"No debería tener cabida que yo por la mañana, cuando cojo el móvil, el primer mensaje que tenga es te voy a degollar el cuello, pedazo de puta"
Tiene 25 años, lleva una vida trepidante como analista política en programas de televisiones nacionales como Mañaneros (RTVE), En boca de todos (Cuatro) o Todo es mentira (Cuatro), entre otros, y se ha convertido en una voz destacada en el panorama político nacional. Sarah Pérez Santaolalla está en el ojo del huracán mediático, su presencia en programas de máxima audiencia de Mediaset y TVE la ha situado en el centro del debate público, pero también en la diana de un acoso implacable en redes sociales. Por eso, alza la voz contra el odio online y reivindica la importancia de la salud mental en el ejercicio de la comunicación.
Nacida y criada en Salamanca, Pérez Santaolalla reconoce que su ciudad natal, aunque “maravillosa”, no ofrecía las suficientes oportunidades laborales, especialmente en el ámbito de la comunicación. Por eso, tras su paso por Radio USAL, dio el salto a Madrid, donde colabora en programas de análisis político de alcance nacional. Este cambio supuso un “impulso” en su vida profesional y personal, pero también la expuso a una mayor presión y escrutinio público.
Sus opiniones, ahora vertidas en medios nacionales y horarios de máxima audiencia, adquieren “mucho más peso y mucho más recorrido”, lo que la convierte en blanco de críticas y ataques.
A pesar de la hostilidad en redes, Sarah se muestra firme en su discurso que, según afirma, no ha variado en sus siete años de trayectoria profesional. “Mi discurso no ha cambiado. Ha cambiado el sitio donde lo digo, ha cambiado los compañeros con quien lo decía, ha cambiado el estudio donde lo decía, pero no ha cambiado el discurso que llevo diciendo siete años”, sentencia. Esta coherencia, sin embargo, no la libra del acoso online, que ha escalado hasta límites preocupantes.
Sarah Pérez Santaolalla es activa en redes sociales, aunque reconoce no ser “defensora” de estas plataformas. Su presencia online, en parte impuesta por la dinámica mediática actual, la expone a un “esfuerzo doble” y a una presión constante. El debate que se inicia en el plató televisivo se traslada inevitablemente a las redes, donde la crítica a menudo degenera en insultos y ataques personales.
“La crítica debe quedar en la opinión política pero no trasldarla a lo personal”, reivindica Sarah, denunciando la deriva del debate público en redes. Relata con crudeza cómo los insultos han evolucionado hacia amenazas y ataques que traspasan lo profesional: “si yo estoy hablando de que en Palestina se está cometiendo un genocidio, puedes decir, yo creo que Israel..., pero nunca podrás decir, eres una zorra, eres una hija de puta, tu madre debería estar muerta". Este nivel de violencia, desconocido hasta hace poco, la ha llevado a tomar medidas legales.
La periodista salmantina lleva años lidiando con críticas, pero la intensidad del odio en redes sociales se ha intensificado en los últimos meses. “Nunca había recibido el nivel de odio y de violencia que he recibido en estos últimos meses”, confiesa. Este incremento de la agresividad se manifiesta en ataques que ya no se centran en sus opiniones, sino en su persona, su familia y su entorno.
"No debería tener cabida que yo por la mañana, cuando cojo el móvil, el primer mensaje que tenga es te voy a degollar el cuello, pedazo de puta. Creo que ya no se critica lo que yo digo, sino lo que yo soy, he recibido todo tipo de comentarios, amenazas, insultos”, reflexiona Sarah, señalando cómo su condición de mujer joven, progresista y con presencia en televisión la convierte en blanco fácil para determinados sectores.
Ante esta situación, ha decidido plantar cara y denunciar las amenazas más graves: “he ido a denunciar a una Comisaría porque estoy harta de la impunidad de algunos”. "El problema es que son muchos, y muchas cuentas que no tienen nombre y apellidos, entonces, es muy difícil localizarlos pero he ido a una comisaría porque estoy harta de la impunidad de algunos, porque no son valientes, son cobardes y se creen impunes. Valiente soy yo, que todo lo que digo lo firma mi nombre y mi apellido, y lo hago en una televisión en la que se ve mi cara. Sin embarto, todos lo que me insultan no muestran su foto de perfil, ni su nombre, su apellido y su DNI".
"He recibido amenazas de muerte o ciertas amenazas donde a mí se me ha fotografiado por la calle sin yo ser consciente de ello. Entonces, con muchos espero verme en un juzgado y que sean condenados por amenazar, por injuriar, por coaccionar, por amedrentar y por todo tipo de delitos que que sin duda han realizado", añade, puesto que, a pesar de la dificultad de identificar a los acosadores anónimos, Sarah espera que las denuncias sirvan para sentar un precedente y combatir la impunidad online.
Mantenerse firme ante la virulencia del acoso no es tarea fácil. Sarah reconoce que “cada día cuesta más” y que el sufrimiento es real. Sin embargo, se niega a ceder ante el odio y a renunciar a sus principios. "Soy una mujer que defiende los derechos humanos, la lucha de las mujeres, al colectivo LGTBI, que reivindica una sanidad para todos y para todas, que reivindicó que todos tengamos derecho a una vivienda digna, como dice la Constitución, que no tengo ningún pelo en la lengua para hablar de lo que está sucediendo en Palestina o en Ucrania, y creo además que tengo una conciencia de clase ante todo esto, porque así así me han educado también mis padres, no ser más, pero tampoco menos que nadie, que todos podemos tener los mismos derechos y las mismas posibilidades. Cuando tienes este mensaje y reivindicas todo esto, hay al otro lado una serie de sectores que detestan lo que estás diciendo porque no es lo que ellos quieren".
Por eso, Sarah considera que su trabajo va más allá de lo profesional: se trata de defender sus convicciones y su derecho a expresarse libremente. “Son mis principios y creo que no se deben cambiar”, declara con firmeza. Esta convicción la impulsa a seguir adelante, a pesar del miedo y la presión.
Sarah es consciente de que su situación no es única y que su resistencia puede servir de ejemplo para otros profesionales que sufren acoso. "Nunca podré cambiar el discurso, porque lo que digo lo creo firmemente. Están acostumbrados a que se siente gente en ciertas tertulias con un discurso financiado y pagado desde lobbies, empresas o partidos políticos, y conmigo han pinchado en hueso, porque todo lo que digo lo pienso y lo creo firmemente, fuera y dentro de cámara, por la noche y por el día", matiza con energía.
Sarah Pérez Santaolalla no esconde el miedo que siente ante las amenazas y el acoso. “¿Cómo no vas a tener miedo, es que a ti te están diciendo que cuando te vean por la calle te van a matar?”, pregunta retóricamente. El temor por su seguridad y la de su familia es una realidad constante, pero no la paraliza. A pesar de la oscuridad del odio online, Sarah encuentra motivos para la esperanza. Destaca el apoyo recibido por compañeros, medios de comunicación y ciudadanos anónimos, un respaldo que la “reconcilia con la humanidad”.
“A pesar de que ellos hagan mucho ruido, al otro lado también hay paz y hay conciencia, hay normalidad”, concluye Sarah, enviando un mensaje de esperanza y resistencia. Su testimonio es una llamada a la reflexión sobre los límites del odio en redes sociales y la necesidad de proteger la libertad de expresión y la salud mental de los profesionales de la comunicación.