40 años de la alternativa de Sánchez Marcos en Salamanca
Era un día de Feria, el 12 de septiembre del año 1985. Un lujazo ver, sentir y vivir la fiesta de los toros en Salamanca en los años 80 y 90. La década que yo respiré toros y toreros, campo y periodismo por los cuatro costados. Trabajé duro y a destajo en La Gaceta y el Adelanto, además de revistas de carácter nacional, alguna extranjera como la portuguesa Novo Burladero. Era curioso cuando me la enviaban leerme el portugués. Me salía la afición por los poros. Entrevisté a casi todos los toreros locales del momento, y en aquella época la baraja era amplia entre matadores y novilleros. El campo me fascinaba. Viajé con mucha frecuencia al campo charro, a las fincas de los ganaderos más punteros y los que no, asistí a numerosos herraderos, me encantaba hablar con vaqueros y mayorales, era obsesión por aprender todo lo relacionado con el toro y confraternicé amigablemente con los toreros, que me confesaban sus temores, sus miedos y sus ansias de triunfo en las plazas de toros. Fueron años locos y maravillosos, entregado a la pasión taurina y al reporterismo.
En aquel 12 de septiembre de 1985, un novillero salmantino, curtido y formado en la Escuela Taurina de Madrid, bajo la batuta rigurosa de Enrique Martín Arranz y profesores sabios como Joselito de la Cal, tomaba la alternativa en su tierra, Salamanca, en La Glorieta, en una corrida de postín. Dámaso González, padrino, Curro Durán, testigo. Toros del Marqués de Domecq. El nuevo matador se llama Ricardo Sánchez Marcos, de Vitigudino.
Como novillero, apoderado por Faustino Delgado “Tino”, Ricardo dio la vuelta a España toreando en las plazas más relevantes y ferias de novilladas más representativas del circuito. Con buen cartel en las plazas francesas, llegaba al doctorado con ambiente pero…
Dicen que “el hombre compone y el toro descompone”. Y así ocurrió. La corrida del Marqués de Domecq resultó un mal enredo de nulas condiciones para la lidia y el nuevo matador no tuvo opción, al igual que sus compañeros.
Apesadumbrado también el padrino albaceteño Dámaso González, le dio ánimos tras el festejo a Ricardo, prometiéndole anunciarle con él en otra corrida. Y la palabra de ley del gran maestro Dámaso se cumplió, acartelando al diestro salmantino a su lado en una corrida de toros celebrada en Berja, (Almería). Un rabo cortó Sánchez Marcos. El desquite soñado. La alternativa, aún de ser necesario pasaporte profesional, quedó en una nebulosa extraña, de agridulces emociones.
Ese día 12, su apoderado, en ese momento Paco Pallarés, recibió una llamada de la Televisión Regional de Castilla y León, de Valladolid. La preriodísta Esmeralda Marugán quería entrevistar al torero.
Ir, no ir, decisión arriesgada. Un día importante en la vida de un torero, la concentración en el hotel es imprescindible. Pues se decidió que la distancia no era importante y yo me sumé a aquel viaje meteórico.
Quienes vimos a este torero salmantino aquellos años y varias veces en La Glorieta ya de matador de toros, apreciamos esencialmente su clásica compostura ante los toros y su tendencia a la profundidad en el desarrollo de las suerte muletera, la torería en el trazo y la armonía que nace del toreo más auténtico.
Pero el abanico de este artista no sólo es taurino. Ricardo es un pintor excepcional del universo taurino, sobretodo del toro en el campo y de la figuración realista. Ha expuesto en salas de relevancia en España y Francia y aventuramos que es un artista inédito en su propia tierra.
Vive en una bonita finca de Vitigudino, alejado del mundanal ruido, entregado a su otra pasión, la cría de caballos lusitanos, de cuyo universo es un auténtico experto.
Pero hoy queríamos acordarnos de aquellos maravillosos años y del 40 aniversario de su alternativa porque, a pesar de que un incendio maldito inundó de olvido físico (fotos, trofeos, recuerdos etc…) sus recuerdos, en nuestra memoria perdurará siempre la clase y la torería de un artista salmantino sobresaliente: Ricardo Sánchez Marcos.