Acogen y acompañan a un total de 13 mujeres y a sus hijos, ayudándoles a crear una vida mejor
La maternidad presenta grandes desafíos, especialmente para las madres sin recursos, que se enfrentan al miedo y a la soledad constantes. La juventud, la falta de formación y experiencias pasadas difíciles agravan esta situación. Ante estos casos, con el objetivo de acompañar ya apoyar a estas madres juega un papel fundamental el Centro Materno Infantil Ave María, que lleva desde el año 1949 realizando esta labor.
Un centro que ahora es un rayo de esperanza, nació debido a una tragedia. “Una joven universitaria se suicidó debido a la presión social y el miedo al embarazo en aquella época”, explica Rosario Álvarez, Directora General del Centro. En ese momento, el sacerdote Doroteo Hernández pensó que había que hacer algo ante esta problemática, porque no era un caso aislado y decidió fundar este centro.
"Un grupo de jóvenes universitarios le ayudaron a visibilizar la necesidad de un lugar donde las mujeres pudieran acudir en momentos difíciles. Así, a través de la universidad, conseguimos un local en la Calle Libreros, frente a la Casa Unamuno, y ahí comenzó la historia del centro", explica.
Un lugar para acompañar a mujeres embarazas durante un máximo de cuatro años, que es lo que pueden estar en el centro. A lo largo de los años, el perfil de las mujeres que acuden al centro ha cambiado. "Cuando llegué hace 23 años, la mayoría de las mujeres eran españolas. Sin embargo, con el paso del tiempo, hemos visto un incremento en la llegada de mujeres inmigrantes que buscan una vida mejor. La población española ha disminuido y ahora la mayoría son mujeres extranjeras”, explica.
Cuenta con 13 plazas disponibles, de las cuales, todas están ocupadas.
La misión del centro es clara: apoyar tanto a la madre como a su hijo. "Nuestro principal objetivo es hacer una apuesta por la vida, no solo por la del niño, sino también por la de la madre. Muchas de las mujeres que llegan aquí han sufrido violencia, ya sea en su familia, por parte de su pareja o incluso abuso. Por eso, lo primero que necesitamos hacer es que se sientan queridas. Nuestra labor es ofrecerles un hogar", explica emocionada Rosario.
El acompañamiento es integral y abarca todos los aspectos de la vida de las mujeres. "Les acompañamos en el proceso del embarazo, en las visitas al médico, en las hospitalizaciones, en el parto, y les enseñamos cómo ser madres, porque muchas veces no se han preparado para este momento. Es un proceso que no se puede hacer en dos meses, requiere tiempo, cariño y paciencia", detalla.
Además, el centro ofrece formación para ayudar a las mujeres a salir adelante. "Si son muy jóvenes, intentamos que retomen sus estudios. Les ofrecemos herramientas para que puedan prosperar en el futuro. Algunas están estudiando peluquería o comercio, y otras reciben orientación profesional. También organizamos cursos de inserción laboral y les apoyamos en la búsqueda de empleo", agrega Rosario.
El proceso de regularización también es fundamental, ya que muchas de las mujeres que llegan al centro no tienen papeles. "Las que no están documentadas, a veces tienen que esperar mucho tiempo para poder acceder a un empleo digno. Nuestro trabajo es acompañarlas en todo el proceso, asegurándonos de que ellas sean las protagonistas. Si deciden estudiar o formarse, les damos la oportunidad, pero siempre son ellas las que deciden su futuro", afirma.
En el centro también se busca fomentar la autonomía. "Queremos que las mujeres salgan con madurez para afrontar la vida. A veces somos exigentes, pero lo hacemos porque la vida fuera también lo es. Lo que no queremos es que se conviertan en un recurso constante; queremos que se preparen para salir adelante", dice Rosario con convicción.
El apoyo que el centro brinda va más allá de lo material. "Aquí las mujeres no solo reciben ayuda práctica, sino también emocional. A veces, solo necesitan alguien con quien hablar, alguien que las escuche", comenta Rosario.
En cuanto a la partida de las mujeres del centro, Rosario reflexiona: "Cada mujer tiene su propio proceso. Algunas se van ante, otras después, pero siempre es un desafío. Cuando se marchan, a veces no es fácil, sobre todo si se han quedado mucho tiempo. La vida fuera puede ser difícil, y lo sabemos, porque nos convertimos en su familia".
"Es bonito ver cómo muchas de las mujeres que han pasado por aquí, ahora se ofrecen como voluntarias. De alguna manera, quieren devolver lo que han recibido. Algunos han organizado actividades como un grupo de teatro, y otras se encargan del servicio de ropero que tenemos los lunes, donde atendemos a gente que viene a buscar ropa", relata Rosario, emocionada.
En cuanto a los momentos difíciles, Rosario menciona que lo más doloroso es cuando alguna mujer decide no seguir adelante con su embarazo o, en algunos casos, cuando no pueden hacerse cargo de sus hijos debido a las difíciles circunstancias. A pesar de estos momentos duros, la directora recalca que el centro es un lugar donde se intenta ofrecer un ambiente de cariño, paciencia y apoyo constante. Aunque hay momentos de desesperación, el centro sigue siendo un lugar de esperanza y crecimiento.
Por último, Rosario hace un llamado a la sociedad: "A veces, la gente juzga sin conocer la historia completa. Las circunstancias que viven son complejas, y muchas veces no se entienden desde fuera. Es importante comprender que, detrás de cada mujer, hay una historia de valentía y lucha, y que estas mujeres merecen respeto y apoyo”.