Enero

Pasaron las Navidades, las comilonas, los momentos en familia, y arrancamos un año nuevo con la esperanza de que sea mejor que el anterior. Las redes sociales y nosotros mismos nos llenamos de propósitos, casi siempre buenos, de cara al nuevo comienzo.

Entre estos nuevos quehaceres se encuentran los más típicos: ir al gimnasio, ponerse a dieta, leer más libros o dejar de fumar. Aunque hay personas que se plantean retos más estrambóticos como dar la vuelta al mundo, subir al Everest o comprarse un piso, baratito, en el centro de Madrid. Bromas aparte, enero es un buen mes para plantearse retos y proponerse un cambio de vida. Tenemos doce meses por delante para ver cumplidos nuestros propósitos y nuestras expectativas.

Sin embargo, en el subsuelo de todos estos objetivos que queremos asumir existe el reto más importante y en el que, a veces, no solemos reparar demasiado cuando realizamos nuestra lista de “deseos” para el año nuevo. A esto me refiero con nuestro cambio interior. La emoción y la buena voluntad nos llevan a estar decididos o a vernos capaces de ir con todo hacia el nuevo año. Y eso esta muy bien, porque sin voluntad no hay cambio posible. Pero, ¿estamos preparados, mental y emocionalmente, para esa transformación? ¿El entorno en el que nos movemos, el trabajo, la familia y amistades, propician o ayudan a realizarla? Porque sí, “querer es poder”, o eso dicen, pero durante el camio habrá que ir limando las capas superiores para alcanzar las condiciones más adecuadas para ese cambio o propósito que queramos hacer.

Como dije hace unos meses, mi año nuevo arrancó en septiembre, con la vuelta al colegio y a las rutinas perdidas durante las vacaciones de verano, por lo que el cambiar de año no me supone mucho más que sustituir el calendario agotado de la cocina por otro compuesto de doce hojas nuevas que ir pasando. Dicho así, muy a groso modo.

Siento enero no como un empezar de cero sino como una continuación, y como un acercamiento a la primavera. Sí, en Salamanca nos quedan días de frío, mañanas de rascar la luna del coche por la helada de la madrugada, capas de ropa, gorros y bufandas. Pero nos acercamos, también, y sutilmente, a días más largos (este fin de semana, a las 18:45 de la tarde, todavía había luz natural), a cielos más despejados y a ganas de paseos por el campo.

Enero es sensación de haber pasado la oscuridad del otoño, aunque nos encanten los tonos anaranjados y marrones de los bosques en esta estación; es acercarse al sutil calorcito del sol de media mañana; es pensar en carnaval y Semana Santa. Y es volver a ver a las cigüeñas sobrevolar Calatrava.

Bienvenido, enero. Aunque te presentes con menos ceros en el banco, te estábamos esperando. Porque con propósitos o sin ellos, siempre traes buen rollo para el alma.

Gloria Rocas

@lillibet_queen

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