Hablar de “La conquista del mundo en el siglo XXI” suena a ciencia ficción, pero no lo es. Un condenado por la justicia, llamado Donald Trump, será el primer presidente convicto de los Estados Unidos (EE. UU.) Accede al mayor centro de poder ejecutivo del planeta, la Casa Blanca, con un programa y estrategias para conquistar el mundo, desde planteamientos imperialistas propios de otras épocas y métodos autocráticos. Hace un par de meses decíamos en esta misma columna que Trump volvía a la Presidencia con todo el poder en sus manos, poder absoluto, como emperador del mundo.
Comienza la era Trump. Él ya fue presidente de los EE. UU. entre 2016 y 2020, pero todo parece indicar que aquello fue un ensayo en relación con lo que ahora se avecina. Vuelve a la Casa Blanca como Presidente porque así lo han querido con sus votos 77.237.942 votos (49,91 %) de estadounidenses. Consolidándose como el epicentro de una serie de olas reaccionarias que recorren el globo terráqueo: la ola ultraderechista, la del proteccionismo económico, la del retroceso en derechos y libertades. Solo ve la libertad desde la perspectiva económica.
Y decimos epicentro, porque en torno a él, a Donald Trump, se está configurando el nuevo marco de las relaciones internacionales y hasta de las relaciones personales. Las primeras porque condicionan y determinan la geopolítica mundial y las segundas porque, a través de los magnates tecnológicos con sus redes sociales, puestos a sus pies, acapara y controla la opinión pública mundial.
Se acabó el viejo orden mundial, de corte liberal, surgido tras la Segunda Guerra Mundial. Podemos decir que el orden que hemos conocido está pasando a la historia. Estados Unidos ha dejado de ser el guardián de las democracias liberales y protector de los valores occidentales. Su nuevo Presidente, el señor Trump, abandona e incluso ataca a sus aliados tradicionales. De ahí que una gran parte del mundo vea ahora a EE. UU. como una potencia más, cuyo objetivo obsesivo es la defensa de sus intereses y, especialmente, los del grupo de multimillonarios tecnológicos que los va a dirigir, sin importar quiénes son sus socios, quienes serán, ni dónde están.
Algo así viene a decir al resultado de la reciente encuesta global del Centro Europeo de Relaciones Exteriores y de la Universidad de Oxford. La opinión pública de países como China, India, Brasil, Sudáfrica, Indonesia, Turquía, Arabia Saudí, algunos países de la Unión Europea (UE) y, por supuesto, el pensamiento y las organizaciones políticas de extrema derecha, consideran que será un buen presidente para EE.UU., para sus propios países, para sus organizaciones y para la paz en el mundo. Le ven solvente, pacificador, negociador. El sondeo, en el que han participado más de 28.000 personas de 24 países, 11 de ellos de la Unión Europea, pone de manifiesto que el 40% de los europeos consultados “no sabe” si las medidas que aplique la Administración Trump serán buenas o no para sus respectivos países, frente al 22% que considera que serán positivas y el 38% que cree que no.
Solo Europa y Corea del Sur, curiosamente sus aliados hasta ahora, se muestran pesimistas ante la llegada de Trump y lo que pueda suponer. Su inminente retorno a la Casa Blanca es, probablemente, el mayor desafío al que se enfrenta en este momento la UE, junto con la deriva que se está extendiendo por los países del Este europeo hacia posiciones antieuropeas, prorrusas y ultraderechistas, que pueden acarrear divisiones en el interior de la UE, con el consiguiente incremento de debilidades de esta.
Cabría preguntarse de dónde les viene a aquellos países y organizaciones esa idea tan positiva del nuevo mandatario: ¿de la realidad o de las redes sociales?, ¿de países que viven bajo el yugo de sus dictaduras o autocracias y le ven como uno de los suyos?, ¿qué tipo de pacificador o negociador ven en él: aquel que tiene la fuerza y la usa para imponer su voluntad?.
Habría que preguntarse, también, por la fiabilidad de la citada encuesta. No tenemos ninguna duda por el diseño y la ejecución del trabajo de campo de la encuesta, el prestigio de ambas entidades que la han realizado lo abalan. Pero parece que no es representativa de toda la ciudadanía de aquellos países, sino solo de algunas ciudades o clases elitistas. En cualquier caso, habrá que tener en cuenta los conceptos de democracia, valores, o antipolítica, y cómo estos están cambiando, evolucionando o debilitándose.
A mucha gente parece que no le importe demasiado vivir en un orden en el que las transacciones se hagan bajo la ley del más fuerte. Muchos europeos tenemos la sensación de quedarnos solos en la defensa de los principios del sistema democrático, en un mundo multipolar en el que prevalezca el diálogo, el derecho internacional y los derechos humanos, pero habrá que adaptarse a las oportunidades que brinda el nuevo orden, o desorden. Lo que pone de manifiesto la pérdida de influencia de Europa en el mundo.
El pensamiento de Donald Trump para la conquista del mundo, que satisfaga su alter ego, tiene su estrategia fundamental económica en la desregulación (como hizo Ronald Reagan en los años ochenta) el recorte de impuestos y la renegociación de los acuerdos comerciales con una significativa introducción al alza de aranceles. A lo que se sumará una reducción del gasto público y un mayor control de la emigración en fronteras, así como la expulsión masiva de emigrantes.
En la geopolítica territorial, son notorias las aspiraciones de Trump de hacerse, por medio de la compra o de la fuerza, con Groenlandia, así como el deseo de que Canadá pase a ser el Estado 51 de la Unión. Si así fuera, la expansión territorial de los EE. UU. camino de la conquista del mundo, daría un paso de gigante. Pasaría a ser la nación más grande del mundo con 21,9 millones de kilómetros cuadrados, más sus zonas marítimas de exclusividad, que le permitiría dominar el Ártico, con la consiguiente explotación de recursos naturales y la implantación de nuevas rutas comerciales por el Polo Norte (contando con que el cambio climático continúe con el deshielo) Lo que le daría capacidad para plantarle cara a Rusia y China, sus adversarios más significativos en el concierto mundial. Y todo ello sin olvidarse de sus intenciones de hacerse con el Canal de Panamá e incursar el ejército en México con la excusa de combatir al narcotráfico.
Una conquista del mundo que se pretende que la paguen el resto de países en forma de un impuesto imperial. Según el Financial Times, se ha transmitido a los gobiernos aliados y socios de la OTAN que se incremente hasta un 5 % de su PIB (Producto Interior Bruto) los gastos militares. Para el caso de España, eso implicaría casi 40.000 millones de euros más al año de gastos, algo inasumible. Entre las promesas de Trump está la de reducir el déficit crónico de los EE. UU. y sufragar las acciones de política exterior y, siendo aquel país el mayor productor de armas, nada más fácil que incrementar su venta a los socios, exigiéndole ese 5 %, para satisfacer sus aspiraciones económicas y expansionistas.
Vamos acabando este capítulo de la nueva conquista del mundo en el siglo XXI, que Donald Trump iniciará oficialmente tras tomar posesión el próximo día 20 como 47° Presidente de los EE. UU. Y lo hará practicando la plutocracia, acompañado de una oligarquía adinerada, que controlan las redes sociales, ejerciendo su influencia en el gobierno de aquel país y de otras latitudes del mundo. Parece que volvemos a la ley del más fuerte.
Escuchemos a Nino Bravo en América América :
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© Francisco Aguadero Fernández, 17 de enero de 2025
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