Indecencia politica
Mensajes como "Si pides la ayuda en árabe llega antes" o “Gaza es ahora una provincia de Valencia” corren sin ningún pudor por las redes sociales aireadas por el Partido Popular (PP) que aclama sin sonrojarse la gestión de Carlos Mazón de la tragedia sufrida por los valencianos. El Presidente de la Generalitat con la falta de respeto que le caracteriza da la "enhorabuena al pueblo de Gaza", dice que es porque va a recibir 24 millones de euros mientras su comunidad no recibe nada.
El hashtag #GazaProvinciaDeValencia llegó a ser trending topic durante 48 horas, según se jactaba Miguel Tellado, portavoz del PP en el Congreso y añade que por fin “Hemos entendido que la política del siglo XXI se juega tanto en el hemiciclo como en Twitter. Y en ambos campos, estamos ganando” ¡Pues ya os ha costado!
Entre los éxitos logrados menciona el Señor Tellado el crecimiento del departamento de comunicación de los populares en un 40% durante el último año, especialmente con expertos en redes sociales o que la cuenta de TikTok de Isabel Díaz Ayuso ha ganado 100.000 seguidores en el último mes.
Pero a menajes con afirmaciones como estas ya no se les puede llamar fake news, noticias falsas, bulos, rumores mal intencionados o desinformación, porque son sin paliativos alguno indecencias informativas despreciables. Y digo indecencias porque la Real Academia de la Lengua Española define esta como: obscenidad, grosería, falta de decencia, desvergüenza, impudicia, deshonestidad, procacidad, inmoralidad, impureza; y todo y cada uno de estos adjetivos son aplicable al caso, tanto para las propias afirmaciones como para aquellos que las difunden y aplauden. Son indecencia racistas y xenófobas que seguro suscribe Vox y los partidos de ultraderecha europeos.
Además de todo ello son mentiras o verdades a medias que nunca justifican porque no pueden hacerlo y por eso tiran la piedra y esconden la mano. Para descubrir toda esta sarta de falsedades únicamente hay que informarse un poco y verán como quedan con el culo al aire.
El cadáver político, Carlos Mazón, al que el PP se quitará de en medio en cuanto le sea posible, debería saber (aunque podría ser que dada su manifiesta incompetencia lo ignore) que el Gobierno ha movilizado para atender a los afectados de Valencia 58 veces más recurso que los que ha anunciado para Gaza. No quiero con esto defender a Pedro Sánchez, al que dedicaré mi próxima colaboración, sino avisar a Mazón y al PP con las mismas palabras que utilizo ya en el siglo XVIII el poeta inglés Alexander Pope: El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera.
Ser honesto en política no es sólo no ser un corrupto y es que la honestidad es un acto de valentía como afirmaba Don Miguel de Cervantes: Las honestas palabras nos dan un claro indicio de la honestidad del que las pronuncia o las escribe. Así según esto los mensajes escritos y orales que hemos citado son también deshonestos.
Se me ocurren algunos calificativos más que por educación me guardaré pues tengo que reconocer que hoy se me está poniendo mal cuerpo con todo esto. Así que les dejaré con una reflexión del Profesor de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra, Gerardo Castillo, que en un artículo publicado en el Diario Montañés en agosto de 2021 que llevaba por título “La mentira como recurso político[1]” decía:
- La mentira cada vez tiene más protagonismo en los debates políticos. Se tilda de mentirosos a los adversarios, sin que estos últimos se quejen de sufrir un agravio. No ocurre lo mismo fuera del Parlamento, donde se la considera un insulto grave. Parece que, en política, como en la guerra, todo vale. Esto es un síntoma de que la mentira se está trivializando y normalizando en la vida política. Es una situación muy preocupante, tanto por su permisivismo moral como porque atenta contra la democracia. Contrasta mucho con la importancia que se le daba a la sinceridad en los pueblos primitivos: quien mentía tenía «lengua partida», por lo que era considerado persona no fiable. Utilizar por sistema la mentira como arma y herramienta política denota, como mínimo, falta de imaginación y de argumentos.
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