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¿Quiere Trump regresar a una sociedad primitiva y salvaje?
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Desde la Code. Profesor de Derecho Penal de la Usal

¿Quiere Trump regresar a una sociedad primitiva y salvaje?

Actualizado 08/02/2025 09:11

En las pocas semanas que lleva Trump como presidente de EE.UU., está creciendo el miedo entre los ciudadanos y la Comunidad Internacional, porque la soberbia, la mala educación, las actuaciones esperpénticas y autoritarias –más propias de tiranos mandatarios de la talla de Calígula, Nerón, Hitler o Kim Jong-un- y su más que probada incompetencia política, pueden llevar a la destrucción de la convivencia social tal como la hemos conocido.

Si hace 500 años, el fraile dominico y jurista Francisco de Vitoria, la figura más relevante de la Escuela de Salamanca, fue capaz de sentar las bases del futuro “derecho de gentes” con la afirmación de una Comunidad Internacional universal que aglutinara tanto a “cristianos” como a infieles, situando al ser humano, independiente de su procedencia, pensamiento o creencias, como futuro sujeto del Derecho Internacional, siendo el precursor más relevante de una sociedad moderna, tolerante y democrática que respeta la dignidad y los derechos de todos los seres humanos, sin excepción; si esto fue posible impulsarlo hace 5 siglos de la mano de la Universidad de Salamanca, insisto, en la actualidad Trump y su camarilla quieren devolver al mundo a un “estado salvaje” en el que la razón de la fuerza se imponga a la fuerza de la razón, cuando la experiencia histórica nos demuestra que estos ensayos de locura lo único que germinan es guerra, destrucción, represión, exilio, esclavitud, sometimiento, desplazamiento forzoso, tristeza y hambre.

El plan de Trump para Gaza que consiste en expulsar a todos los palestinos de la franja y destinarlos a otros países árabes próximos para convertir la zona en la “Riviera de Oriente Medio”, es decir en una zona turística para las élites ideológicamente afines al “Trumpismo” y para los más poderosos del planeta, que implicaría la deportación forzada de más de dos millones de personas que tienen allí su vida, sus familiares, sus amigos, su cultura y tradiciones y su futuro, es un auténtico despropósito, además de constituir delitos de “Lesa humanidad”, perseguidos por la Comunidad Internacional.

Nada más pregonar Trump esta deleznable ocurrencia, los organismos internacionales más relevantes se han posicionado radicalmente en contra de la medida porque supone vulnerar las más elementales normas, convenios y tratados sobre derecho internacional humanitario. Y los países más importantes de Europa, como Alemania, Francia, Reino Unido o España han censurado con dureza estas bravuconadas de un mandatario caprichoso -más cercano al Calígula que quería nombrar cónsul a su caballo Inciatus-, que lo único que le interesa es alimentar su ego.

Parece mentira que la masa social que apoya a este tipo de egocéntricos mandatarios -con escasa empatía y excesiva soberbia-, ignore los dramáticos sucesos provocados por los fascismos y totalitarismos del siglo pasado. En USA, Trump ya ha comenzado a gestionar la barbarie sin que la Comunidad Internacional haya actuado con medidas contundentes y amenace con “pararle los piés”. Es lamentable que la inmensa mayoría de países (125) formen parte del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y que, a pesar de ello, Trump quiera imponer sanciones al personal de la Corte Penal Internacional que investigue a ciudadanos de USA o sus aliados, incluido Israel. Es necesario que todos los países que formen parte del referido organismo actúen con unidad de criterio en la defensa de la justicia y de los derechos fundamentales de los ciudadanos. No es de recibo que Trump quiera imponer su “ley de la selva” pisoteando las más elementales normas de convivencia de la Comunidad Internacional.

Ante estas tropelías, las formaciones políticas ultras, la extrema derecha mundial, lo celebra efusivamente y los países donde estos partidos han formado gobierno, como Italia o Hungría, se hayan mostrado favorables a estas medidas. Y lo más grave en nuestro país, no es que Abascal y los líderes de VOX estén encantados con estas bravuconadas de Trump –no sólo con su esperpéntica idea del futuro de Gaza, sino también al imponer aranceles a productos de otros países, una guerra comercial insólita- sino lo más preocupante es el sospechoso silencio del líder de la oposición, Feijóo, demostrando una vez más sus habilidades de cobardía y zorrería políticas. ¿Por qué no ha condenado Feijóo estas excentricidades y actuaciones contra los derechos humanos de Trump? ¿Será porque a la señora Ayuso –versión española del presidente norteamericano- le encanta el Trumpismo y Feijóo no tiene la gallardía ni el valor de condenar tal cúmulo de sevicias? Incluso durante este viernes, cuando Feijóo fue preguntado por algún periodista por el plan de Trump en Gaza, respondió que “hoy toca hablar de vivienda”, ¿de qué políticas de vivienda? ¿De las especulativas que practican comunidades como Madrid en las que ni se declaran zonas tensionadas ni se limitan los abusivos alquileres?

Yo estoy convencido de que muchos de los votantes moderados del PP no están de acuerdo con las políticas de Trump y estoy seguro que el plan que tiene para Gaza también les parece un esperpento y un ataque a la dignidad, los derechos humanos y a la normativa internacional.

¿Por qué el PP no concentra a los ciudadanos en la Puerta del Sol de Madrid para criticar los crímenes de lesa humanidad que se están cometiendo en Gaza, como concentra a la gente para criticar el régimen de Maduro en Venezuela? La verdad es que las críticas a Maduro y su régimen no está en el centro de gravedad de la actuación del PP, porque lo único que le importa realmente es criticar al gobierno español de Pedro Sánchez intentando equipararlo al de Maduro. A Feijóo, Ayuso y otros miembros del PP se les ve demasiado “el plumero”. Ayuso lo hace porque está convencida de que es la mejor manera de actuar en política. De Feijóo no lo tengo tan claro, aunque con sus últimas actuaciones está demostrando ser rehén de los postulados de Ayuso. Todo vale, con tal de llegar a ser presidente de gobierno de España.

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