Ubicada en lo que hoy es un pequeño pueblo lleno de historia, esta casa fue construida en 1780 y rehabilitada hace 22 años para preservar su esencia
“Mi nombre es Sátur, de Sáturnino, como se llamaba mi abuelo. En mi familia, existe una tradición que lleva generaciones: el primer nieto siempre recibe el nombre del padre paterno. Y no sabéis cuán orgulloso me siento de llevar ese nombre”, así comienza Satur, protagonista de este reportaje, ha explicar la historia de su vida.
Nos recibe en un lugar que “es mucho más que una casa, un lugar que encierra la esencia misma de nuestra cultura, de nuestra historia familiar, y de cómo la vida de generaciones pasadas sigue viva entre sus muros: la casa albercana”. Desde hace 20 años Satur, junto a su mujer, decidieron adecuar la casa de sus abuelos, en la que él mismo creció, para que todo aquel que quiera pueda conocer cómo vivían en La Alberca: así nos adentramos en la Casa Museo Satur Juanela.

La Casa Albercana no solo es un lugar que se ha convertido en un museo, como muchos la llaman, sino un reflejo de cómo vivían los antepasados de esta localidad serrana. Ubicada en lo que hoy es un pequeño pueblo lleno de historia, esta casa fue construida en 1780 y rehabilitada hace 22 años para preservar su esencia
La casa tiene cuatro plantas, y cada una de ellas guarda secretos y recuerdos que hablan de un tiempo que, aunque lejano, sigue presente en el corazón de quienes conocieron estas costumbres. La recorremos en este vídeo junto al impulsor de este museo, en este enlace.
“La casa no era solo un hogar, era un almacén, un refugio, una despensa de lo que el campo daba”, explica Satur.
Recuerda que “de niño, le parecía más un granero que una vivienda". Y eso no era casual. “Cuando todo lo que venía del campo se traía para la casa, la cuadra no solo servía como vivienda para los animales, sino como un espacio donde almacenar el grano, el heno y todo lo que se cosechaba”. La casa funcionaba a la vez como hogar y almacén de alimentos, y “lo que nunca olvido, lo que sigue grabado en mi memoria, es que nací en esa casa. Yo, Sátur, nací en la Casa Albercana”, explica emocionado.
“Mis padres tuvieron que emigrar, como muchos otros en aquellos años. Era común que los niños nacieran en el pueblo, pero fueran criados por los abuelos. Y no hay mayor homenaje que este, el recordar el sacrificio de mis abuelos, el haberme criado en esta casa, en este espacio lleno de historias y de vida”, explica.
“Hoy, mi mayor orgullo es que la Casa Albercana siga siendo un faro de memoria y tradición. A los niños les enseño la importancia de valorar lo que tenemos, de no malgastar, de entender lo que los abuelos hicieron para que nosotros hoy pudiéramos disfrutar de todo lo que tenemos. Y cuando los más mayores recorren la casa, se emocionan al recordar sus propios orígenes, al revivir su infancia, al revivir a sus propios abuelos. Esa emoción es la que hace que este proyecto valga la pena”, explica al terminar la visita.