Basada en mi experiencia y memoria de vida, diría que la autoridad moral viene del compromiso y de la humildad del maestro.
No viene de la amenaza y del miedo. Algunos hacen apología de la autoridad por ley. El respeto se gana cuando el maestro también es aprendiz. Pone los conocimientos al servicio de los alumnos y los renueva con los nuevos tiempos. No les dice a los alumnos que lo hagan como él sino con él.
He acabado de leer: “ Escuela de aprendices de Marina Garcés “. Me ha parecido que tiene muchos elementos buenos sobre educación.
Parece que las nuevas autoridades son la austeridad, la evaluación y la burocracia. Pendientes de la financiación o los recortes, de los resultados medibles y de la desconfianza justificativa de la corrupción, que para mí es la burocracia.
Nos dice el libro que la educación no es una agencia de seguros, es una invitación a comprender el presente para poder imaginar el futuro.
Nos encontramos en el día a día del aula sin poder prometer que la escuela sea un ascensor social. Muchos que acaban la universidad tienen sueldos más bajos que asalariados sin estudios. Si cada clase se relaciona con la vida del alumno es más fácil que no haya tantas bajas de profesores.
No podemos crear una escuela de obediencia adaptativa en un mundo capitalista tan injusto. La atención a la diversidad debe ser un encuentro entre grupos sociales, no el consumo de diferencias folclorizadas. Tiene que haber tiempo para mirarse a los ojos, para convivir, para quererse y para no saber. Incluso para perder el tiempo y aprender de ello.
Cuidado también con el pensamiento “woke” en la escuela. Proviene de “ stay woke”, mantente despierto, se popularizó en comunidades afroamericanas, en origen era tener conciencia crítica sobre las desigualdades, discriminaciones, racismo, cambio climático, etc. Algo necesario, cuando se politiza con supremacía moral crea polarización social y distanciamiento con los alumnos o con los votantes como ha pasado para que en una sociedad democrática se pueda votar a Trump.
La escuela no puede renunciar a la utopía y a la capacidad de imaginación para pensar un mundo mejor. El profesor apasionado no tiene problemas de autoridad.
Si nos quieren imponer un futuro catastrófico puede que lo que consigan es quitarnos el miedo. Las redes sociales no son una excusa para que los profesores hagamos bien nuestro trabajo. Se trata de aprender a mirar y a comprender sin hacernos esclavos de la velocidad y de la complejidad. Acompañar es más importante que proyectar.
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