Hace 150 años, en abril de 1875, Cantalapiedra inauguraba la historia ferroviaria de la provincia con la puesta en funcionamiento de su estación, a la que siguieron en 1877 las de El Pedroso, Gomecello y Salamanca.
Aunque parece que las líneas férreas siempre hayan estado ahí, integradas como parte del paisaje, lo cierto es que en el caso de la provincia de Salamanca apenas llevan siglo y medio entre nosotros, cumpliéndose este año el 150 aniversario de la llegada del ferrocarril a nuestra primera estación en estar operativa, la de Cantalapiedra.
Y es que fue un 19 de abril de 1875 cuando la estación de ferrocarril de Cantalapiedra era abierta al tráfico, tras completarse las obras del tramo Medina del Campo-Cantalapiedra del proyecto de línea férrea Medina-Salamanca, siendo la estación cantalapetrense la primera de la provincia, acercando con su puesta en marcha la llegada del ferrocarril a la ciudad de Salamanca, que llegó dos años después, una vez que se concluyeron en 1877 los tramos Cantalapiedra-El Pedroso y El Pedroso-Salamanca de esta línea ferroviaria.
De este modo, tras la de Cantalapiedra, la estación de El Pedroso de La Armuña fue la segunda estación salmantina en ponerse en funcionamiento (junto a la hoy desaparecida de Cantalpino o La Carolina), el 3 de agosto de 1877, siguiendo a la misma las estaciones de Gomecello y Salamanca el 26 de agosto de 1877, junto a los apeaderos de Pitiegua y Moriscos, que también pasaron a estar operativos ese día, iniciándose la explotación de la línea entre Salamanca y Medina del Campo dicho 26 de agosto de 1877, aunque la inauguración oficial tuvo que demorarse unos días.
Así, el viaje inaugural oficial de esta línea tuvo lugar el 1 de septiembre de 1877, cuando el rey Alfonso XII se embarcó en un tren para hacer el tramo Salamanca-Medina del Campo, pasando por los campos de La Armuña y Las Guareñas, a través de unas localidades que la llegada del ferrocarril iba a cambiar por completo, especialmente en el caso de Gomecello, que vivió un gran aumento demográfico tras la llegada del ferrocarril, quintuplicando su población en unas décadas, al pasar de 237 habitantes en 1877 a 1.010 en 1960, pasando a convertirse en la capital económica de La Armuña.
Y es que la llegada del tren fomentó la implantación a su vera de industria de transformación de los productos agrícolas, al suponer un medio inmejorable para la exportación de productos, ganando competitividad respecto a aquellas áreas que carecían de ferrocarril, lo que facilitó asimismo la construcción ya mediado el siglo XX junto a las vías de grandes silos como los de Cantalapiedra y Gomecello, rascacielos que aprovechaban la vía férrea por la facilidad que permitía para el transporte de cereales o legumbres.
En todo caso, los inicios de la construcción de esta línea férrea no fueron fáciles, ya que pese a ser adjudicada su construcción y explotación el 20 de abril de 1864 a Carlos Moreau, este no inició las obras, sino que esta adjudicación fue transferida de forma reiterada de unas manos a otras, hasta que finalmente el 29 de noviembre de 1871 recaló en la recién creada ‘Compañía del Ferrocarril de Medina del Campo a Salamanca’, que finalmente fue quien inició las obras tras el inicio del pago de expropiaciones en 1873.
En su construcción, tanto los raíles como otros accesorios metálicos de la vía inicialmente instalados fueron contratados a fundiciones de Bélgica, incluyendo los discos de señales y las agujas de cruzamiento, así como los cuatro puentes metálicos que integraban la vía, teniendo la construcción de la línea un coste final de más de 8 millones de pesetas de la época, estableciéndose además inicialmente en Cantalapiedra los talleres generales de la línea, que empezaron a funcionar en 1880 de forma provisional para el mantenimiento del material móvil de esta línea de ferrocarril, para lo cual se instalaron en Cantalapiedra dos tornos, dos máquinas de cepillar, dos máquinas de taladrar y una máquina de serrar madera.
Por otro lado, la construcción de esta línea férrea y su llegada a Salamanca allanó el camino para la construcción de la vía que uniría la capital salmantina con Portugal a través de Fuentes de Oñoro, que por su parte sirvió para hacer económicamente viable la línea Salamanca-Medina, que tuvo en sus primeros años dificultades por su bajo número de viajeros y la escasez de productos que se importaban o exportaban a través de la línea, viéndose notablemente incrementados los viajeros y productos al entrar en funcionamiento en 1886 la vía férrea que conectaba Salamanca con Portugal y que, a su vez, permitía conectar Portugal con París.
Asimismo, con el paso de las décadas la línea férrea Salamanca-Medina fue renovándose, cambiando los carriles de hierro iniciales por otros de acero, sustituyéndose las traviesas así como el balasto de arena primitivo por piedra machacada, o fortaleciéndose los puentes de la línea dado el cada vez mayor peso y velocidad de los trenes, que comprometían la seguridad de los inicialmente construidos. Mejoras a las que de forma mucho más reciente habría que añadir la electrificación de la vía o la supresión de los peligrosos pasos a nivel de Gomecello, que se cobraron una vida por arrollamiento en 2011.
En todo caso, hoy, 150 años después de que se pusiese en marcha la estación de Cantalapiedra, que inauguró la historia ferroviaria salmantina, esta línea sigue a pleno rendimiento, siendo un elemento vertebrador que brinda oportunidades de desarrollo para las comarcas de La Armuña y la Tierra de Cantalapiedra, así como para la ciudad de Salamanca. Y en cuanto a la vitalidad de la vetusta estación de Cantalapiedra, la abuela ferroviaria de la provincia, cabe destacar que registró un total de 6.177 viajeros el año pasado, siendo tras las de Salamanca y Peñaranda la estación que registró más viajeros de la provincia en 2024. Y todo ello empezó hace 150 años, que sean muchos más.
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