Con la llegada de la festividad de San Blas, numerosos salmantinos atan en su cuello la famosa gargantilla del santo para mantener viva una tradición que perdura
Cada 3 de febrero, la festividad de San Blas cobra protagonismo en la provincia de Salamanca. Más allá del conocido refrán "Por San Blas la cigüeña verás, y si no la vieres, año de nieves", esta fecha está marcada por la celebración de numerosas festividades en honor al santo, acompañadas de una tradición ancestral: las gargantillas de San Blas.
A pesar del paso del tiempo y de los cambios sociales, esta costumbre sigue vigente, aunque con menor fuerza, en localidades como Salamanca, Béjar y Ciudad Rodrigo. La globalización y la transformación de las costumbres han ido mermando su presencia, pero aún pervive como un vínculo con las raíces culturales y supersticiones que han conformado el imaginario colectivo de generaciones pasadas.
La tradición de las gargantillas de San Blas tiene un significado especial: se cree que, al ser bendecidas y colocadas en el cuello, protegen contra las enfermedades de la garganta. En pleno invierno, cuando las afecciones respiratorias son más comunes, esta sencilla tira de tela de diversos colores simboliza el deseo de bienestar y salud. La práctica dicta que deben llevarse desde el 3 de febrero hasta el Miércoles de Ceniza, fecha en la que se queman como acto simbólico de fe y renovación.

Sin embargo, la presencia de las gargantillas en Salamanca se ve amenazada. Los vendedores de estas tiras de colores, fácilmente reconocibles por sus perchas repletas de cintas, son cada vez menos y cuentan con una media de edad avanzada. La falta de relevo generacional y el desconocimiento de esta tradición entre las nuevas generaciones hacen que su futuro sea incierto, tal y como abordamos conociendo el testimonio de Mercedes, una de las vendedoras.
A pesar de estas dificultades, cada año, un número considerable de salmantinos sigue adquiriendo sus gargantillas, manteniendo viva la tradición y reforzando el vínculo con su historia y creencias. Aunque la llama de esta costumbre parpadee con menos intensidad que antaño, aún resiste, aferrándose a la identidad cultural de Salamanca y recordándonos que las tradiciones, por más frágiles que sean, pueden perdurar mientras haya quienes las valoren y transmitan a las generaciones futuras.
San Blas fue un médico destacado que utilizaba su profesión para difundir el cristianismo. Fue elegido obispo y, durante la persecución de Diocleciano, se refugió en una cueva donde curaba a animales heridos. Uno de los milagros más impactantes ocurrió mientras era llevado al martirio: una madre presentó a su hijo, quien agonizaba porque una espina de pescado se le había atascado en la garganta. San Blas colocó sus manos sobre la cabeza del niño, rezó, y la espina desapareció, el niño recobró su salud y el pueblo aclamó al santo.
Fue decapitado en el año 316, pero su fama de milagroso creció, siendo invocado especialmente como protector contra enfermedades de la garganta. El 3 de febrero, en su honor, se bendecían dos velas y se colocaban en la garganta de las personas con la frase: "Por intercesión de San Blas, te libre Dios de los males de garganta". Además, cuando los niños enfermaban de la garganta, las mamás repetían: "San Blas bendito, que se ahoga el angelito".
Cada 3 de febrero se celebra el día de San Blas de Sebaste, obispo, médico y mártir. Actualmente es considerado el patrón de los médicos otorrinolaringólogos.