El libro de Carlos Sá Mayoral cuestiona la versión oficial sobre la muerte de Miguel de Unamuno, recordando una de sus enseñanzas: La verdad es aquello que nos redime
La biblioteca de Carlos Sá Mayoral es una lección de historia y de vida, y su discurso, alejado de toda visceralidad, la sabia certeza de quien maneja pruebas, documentos y fuentes fidedignas con seguridad y rigor. Con valentía, denuncia el fascismo y el hecho de que documentos vitales acaben olvidados o en manos privadas. Nacido en Francia, de origen portugués y alma unamuniana, comparte con el rector el afán no de vencer, sino de convencer con la verdad y el discurso certero y riguroso.
Charo Alonso: La tercera edición… ¿Cómo empezó todo?
Carlos Sá Mayoral: El punto de partida fue el hallazgo de un documento: la carta de Unamuno dirigida a Henry Miller fechada el 7 de diciembre que venía unida a un informe del Servicio de Información Militar (SIM) donde se decía que el rector insistía en sus injurias a los golpistas y en su deseo de salir de España. El informe es del 20 de diciembre y Unamuno muere el 31.
Ch.A.: Lo conseguiste y has tenido la generosidad de cederlo.
C.S.M.: Para mí lo importante es que esos documentos de la historia de España no desaparezcan. Pertenecían a un lote que se estaba disgregando, puesto a la venta en internet. Los deposité en el Archivo Militar de Ávila y en la Casa Museo Miguel de Unamuno para que puedan estar al alcance de todos los investigadores. No se trata de hacer leyes excesivamente represivas, sino más conciliadoras para facilitar que documentos importantes como estos -que en este caso vinculan a Franco en la represión contra Unamuno acaben en archivos públicos y fomentar que salgan a la luz.
Ch.A.: Es una teoría muy atrevida la que defiendes.
C.S.M.: Franco hace una llamada al jefe del SIM el 12 de octubre, el mismo día del incidente en el Paraninfo. Las consecuencias son la vigilancia, secuestro de la correspondencia y el informe antes mencionado, que puede suponer una sentencia de muerte.
Carmen Borrego: ¿Y la relación entre Henry Miller y Unamuno?
C.S.M.: Es muy interesante, el americano era un apasionado de Unamuno, lo vemos en las cartas a Anaïs Nin y en los diarios personales donde hasta dice que lo ha defendido en una ocasión ante Buñuel “que no lo entiende”. Nin sugiere a Miller una visita a Unamuno en los años 30, cuando el norteamericano era un desconocido. Posiblemente una propuesta, pero había una evidente pasión en Miller por Unamuno, que quiere ser un escritor como él y que le cita en el inicio de Primavera Negra. A finales de 1936, cuando Don Miguel es un apestado para muchos intelectuales por su apoyo inicial al golpe, y todo el mundo le repudia, Miller le escribe.
Ch.A.: ¿Había varias cartas y le interceptaban el correo?
C.S.M.: El jefe del SIM, Salvador Múgica, afirma que tiene el honor de reenviar una nueva carta en la que Unamuno sigue injuriando como en otras. Se refiere a las dirigidas al extranjero que también le requisan. Incluso el 10 de diciembre, en un semanario francés de derechas, Candide, se publica un artículo en el que aparece una crítica de Unamuno a la política del bando nacional, en un momento en el que las tropas de Franco están paradas ante las puertas de Madrid, con un resultado incierto. Si en aquel momento la derecha gala deja de presionar al gobierno izquierdista francés, las cosas posiblemente hubieran cambiado.
C.B.: ¡Es impresionante!
C.S.M.: La profesora de la Universidad de Connecticut, Ana María Díaz Marcos, cuenta que, a mediados de diciembre, Unamuno le pide a una amiga de la familia que saque una carta por la frontera. Ya no se fiaba del correo ordinario. A Unamuno no podían prohibirle que recibiera a periodistas en su casa-prisión, y Salvador Múgica, harto de la situación, añadió en el informe a Franco que Unamuno “apunta el deseo de huir al extranjero”. No había ningún plan concreto, pero seguramente el jefe del SIM lo indica con el fin de parar a don Miguel, eso sí, no como se hizo con Lorca. Había que evitar otro escándalo.
Ch.A.: ¿Su entorno conocía el peligro que corría?
C.S.M.: La biógrafa Margaret Rudd escribe que Felisa Unamuno sabía que había orden de matar a su padre si éste trataba de huir. Él mismo se lo confiesa en la carta a Miller. Uno de los hijos recibió una carta del antiguo jefe de falange en Salamanca con una velada amenaza. Pocos días después del informe del SIM Unamuno fallece en extrañas circunstancias. Y la muerte se produce en lo que evidentemente es el escenario de un crimen donde hubo al menos un golpe, un grito, y una zapatilla se quemó... Todo esto en criminología son signos de violencia, que, por cierto, alertaron a Aurelia, la crida.
Ch.A.: Pero no crees en que fuera su último visitante el responsable.
C.S.M.: La posibilidad de que hubiera un tercer hombre en aquella reunión no es descabellada. Recibí del periodista, Daniel Domínguez, el testimonio de un hijo de Aurelia, señalando que su madre dijo que alguien más subió a la sala donde Unamuno murió. Aurelia no comenta esto a sus hijas nacidas años después. Es cierto que son testimonios orales que hay que tomar con prudencia, pero la teoría del tercer hombre parece plausible si Unamuno fue víctima de un complot. El papel de Bartolomé es el de concertar la cita, al ser profesor de la Universidad. Para eliminar a alguien de forma discreta necesitaban a un profesional.
Ch.A.: ¿Era Aragón su amigo, su exalumno?
C.S.M.: Ninguna de las dos cosas. Unamuno le conoció a principios de 1936. Había venido de Italia hablando maravillas de Mussolini, y por ello tuvo un encontronazo muy fuerte con Unamuno en la Universidad. Aragón era fascista, pero no tan fascista como para asesinar por su cuenta a don Miguel. Se alistó en la columna “Virgen del Rocío”, dedicada en Río Tinto a masacrar mineros. Pero tuvo poco tiempo para participar en estos crímenes. En Huelva organizó una quema vergonzante de libros, emulando a la del cura del Quijote, pero en ella defendió públicamente a Lorca, a Juan Ramón Jiménez ¡Hasta a Alberti, quien peleaba al otro lado! En ese periodo era director de un diario y profesor universitario que acudió a varios claustros en Salamanca. En definitiva, un fascista ilustrado.
Ch.A.: ¿Qué hacía en Salamanca en Nochevieja liberado del frente? ¿Por qué no estaba en su casa?
C.S.M.: Eso mismo se preguntó Rudd. La respuesta es fácil: porque estaba cumpliendo una misión. Y curiosamente, ese día tan especial convence a uno de los hijos de Unamuno para que su padre le reciba cuando varios miembros de la familia estaban fuera de la casa o en habitaciones alejadas del lugar donde estaba don Miguel: una hija visitando a una vecina enferma, otra viendo belenes con su nieto, Aurelia en la cocina de la planta inferior. Yo he podido visitar el espacio, escenario de la vida y de la muerte de Unamuno. La distribución de las habitaciones ayuda a comprender qué pudo suceder allí. El lugar estremece, sobrecoge…
Ch.A.: La historia oficial dice cosas extrañas acerca de ese momento y de las reacciones de los que van llegando.
C.S.M.: Se recoge incluso que, cuando llega uno de los hijos, Aurelia grita “Nos lo han matado” y éste contesta “Cállate Aurelia, que nos van a matar a todos”. Creo que hubo un pacto de silencio en la familia que tenía, además, a dos miembros luchando al lado de la República. Mi hipótesis es que la búsqueda de justicia en ese momento hubiese supuesto la inmolación de toda la familia. Hicieron lo que hubiésemos hecho cualquiera de nosotros en las mismas circunstancias.
Ch.A.: Hay que leer tu libro, Carlos. A mí me impacta el papel del médico que certifica la muerte de Unamuno.
C.S.M.: Para mí es clave su apreciación. Adolfo Núñez anota en el certificado de defunción, documento que no se iba a publicar en los periódicos, que la causa de la muerte es una “hemorragia bulbar”. Esto solo se puede comprobar siguiendo el proceso de la muerte o haciendo una autopsia y no ocurrió. La destrucción del bulbo raquídeo sucede en un ahorcamiento, o un ajusticiamiento por garrote vil. Hubiera sido más sencillo hablar de un infarto y no de esa causa de muerte “natural” tan improbable. El médico, también represaliado, no puede afirmar que ha sido asesinado, pero sí dejar una pista que a un experto hará dudar. Todo tiene una sutileza aterradora. Demostró ser un valiente, digno amigo de don Miguel.
Ch.A.: ¿Sutileza todo esto?
C.S.M.: Ante las circunstancias de la muerte, Universidad y Falange tienen un problema (Aragón es profesor y falangista). La Falange se quita el muerto de encima, paradójicamente, cogiéndole en hombros y organizando un funeral fascista. Aragón se contradice porque una vez afirma que Unamuno le dice que por suerte no le ve con una camisa azul como acostumbra, y luego, que el rector se hubiera sentido orgulloso de ser despedido brazo en alto por camisas azules.
Ch.A.: Habría que traducir la biografía temprana de Margaret Rudd del 1963 que desmonta cosas como el apoyo de Unamuno al golpe.
C.S.M.: Esta biografía, The Lone Heretic, merece más atención. Es la primera biógrafa en desmentir que Unamuno era franquista y menciona la orden de asesinarle si trata de huir de Salamanca. Respecto a Falange, es cierto que Unamuno fue al mitin de presentación en Salamanca, pero cuando los falangistas trataron de hacerle “suyo”, les criticó públicamente. Y, despechados, arremetieron contra él. Esta enemistad pública les perjudicó ante el rumor de asesinato en la noche de la muerte de don Miguel, ya que el principal sospechoso era Aragón, falangista. De ahí el entierro. Otro testimonio muy importante es cómo se entera Franco del óbito de don Miguel, según Giménez Caballero, mientras monta un micrófono en el despacho de Franco para radiar el discurso de Año Nuevo. De repente entra un ayudante y le susurra algo al caudillo y el relator de la escena escribe “Así supimos que Unamuno había entrado en agonía”. No hubo tal agonía y Franco, que no había ido al acto del paraninfo dejando a Unamuno su lugar, no quiso ir al funeral, demostrando su desapego afectivo respecto a don Miguel. Le estaban informando, quizás, que cierta misión se había cumplido.
Ch.A.: Todo era confuso y complejo.
C.S.M.: Unamuno apoyó inicialmente el alzamiento militar. Incluso Sánchez Albornoz comenta que dirigentes del Partido de Azaña querían un golpe blando para rectificar cierta deriva ultraizquierdista del gobierno del Frente Popular. Unamuno creyó que era un pronunciamiento de esa naturaleza, pero se da cuenta enseguida de que es un golpe fascista y rectifica. He leído a Unamuno intensamente y hay algo que me queda grabado. Don Miguel manifiesta que decir la verdad nos redime, incluso cuando más nos perjudica. Ese es el espíritu del 12 de octubre. Fue la contrición de Unamuno y el principio de su fin, abucheado en el casino, expulsado de sus cargos públicos, vigilado constantemente…
Ch.A.: Si Franco estaba detrás de la muerte de Unamuno logró ocultarlo muy bien ¿Por qué estamos tan fascinados por la personalidad y la obra de Unamuno? ¿Hay algún intelectual ahora tan valiente, tan osado y hasta tan contradictorio?
C.S.M.: Los papeles estaban seguramente en manos de Franco, quizás se sustrajeron del Pazo de Meirás, pero ahora son públicos y son documentos que cambian las cosas. Os aclaro que yo me siento unamuniano, no unamunólogo, y creo que Unamuno está presente porque transciende su tiempo, todos los tiempos. La suya es una actitud valiente siempre y es normal que haya una constante fascinación por su persona. Ahora no encuentro a nadie como él porque todos los intelectuales tienen un bando. Unamuno tiene una actitud más central que centrista. Es ese faro moral que critica lo malo y habla de los errores y aciertos de unos y otros, con hache ambos. Pero lo que está claro es que Unamuno era enemigo del fascismo y de cualquier totalitarismo, fuera de izquierdas o de derechas. Y ser enemigo del fascismo le costó la vida.
Ch.A.: Celebramos ahora el recuerdo de su muerte y nos sobrecoge la escena que describes en este lugar que aún guarda su eco.
C.S.M.: Y precisamente por eso me gustaría hacer una reivindicación, para que la Universidad se haga con la casa donde vivió y murió Miguel de Unamuno, que casi se mantiene intacta, cuando en Salamanca muchos interiores han sido destruidos. Se trata de la recuperación de un espacio histórico que el personaje merece. Sería una oportunidad para que la Universidad preserve el escenario de la muerte de una importantísima víctima de la represión franquista: tal vez el más famoso de sus rectores.