos coinciden en que la seguridad de Europa y del Mundo están entrelazadas, incluida la de España. Defender Europa es defendernos a nosotros mismos.

Escuchemos el Himno a la Alegría:

https://www.youtube.com/watch?v=lKPWZi25DA0

Aguadero@acta.es

© Francisco Aguadero Fernández, 21 de marzo de 2025