Lunes, 27 de enero de 2025
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La destrucción de la ciudad
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LA PROVINCIA DEL ALMA

La destrucción de la ciudad

Actualizado 16/01/2025 08:05

La ciudad es una de las grandes creaciones de la especie humana. Es un constructo que define muy bien, casi de modo arquetípico, esa condición de seres sociales que como especie nos caracteriza.

En nuestra cultura y civilización, hay dos momentos históricos de un gran impulso de la ciudad, para llegar a ser lo que es hoy: la ‘polis’ griega, esa ciudad-estado como paradigma logrado en el mundo antiguo, y la configuración de la ciudad moderna a lo largo de un tiempo que va desde la baja edad media y culmina con el renacimiento.

En nuestro tiempo, contamos con reflexiones sobre la ciudad, desde muchos ángulos y puntos de vista. Se nos viene ahora a la memoria ese libro, conocido en todo el mundo, de Aldo Rossi (a quien tuviéramos la fortuna de conocer en Ginebra en uno de nuestros veranos universitarios, y de conversar con él), titulado La arquitectura de la ciudad (1966).

La ciudad, como creación humana, es un ámbito de vida y de convivencia, de servicios de todo tipo, de concordancias y discordancias entre individuos y sectores sociales, de protección de la intimidad y de expresión de lo colectivo y de lo público. Está sometida de continuo a tensiones y contradicciones, así como atravesada por la política, la economía y otras pulsiones humanas.

La ciudad, en definitiva, es un logro, una creación, una conquista del ser humano. En nuestra contemporaneidad, a lo largo y ancho del mundo, es, también, un teatro de confrontaciones, de expresión de esa tensión, de esas tensiones que nos toca vivir a los seres humanos.

Tendría que ser morada también para todos los que la habitan. Y, por ello, también protección. Pero, hoy, desde hace años, está siendo pasto de la especulación, de unas estrategias de sectores poderosos, orientadas no a la convivencia, a la integración, a la morada, a la protección de quienes la habitan, sino a la obtención de beneficios al precio que sea.

De ahí la expulsión de los ciudadanos de los centros históricos. De ahí la apropiación de solares y edificios para reconvertirlos, no en moradas para los vecinos, sino en alojamientos para turistas y gentes de paso, que, al tiempo, se han convertido en depredadores de las ciudades.

Por ello, sus centros históricos han dejado de tener ese peso que da el arte, la cultura y la historia a determinadas edificaciones y ámbitos urbanos, para pasar a convertirse en ‘parques temáticos’ para ser no contemplados, sino ‘consumidos’.

Podríamos continuar con el análisis; algo que, por otra parte, se viene realizando desde hace tiempo por sociólogos, antropólogos, filósofos, economistas… y otros especialistas, que, con unos u otros matices, vienen poniendo el dedo en la llaga sobre ese hecho terrible al que estamos asistiendo que es el de la destrucción de la ciudad.

Todo ello está creando, viene creando desde hace tiempo, un malestar ciudadano, que se expresa de muy distintos modos. Uno de ellos, que es hoy uno de los problemas sociales más graves que tiene nuestro país, es el del encarecimiento del precio de la vivienda (con la que se especula de modo cruel, salvaje y antisocial), tanto para el alquiler como para la compra.

Y ahí estamos. Parece que nuestros gobernantes y dirigentes de todo tipo o no pueden o no se atreven a coger el toro por los cuernos y poner soluciones (que las hay) a este problema de la vivienda.

Como lo es, más allá de él, el de la destrucción de la ciudad, con la destrucción de la convivencia, de los servicios de todo tipo, en favor de beneficios particulares, que ponen en peligro el bienestar de todos.

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