El sindrome del cuidador quemado

Después de haber leído en la prensa que un hombre dejó morir a su esposa después de estar tirada en el suelo, por una caída fortuita debido a las múltiples patologías que sufría, creo que es necesario recordar que el cuidador debe cuidarse para poder cuidar. No era este caso, ya que el citado individuo tenía antecedentes desde hace una década por malos tratos y abandono. La justicia ya se hizo cargo del tema. Y, por mi parte, ahí lo dejo. No sin antes dar unas pautas para todas las personas, habitualmente mujeres que cuidan de personas mayores y quizá no sepan que están sufriendo el “síndrome del cuidador quemado”. Cuidar de mayores o pequeños, es una experiencia positiva, cariñosa, emotiva y gratificante. Aun así, también puede provocar estrés, frustración, ansiedad y depresión.

¿Cómo evitar el síndrome del cuidador? Con el cuidado diario, la salud del enfermo puede llegar a mejorar considerablemente, mientras que la del cuidador se deteriora progresivamente. Y si es el caso contrario y, a pesar de los cuidados, la persona dependiente no mejora, el grado de deterioro en el cuidador puede ser aún mayor debido a la frustración que le generan los resultados.

Conforme va pasando el tiempo, el cuidador va asumiendo poco a poco una gran carga física y psíquica, ya que se responsabiliza por completo de la vida del dependiente: darle la medicación, prepararle la comida, cuidados básicos, estimulación física y cognitiva, visitas al médico, higiene…

Poco a poco, la cuidadora se va sintiendo absorbida, perdiendo sin darse cuenta su propia independencia: deja de lado su vida personal, familiar, social e incluso laboral. Esto provoca que se desatienda a sí misma. Para cuidar bien de otro primero debemos cuidarnos a nosotros mismos.

¿Qué síntomas presenta el cuidador quemado?

A) Cansancio y preocupación continua.

B) Insomnio.

C) Pérdida del apetito y/o de peso.

D) Dolores de cabeza o en otros puntos del cuerpo.

E) Palpitaciones, irritabilidad y cambios frecuentes de humor.

F) Niveles elevados de estrés, ansiedad y apatía.

G) Abuso de alcohol, tabaco o de ansiolíticos y antidepresivos.

H) Dificultad para concentrarse y para relajarse.

I) Alteraciones en el entorno familiar del cuidador

Todo ello lleva a menudo a sufrir tristeza, desesperanza, aislamiento familiar y social. Incluso, puede perderse el interés en el puesto de trabajo y acabar perdiéndolo.

Nunca olvide que primero es usted, que es igual que un pozo. Si está seco, por mucho que tire el cubo al fondo, volverá a la superficie vacio, pero mellado, de los golpes que se da contra las paredes del pozo.

Pida ayuda, no es vergonzoso, muy al contrario, es muy necesario y jamás renuncie a sus relaciones sociales, culturales y de ocio. Nuestro cerebro necesita oxigenarse, recupere el control. Ponga límites a las demandas de la persona dependiente, no haga lo que ella puede hacer por sí sola, aunque lo haga más lenta o mal. Además, no te sientas imprescindible. De hecho, es muy importante delegar responsabilidades para que la situación no le sobrepase. Aprenda a cuidarse para cuidar mejor.