La fallida reunión de Trump con el presidente ucraniano Zelensky el pasado viernes en el despacho Oval de la Casa Blanca, ha sido el punto álgido de la inquietud internacional que han creado las primeras medidas gubernamentales del presidente Trump. Desde esa reunión interrumpida por el conflicto de intereses entre los dos países, la mayoría de ciudadanos del mundo contiene la respiración, ante la dificultad de ver soluciones pacíficas, negociadoras en la divergencia de puntos de vista.
Zelensky se ha quedado solo defendiendo a su país, amparado por la UE, en su guerra contra el agresor ruso.
Desde el sencillo punto de vista de un ciudadano cualquiera de la UE, se percibe la actual situación internacional con temor y pesimismo. Las palabras de Trump acusando a Zelensky “de jugar con la Tercera Guerra Mundial” han dado forma a ese miedo creciente de los últimos años.
Mi humildísima opinión de simple ciudadano se queda en un escuálido sentido común; la formularé como la única posibilidad que me viene desde mi muy limitada información: a partir del viernes pasado incluso la seguridad personal del presidente Zelensky conlleva un riesgo; lo primero que quizás debería hacer es buscar un lugar o espacio seguro desde el que iniciar unas negociaciones con el gobierno de Putin para un rápido alto el fuego y una firma posterior de paz; como ya han expresado muchos líderes europeos estas negociaciones estarían apoyadas por la UE, sin más miembros en la mesa de negociación. Pues cuantos más miembros negociadores estuvieran en esa definitiva mesa, más difícil sería llegar a un tratado de paz.
A la vez, el acuciante y difícil conflicto palestino-israelí debería entrar en una nueva fase de negociación bilateral, amparada por la ONU.
No se trata de negar ningún protagonismo internacional a los EEUU de Trump, sino de aplazar su papel a una fase posterior caracterizada por la firma de acuerdos pacíficos en los dos conflictos citados.
Y, en otro nivel, fuera de la política, como reflexión antropológica sería útil que todos reflexionáramos sobre si quizás no hay un nexo en nuestra especie que una el final epidemiológico de la traumática epidemia de Covid 19 con el comienzo de estos conflictos bélicos generalizados; la primera pandemia del presente siglo ha producido una cifra de muertes tan alta, que la angustia del ser humano ante los límites que la naturaleza ha impuesto, se ha desbordado en su interior. De un modo compulsivo el ser humano ha preferido “salir a la calle”, salir al exterior de sí mismo y actuar la agresividad y el dominio sobre los otros, para defenderse de la angustia de la cercana y traumática muerte. Los traumas emocionales no se resuelven no hablando de ellos.
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