«Por buscar nuestro contento, lo perdemos: y al Señor también. Porque quien a sí mismo como a último fin busca, perderse tiene. Quien su contento quiere, en su descontento ha de caer, pues es como idolatrar consigo mismo y dejar a su verdadero Dios, que es el único descanso de nuestras almas» (san Juan de Ávila).
El Evangelio habla de perderlo todo para ganarlo todo. Y nosotros, normalmente, obramos al revés, queremos ganar todo: alegría, paz, buscando nuestros propios caprichos, no arriesgando nada… Y así no conseguimos lo que buscamos.
Cumplir la voluntad de Dios llena el corazón de paz, serenidad, entereza y alegría. Así lo revela santa Teresita: «Mi corazón está lleno de la voluntad de Dios. Así, cuando se le echa algo encima, no penetra en el interior; es una nada que resbala fácilmente, como el aceite, que no puede mezclarse con el agua. Me quedo siempre con una paz profunda en el fondo que nada puede turbar». Dos días más tarde, en una de sus últimas cartas, aseguraba: «No estaría tan alegre como lo estoy si Dios no me enseñase que la única alegría en la tierra es cumplir su voluntad».
Una de tantas razones por las que no nos entregamos a la voluntad de Dios y no nos abandonamos en sus manos es porque queremos tener el control de nuestra vida. Louis Évely compara nuestra conducta con la de un pasajero que va en un taxi o autobús. Si paras un taxi o te subes a un autobús -dice él-, no se te ocurre pedirle al conductor su permiso de conducir. Te fías de él; te pones en sus manos. ¡Pero en Dios no confiamos! Tratándose de Él, continuamente nos gustaría arrancarle el volante de las manos. Estamos convencidos de que sabemos conducir mucho mejor que Él . En cuanto nuestra vida da un viraje un poco brusco, se detiene o acelera más de lo normal, nos ponemos a dar gritos de angustia, como niños mal educados.
Frank Borman, un astronauta del Apolo VIII, pronunció a 350.000 km de la tierra una oración llena de confianza: «Señor, concédenos la posibilidad de ver tu amor en el mundo a pesar de los defectos humanos. Concédenos la fe, la confianza, la oración a pesar de nuestra ignorancia y flaqueza. Concédenos lucidez para que sepamos seguir orando con corazón comprensivo y muéstranos lo que cada uno de nosotros puede hacer para facilitar que venga a nuestro mundo la paz universal».
El miércoles, día 5, comienza la Cuaresma, tiempo de escuchar a Dios y pedirle fuerzas para cumplir su voluntad.
«Lo que Vos queráis, Señor,
sea lo que Vos queráis. ..
Gracias si queréis que mire,
gracias si queréis cegarme;
Gracias por todo y por nada;
sea lo que Vos queráis» (Juan Ramón Jiménez)
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