Juan del Álamo y Juan Diego son los únicos matadores de toros salidos de la Escuela Taurina de Salamanca que abrieron la Puerta Grande de Madrid
Juan Diego y Juan del Álamo se han convertido en dos de los nombres más destacados en la historia de la Escuela Taurina de Salamanca, al ser los únicos matadores de toros formados en este prestigioso centro, que este año cumple 40 años, que lograron abrir la emblemática Puerta Grande de Madrid. Este hito, que pocos toreros consiguen alcanzar, es fruto de su destreza, valentía y maestría en el ruedo, además de un reconocimiento a su sólida carrera dentro del mundo taurino. Ambos, con sus diferentes estilos y trayectorias, dejaron una huella imborrable en la plaza más importante de todo el mundo.
Juan Diego echa la vista atrás para recordar sus primeros días en la Escuela de Tauromaquia de Salamanca: “Mi recuerdo es inmejorable porque es el principio de mi vida profesional, el cual afronté con la máxima ilusión pero con un desconocimiento total porque no tenía vinculación familiar con el mundo de los toros”. El torero salmantino recalca la importancia de la escuela en su carrera: “Estoy absolutamente seguro de que sin esta escuela yo no habría sido torero. Además, con el tiempo me he dado cuenta de que era también una escuela de vida. El maestro Juan José y los diferentes docentes nos enseñaron muchísimos valores y muchísimo sobre la vida. Fue un aporte fundamental para mí como torero y como persona”.
El día a día en los entrenamientos estaba marcado por el sacrificio y la constancia, según recuerda: “Yo tenía mucha ilusión por mejorar, por competir y porque veía que se mantenía viva la llama de que si estabas bien podías torear más. El llegar a ser figura del toreo era un sueño que no era muy tangible, pero sí lo era el hecho de superarte y estar mejor que los compañeros para tener un premio si aquello iba bien. El sacrificio del entrenamiento diario y el premio que había al esfuerzo y a la dedicación eran importantes para mí, porque sabías que si no entrenabas bien a lo mejor no ibas al campo, y eso hacía que diese lo mejor de mí mismo”.
Además, las relaciones que se forjaron en la Escuela de Tauromaquia siguen marcando el día a día de Juan Diego: “Algunos compañeros de aquella etapa son íntimos amigos míos desde entonces. Además me permitió conocer a ganaderos que fueron imprescindibles en mi carrera y con los que conservo amistad con la mayoría de ellos”.
Aunque ya había salido en hombros en Madrid como novillero, unos años después se convirtió en el primer matador de toros salido de la Escuela Taurina de Salamanca en cruzar la Puerta Grande de Las Ventas: “La puerta grande como novillero cambió mi vida porque tenía un horizonte complicado, pero la de matador de toros me catapultó a las ferias más importantes los dos años siguientes. En ese momento ves una luz grandísima que ilumina tu camino y que recompensa todo el tiempo y sacrificios que has invertido en ello”. Juan Diego además recuerda que en su haber existe otra puerta grande apoderando a Paco Ureña y que Las Ventas es la plaza de toros del mundo donde más veces ha toreado. “Es un currículum que no todo el mundo tiene”, bromea antes de finalizar la conversación.
El último matador de toros ‘made in’ la Escuela de Tauromaquia de la Diputación de Salamanca que ha salido a hombros en Madrid es Juan del Álamo, quien recuerda sus comienzos: “Tengo muchos recuerdos de esos comienzos. El primer día que fui al campo no se me olvidará nunca por las sensaciones que viví la primera vez que me puse delante de un animal. Son recuerdos únicos”.
El salmantino continúa reconociendo la importancia de la escuela en su vida profesional y personal: “La escuela ha sido fundamental en mi vida y en mi profesión como matador de toros. Me acuerdo mucho del maestro Juan José, del cariño que nos daba pese a lo exigente que era. También de todos los maestros que me aportaron mucho. Toda la dedicación que puse en mi aprendizaje me ha servido para la vida. La escuela me ha dado mucho y puedo decir que me ha hecho hombre, además de aprender toda la exigencia que tiene esta profesión”.
Juan del Álamo esboza una sonrisa al hablar de amistades que se forjaron entre las paredes del Recinto Ferial: “Allí hice muchas amistades que todavía duran. Me acuerdo que Damián Castaño, Roberto Blanco y yo toreábamos muchísimo de salón, quizá demasiado (risas). Hacíamos un montón de toros. Desde muy niños teníamos muy claro que queríamos ser toreros y nos lo tomábamos muy en serio. Teníamos esa responsabilidad desde muy pequeños”.
El torero charro no oculta que siempre quería ser el mejor para ganarse las oportunidades, que no eran tan abundantes como en la actualidad: “Antes había menos tentaderos. Había que ganárselos y aunque nos llevábamos bien había muchos piques entre nosotros porque al final de semana decían quienes iban al campo y quiénes no. Los que no entrenaban o no habían estado bien en anteriores días en el campo no repetían, y yo como soy muy competitivo me lo tomaba todo muy en serio. Exprimía cada día de entrenamiento al máximo porque quería aprender, absorber de los maestros y ser torero de verdad”.
La salida en hombros por la Puerta Grande de Las Ventas es un honor y un orgullo para Del Álamo: “Salir a hombros en Madrid es uno de los sueños que uno tiene cuando quiere ser torero. Lo conseguí y ese triunfo que uno quiere cuando empieza te da además un reconocimiento importante. Es como aprobar un trabajo de final de carrera y el que te da el sello de torero”. Respecto a lo que se vive ‘tocando’ el cielo de Madrid, el espada manifiesta: “Nunca olvidaré los momentos de esa salida a hombros, aunque me cuesta describirlo con palabras. Es una mezcla de muchos sentimientos”.