Toda la vida he dependido de la gente. De niños nos cuida nuestra familia, en mi caso dos maestros responsables y una hermana. Con dieciséis años era responsable del grupo scout Calasanz.
Fundamos una familia con mi mujer, tenemos tres hijas maravillosas y formamos parte del proyecto ecosocial de la casa escuela Santiago Uno.
Los que soñamos con cambiar algo de la injusticia del mundo siempre lo hemos hecho con amigos. Más de treinta años construyendo en equipo un ecosistema de inclusión para jóvenes e infancia desprotegida, migrantes y diversidad de colectivos vulnerados. Doce viviendas y más de ochocientos alumnos cada año que se comprometen desde una formación profesional alternativa a salvar cada año más de mil aves rapaces, recuperar oficios perdidos en la España vaciada sacando quinientos kilos de miel, diez mil kilos de queso, quinientos de aceite, tres mil de vino, repoblando, cocinando, haciendo jardines, bioconstrucciones, etc.
Tenemos escuela de circo, de cine, club deportivo, empresas de inserción y un proyecto de cooperación en Marruecos donde rehabilitamos escuelas durante el verano y colaboramos con un dispensario médico, un comedor, la construcción de una cancha deportiva y pozos con placas solares.
La reflexión empieza con los hechos. La intervención terapeútica con los menores la hacemos desde el modelo constructivista sistémico y centrado en soluciones. Los guías educativos principales son Freire con su escuela liberadora y Milani con su escuela clasista a favor de los últimos.
Estamos en una escuela donde todos somos aprendices. Recogemos niños caídos que vuelven más muertos que vivos de sus horas de clase en la escuela bancaria.
Como sociedad aprendemos muchas cosas pero no aprendemos a vivir. Mantenemos fronteras asesinas, desde donde nos llegan niños, por ejemplo, desde un orfanato bombardeado una niña ucraniana embarazada con intentos de suicidio, o de barrios periféricos, o en patera, o de violencia intrafamiliar.
Un mundo vertedero es aquel en el que las estructuras de acogida se han derrumbado. La educación es esta práctica de acogida y de construcción de entornos habitables. No se trata de romantizar el extremo, sino de extremar la mirada y la comprensión. Si las maestras son ignoradas pueden acabar como asistentes sociales de los pobres o coach del potencial de los ricos.
El verdadero maestro no es el que dice haz como yo, sino hazlo conmigo. Enseñar y aprender es generar capacidades que no tenemos.
La acción educativa es una invitación a pensarnos un poco más allá de lo que podríamos llegar a pensar sólos. Creo que para generar soluciones debemos ser mestizos que nos interrelacionamos cultural e intergeneracionalmente, más allá de nuestra burbuja. Nietzche decía que el sello de la libertad conquistada es no avergonzarse ante sí mismo. Si se avergonzara una nación entera sería como el león que va a dar el salto. Nos debería dar vergüenza crear existencias residuales que sobreviven día a día entre las montañas de residuos del mundo rico. Vidas desperdiciadas, con cerebros devastados desde niños.
Mientras esto pasa los acomodados, como decía Nietsche en la genealogía de la moral, interiorizando la norma, nos creemos soberanos de nuestra conciencia. La conciencia es la última frontera de la ciencia.
Kant decía que no hace falta pensar siempre que se pueda pagar. Razonar lo que queráis pero no dejéis de obedecer. Hace falta una escuela liberadora donde cada uno pueda resonar ante los sucesos del mundo poniendo rostros y sin tanto tutor externo en las redes sociales . No podemos permitir que nos pongan prótesis culturales. El título académico va sustituyendo al aristocrático.
La educación debe estimular una inteligencia capaz de resolver problemas en un mundo cambiante. Para eso el alumno tiene que saber cada minuto para que estudia y debe servirle para la vida.
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