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Yo nací un día azul, el hermoso testimonio de la lucha por la vida de Juan Carlos López Pinto 
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Yo nací un día azul, el hermoso testimonio de la lucha por la vida de Juan Carlos López Pinto 

Actualizado 08/02/2025 10:06

El poeta y periodista, ahora activista social por la visibilidad de la discapacidad, presentó su libro en la Iglesia Vieja de Pizarrales

Es viernes por la tarde y este barrio vivo y combativo está de fiesta, van cerrando los pequeños comercios que se mantienen animosos y se llenan los bares con esa alegría del descanso que también es visita a la Iglesia Vieja de Pizarrales donde se ofician los actos culturales. Y esta vez, con un protagonista de excepción muy ligado por trabajo y afecto al barrio de las cuestas y los afanes: Juan Carlos López Pinto, quien llega con su libro bajo el brazo y la compañía de excepción de quien es casi su coautora, una luminosa y radiante Carmen Borrego.

Libro de variada lección, es 'Yo nací un día azul' un testimonio sincero, doloroso y valiente de la experiencia de López Pinto tras sufrir un ictus hemorrágico que casi se lo lleva por delante el 10 de octubre del 2017. Se hallaba el periodista apasionado de su trabajo, trabajador sin tregua que apenas cuidaba de su salud, frente a la ciudad que ama, en el Parador de los atardeceres tan hermosos que lo último que pronunció antes de desplomarse fue una frase definitiva: ¿Habéis visto que cielo azul, queé tarde más bonita? Lo siguiente fue un calvario de comas reales e inducidos hasta que consiguieron estabilizarle, y es esa experiencia junto con sus graves secuelas, lo que narra López Pinto en la primera parte de este libro cuya venta sirve para recaudar fondos para ASDACE, la organización que cuida a los afectados por daño cerebral severo.

Un libro colaborativo, porque no solo cuenta la experiencia personal de López Pinto, cruda y necesaria. En él personas tan destacadas como Vicente del Bosque, Irene Villa o el Langui –impresionante su texto de hechuras taurinas- aportan sus testimonios junto con el de los médicos, trabajadores sanitarios y aquellos que rodean a Juan Carlos en su periplo por el que llama, de forma franciscana “hermano ictus”. Un libro en el que defiende a capa y espada la sanidad pública, porque aunque reconoce que ha sido receptor de “rezos al por mayor”, a él lo ha salvado la ciencia. Una ciencia que fue capaz de contener la hemorragia feroz del ictus que explica, de forma muy gráfica, con una piedra y una patata de su tierra, Cantalpino, siempre presente. Como lo está la literatura, razón de su vida y ahora, medio con el que se expresa y ayuda a quienes están aún en peor situación. El resto del libro es un poemario hermosísimo y un compendio de aforismos, relatos breves y reflexiones, porque a medida que mejora su atención, López Pinto ha de centrarse en el género breve que puede trabajar escribiendo a mano, reflexionando en ese tiempo que le queda entre las terapias, el activismo y la vida. Esa vida que estuvo a punto de escapársele de las manos.

Es este un libro de amplio alcance que tuvo a la mejor de las diseñadoras gráficas para materializarlo. La naturaleza diversa de los textos, la necesidad de flexibilizar su tamaño… Carmen Borrego jugó con la tipografía, con el color, con el diseño y sobre todo, convirtió en bellísimas ilustraciones el imaginario de Juan Carlos. Con amor, con humor, con maestría indudable, este libro es una joya para el lector que se emociona con la lectura de la prosa directa y certera del autor y con la sensibilidad y pericia de su diseñadora, quien cuenta que el libro “tenía que ser azul” como el color de la cofradía de la Veracruz, tan cercana a López Pinto, un libro cuyo trabajo fue duro, largo y al que le echó todo el sentimiento de una amistad y admiración sentidas, porque Juan Carlos ha sido, es, nuestro estimulante jefe en las tareas periodísticas de Salamanca rtv al Día, cuya primera sede estaba, precisamente, en Pizarrales.

Es López Pinto un sabio conferenciante. Se explica con claridad, enhebra las anécdotas, reflexiona sabiamente sobre aspectos que no nos atrevemos a abordar como la enfermedad, la vejez, la muerte, insiste en el cuidado de cada uno de nosotros y sobre todo, da gracias a la vida a través de la ayuda que le han prestado sanitarios, trabajadores de ASDACE, usuarios, amigos, familia… Porque en el amoroso entorno de Juan Carlos, los días se suceden en una lucha constante por superar la hemiplejia, la depresión y sobre todo, por ayudar a los otros. No olvida nuestro protagonista el número doloroso de personas que sufren accidentes cerebro-vasculares por diversas causas –accidentes de tráfico, ictus debidos a nuestra acelerada vida moderna- que requieren de cuidados y de apoyo social. Un apoyo que, en ocasiones, desaparece a la salida del hospital. De ahí su compromiso con las organizaciones que se ocupan de la discapacidad, y su apoyo a quienes están aún peor que él y a quienes brinda su ánimo. Un ánimo que, a veces, se agota, como bien reconoce en el libro. Un libro que es un homenaje a la medicina, a quienes le han acompañado y acompañan en el duro periplo y al mundo de la discapacidad donde no hay más mantra que “caer y levantarse.

Emociona Juan Carlos con sus hermosas palabras, y más cuando muestra su necesidad de pedir ayuda en su ansia de vivir. De ahí que sea la suya una lección para aplicar en nuestro caminar diario. Leer este libro despierta una sonrisa admirativa y nos hace mejores, como nos sucede cuando le escuchamos decir que sueña con pájaros, él que tiene un ala y una pata rota, esa “pata chirula”, expresión de su hermana que nos queda como risa y como anécdota feliz de un hombre que en la pandemia sufría por no poder aplaudir a las ocho de la tarde y al que Blanca, la gran protagonista que no quiere serlo de sus palabras, esposa y trabajadora infatigable de la sanidad que salvó y salva a Juan Carlos, le compró una carraca para que imitara el sonido del aplauso, el mismo que le damos en este altar de la cultura de Pizarrales. En la antigua iglesia hemos disfrutado, reído y casi llorado la experiencia de un hombre valiente que afirma que el “hermano ictus” le ha hecho mejor persona y que ahora, defiende la causa de quienes precisan cuidado, visibilidad y reconocimiento. Sirva este libro abrazado por tantas instituciones y buenas gentes para todo ello, de la mano de un periodista apasionado, ahora, apasionado defensor de una causa que no es solo suya, sino la de todos: Juan Carlos López Pinto, a quien tanto admiramos y queremos.

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez