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Maribel, 30 años ayudando a personas con VIH en Salamanca: “No solo se trataba de enfermos, sino de personas marginadas por la sociedad"
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TESTIMONIO

Maribel, 30 años ayudando a personas con VIH en Salamanca: “No solo se trataba de enfermos, sino de personas marginadas por la sociedad"

Actualizado 28/02/2025 09:28

Ya jubilada, está pediatra lleva ayudando ya poyando a las personas con VIH desde que se abrió la Casa del Sida en la ciudad

Maribel Heras lleva tres décadas como voluntaria en Cáritas Salamanca. Su trayectoria comenzó hace 30 años, cuando aún era pediatra y su implicación se centraba en los hijos de madres seropositivas. “En esa época, el VIH era una pandemia devastadora. Había una gran preocupación porque la mayoría de los enfermos morían, y se necesitaba a alguien que los atendiera”, explica Maribel.

En aquellos primeros años, el escenario era muy diferente al actual. La Casa del Sida, en lo que hoy es Casa Samuel, se convirtió en un refugio para quienes padecían esta enfermedad, pero también para aquellos que, debido a su adicción a las drogas o su marginación, eran rechazados por la sociedad. “La casa empezó a funcionar con voluntarios. Recuerdo que llegamos a ser hasta 80 o 90. Éramos un equipo que lo hacíamos todo, desde la atención a los enfermos hasta la preparación de la comida”, recuerda Maribel.

Aunque el SIDA ya no es lo que era, el voluntariado de Cáritas sigue siendo crucial. “Hace diez años me jubilé, y aunque dejé de estar tan implicada durante la pandemia, aún sigo participando cuando puedo. Ahora, ya no es solo la enfermedad, sino la situación de personas que se encuentran excluidas, abandonadas por la sociedad”, reflexiona.

Recuerda que los primeros años fueron difíciles. En aquella época, la mayoría de los pacientes de la Casa del Sida estaban en fase terminal. “Era muy duro. Sabías que, más pronto que tarde, todos iban a morir. Nos tocaba acompañarlos en esos momentos tan difíciles, y aunque éramos voluntarios, nos implicábamos completamente”, explica Maribel. Las condiciones eran precarias, sin ascensores para los enfermos que necesitaban sillas de ruedas. “Recuerdo cómo subíamos las sillas por las escaleras, y cómo aprender a usar las poleas para mover a los pacientes”, dice, mientras evoca la crudeza de esos primeros días.

Maribel relata cómo, a pesar de ser un trabajo muy exigente, la gratificación que obtenía al ayudar a los demás era lo que le permitía seguir adelante. “Si no fuera gratificante, habría tirado la toalla. No me imagino haciendo otra cosa. Al final, te enseñarán muchísimo estos pacientes, con todo lo que han sufrido”.

Un entorno de soledad y exclusión

Uno de los aspectos que más le impactó fue la soledad de los pacientes. "No solo se trataba de enfermos de VIH, sino de personas marginadas por la sociedad. Muchos no tenían familia que los apoyara. La mayoría eran exadictos, personas que ya estaban fuera de la sociedad. Si no llegamos a estar allí para acompañarlos, no sé qué habría sido de ellos”, confiesa.

Hoy, la situación ha cambiado. El VIH ya no es una sentencia de muerte gracias a los avances médicos. “Ahora, los enfermos de SIDA ya no se mueren como antes. Hay gente que vive una vida más o menos normal, incluso trabajando. La casa ha ido ampliando su labor, y ya no solo acoge a personas con VIH, sino también a aquellos que, aunque no estén enfermos, necesitan apoyo porque no tienen a nadie”, comenta Maribel.

Hoy en día, Maribel sigue colaborando, aunque su rol ha cambiado. “Ahora, ya no es lo mismo. Hay un equipo de trabajo profesional en la casa, y yo solo voy una vez a la semana, a charlar con los internos, darles un paseo o acompañarlos al médico”, explica. A pesar de que la intensidad ha disminuido, Maribel se siente feliz de seguir formando parte de la organización. “El voluntariado para mí también es un entretenimiento. Cuando me jubilé, me llamaron de un centro de día y estuve dando clases un tiempo. Siempre tengo algo que hacer, y más en un entorno como este, donde conoces a la gente y te haces parte de su vida”.

Maribel asegura que lo más importante es la salud, y, mientras se sienta bien, continuará apoyando: “Es parte de mi vida. No lo haría si no fuera gratificante. La vida es dura, pero nosotros trabajamos con la gente más excluida, y en eso, no hay que rendirse”, concluye.