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No puedes salvar lo que no amas
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TANTOS LIBROS POR LEER

No puedes salvar lo que no amas

Actualizado 22/01/2025 10:02

Mi propuesta de lectura de esta semana es Las propiedades de la sed, una espléndida novela, la última -y única publicada en España- de su autora, la norteamericana Marianne Wiggins, nacida en 1947 y que cuenta con una trayectoria literaria dilatada con varias novelas en su haber.

La cronología “natural” de la novela -hay constantes vueltas atrás en el tiempo- se inicia el 7 de diciembre de 1941, día del ataque de la Armada Imperial Japonesa a la base naval norteamericana de Pearl Harbor, suceso que acabaría por desencadenar la plena incorporación de los Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial. Las altas autoridades militares de Washington consideraban plausible alguna nueva ofensiva nipona sobre la costa del Pacífico, en particular sobre California. La propia incapacidad bélica del Japón, que no contaba con aviones equipados para cruzar el océano e invadir el espacio aéreo norteamericano, hacía pensar en otras vías de agresión, como el envío de globos bomba o los sabotajes y atentados llevados a cabo por ciudadanos japoneses residentes en la región. En consecuencia, el presidente Roosevelt aprobó una ley que prohibía a todos los ciudadanos de ascendencia japonesa -unos ciento treinta mil en todo Estados Unidos- vivir en la Costa Oeste de Estados Unidos, de Canadá a México, o sus inmediaciones. En el seno de esta acción se construyeron diez emplazamientos a lo largo del país, todos ellos instalaciones federales o municipales (reservas indias, parques estatales, barracones vacíos del ejército) para detener y encerrar en ellos a los ciudadanos japoneses-norteamericanos.

Uno de estos asentamientos se situará en el valle de Owens, al norte de Los Ángeles, en donde, en un vasto, seco y desolado espacio cercano al pueblo de Lone Pine, de 1.200 escasos habitantes, en la antigua finca Manzanar, se levantará un centro de internamiento -un eufemismo: un campo de concentración- que habría de albergar a diez mil refugiados japoneses. La difícil tarea de erigir una instalación de tal magnitud para acoger a una cifra tan inmensa de desplazados se encomienda a un joven abogado judío, Schiff, al que conocemos llegando al lugar comisionado por el Departamento de Interior y abrumado por un mandato imposible, el levantamiento, la gestión y la logística de una ciudad creada de la nada.

El valle de Owens, Lone Pine, el asentamiento, Manzanar, son los espacios que constituyen el centro en el que van a confluir las diferentes historias que narra Marianne Wiggins: las de Rocky Rhodes y su difunta esposa Lou; las de sus hijos Stryker y Sunny; la de Cas, la independiente, abnegada e interesante hermana de Rocky; la del propio Schiff; y la de algunos significativos personajes secundarios: el acomplejado e irascible agente Snow, el simpático teniente Jay Svevo, entre otros. Las existencias de todos ellos se entrecruzan y sus respectivas peripecias, íntimas, conmovedoras, intensas, dramáticas, enternecedoras, exuberantes, románticas, trágicas, melancólicas, desbordan en el relato de Wiggins unidas por un elemento común: el agua, o más exactamente, su falta, la sed, que protagoniza el libro en su doble dimensión real y simbólica.

Las propiedades de la sed son, pues, literalmente -entendidas como posesiones, pertenencias-, los dominios de Rocky Rhodes, millonario retirado en su rancho Las Tres Sillas, unas tierras fértiles y fecundas antaño, estériles y agostadas en el presente del libro, pues el desmesurado crecimiento de la cercana ciudad de Los Ángeles exige transportar el agua de la zona. Pero esas propiedades son también los atributos, las cualidades, las características de la sed -la sorpresa, el reconocimiento, la memoria, el deseo, la frustración del deseo, la verdad, la combustión espontánea, la reinvención, la inmersión, el sabor de lo inevitable, la evaporación- que, con su valor simbólico o metafórico, dan título a los once capítulos de libro.

Es imposible siquiera esbozar alguna de las numerosas dimensiones que afloran en una obra voluminosa (más de seiscientas páginas) y torrencial: está la convulsa y muy ramificada historia familiar de los Rhodes; están las vicisitudes de “la guerra del agua”; está la descripción de la vida y la problemática de los asentamientos de la población japonesa; está el conflicto moral de Schiff, que por convicciones rechaza la situación pero que profesionalmente se ve obligado a tolerarla; están la denuncia de la injusticia y la reacción frente a la arbitrariedad del poder; está la vertiente romántica, con una sensible, delicada y muy tierna historia de amor; está la derivación gastronómica, pues Sunny, la hija de Rocky, es una apasionada de la cocina y gestiona un pequeño restaurante; está la derivación cosmopolita y mundana, en la narración del viaje a Europa de algunos de los protagonistas; está la historia de Snow, el pistolero de la Pinkerton -la mítica agencia de seguridad privada estadounidense- contratado por el Departamento de Aguas de Los Ángeles, para reprimir las protestas de los indignados habitantes de la región, hartos del agostamiento de sus tierras.

Y hay un breve excurso en Japón, y una relevante presencia del universo hollywoodiense, e infinidad de referencias literarias y culturales. Y entre todas estas historias e hilos de desarrollo del sugestivo puzle que es el libro, éste se abre a numerosos temas de interés: el racismo, el antisemitismo, las relaciones familiares, el amor, la pérdida, la muerte, los anhelos, los recuerdos, la identidad y el sentimiento de pertenencia, la búsqueda de un lugar en el mundo, la superación de los límites y la apertura a las potencialidades infinitas de la vida, la justicia y la moral, el conflicto entre naturaleza y civilización, entre lo salvaje y la cultura, el papel de la mujer en la sociedad, la mitología y la historia de EEUU, la frontera, el sueño de California, la denuncia ecológica, el valor simbólico del agua y de la sed, una sed que es sed de amor, de vínculos, de recuperar a quienes hemos perdido, sed de vida, de esperanza, de continuidad. No puedes salvar lo que no amas, en un leitmotiv recurrente de la novela. Eso intentan los personajes: salvar el agua, salvar la tierra, salvar a sus familias y, claro está, salvarse a sí mismos.

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Marianne Wiggins. Las propiedades de la sed. Traducción Celia Filipetto. Editorial Libros del Asteroide. Barcelona, 2024. 616 páginas. 29.95 euros

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