El popular tendero macoterano cierra su establecimieto tras 37 años de trabajo tras el mostrador
La alegría se entremezcla con la emoción y las sensaciones amargas que deja una despedida, algo que hoy se ha vivido de manera especial en Macotera, con el punto y final definitivo de José Guerras a su histórica tienda en el barrio de Santa Ana, comerciante que echa el cierre para comenzar a disfrutar una más que merecida jubilación.
José ha tirado la casa por la ventana este sábado, organizando un aperitivo a las puertas de su establecimiento, celebración a la que han acudido familiares de sangre y su otra familia, los vecinos y clientes de toda la vida que no han querido pasar la oportunidad de acompañar al tendero macoterano en su último día con el establecimiento abierto.
Pero la historia de trabajo de José arrancaba muchos años atrás y de manera bien distinta. “Empecé en un bar donde estuve nueve años. La tienda era de mi madre, me decidí a quedarme con ella y la hice más grande para dar mayor servicio. Y desde aquello han pasado ya 37 años”.
Guerras recuerda con gran cariño no pocos momentos vividos en su comercio, un lugar de inevitable paso para infinidad de vecinos. “Aquí tengo sillas y una mesa con la televisión…la clientela venía y se sentaba aquí a charlar, como si fuéramos de familia, éramos como de casa. Y es que, al final, la tienda era la despensa de todos” explica.
Pero José también ha vivido el sufrimiento que padece el pequeño comercio del medio rural, situación que, en su caso, hoy llega con fortuna a su final, pero asegura que ha sido “un camino duro, han sido años muy duros, ya que cada vez tenemos menos gente comprando mientras que los pagos nos comen. Sinceramente creo que es un triunfo haber aguantado tantos años”.
Mas allá de esto, José Guerras es un orgulloso ‘santanero’ vecino de cuna del popular barrio de Santa Ana en Macotera, del que hace gala allá por donde va. “Nací aquí y mi negocio ha estado en este barrio, no puedo estar mas orgulloso y feliz de serlo” mientras que además muestra su gratitud a los diferentes comerciantes de la localidad, de los que asegura que “aquí no hay competencia…cuando estuve enfermo debido a un problema en la espalda, eran ellos los que me traían el pescado para poder seguir trabajando. No puedo más que darles las gracias a todos” ayuda que el también ha entregado en cuanto se la pedían. “He tenido días de cerrar la tienda si me llamaba alguien que necesitaba algo de mi…incluso he llegado a dejar a clientas aquí sentadas y marcharme corriendo a echar una mano a quién me lo ha pedido”.
Hoy, 37 años después y con mucha biografía a sus espaldas, José junto a su incansable compañera y esposa Romy, despiden esta etapa vital con una larga mesa llena de comida y bebida, dispuesta para todos los que han querido acompañarle en su despedida, momento en el que no han faltado los reencuentros, las lágrimas, los abrazos de vecinos, clientes y familia, o las no pocas sorpresas que hijos y nietos le han dedicado, mientras piensa ya en los ‘nuevos oficios’ de jubilado, entre los que no faltaran ni las fotos de cada evento que viva, ni el huerto ni sus salidas al campo, sus grandes pasiones.