La ‘quadra natalícia’ aglutina importantes tradiciones
Las canciones de la época navideña son interesantes desde el punto de vista etnográfico y musicológico, pues a través de ellas conocemos cómo vivían las sociedades antiguas esta época del año, tan señalada tanto en la religión cristiana como en la sabiduría pagana.
En las Beiras este periodo comienza con los cánticos que se realizan durante la recogida de la leña con la que se montará el ‘Madeiro’, una pila de troncos lo más vertical posible que se enciende en Nochebuena. Los cánticos continúan durante la colocación del Madero, hay canciones frente a esa hoguera y en la Misa de Gallo por Nochebuena, en el día de Reyes y, finalmente, están las ‘Janeiras’, que en Portugal se cantan durante todo el mes de enero (janeiro), antiguamente de casa en casa pidiendo algo similar a nuestro aguinaldo.
Es costumbre en Portugal, sobre todo en la Beira Baixa, la Beira Alta y otras regiones del interior, salir a la calle después de la ‘consoada’ (la cena de Nochebuena), para juntarse con los vecinos alrededor de una hoguera.
El ‘Madeiro do Natal’, es encendido para simbolizar el alumbramiento del Niño Jesús y ofrecerle una cálida bienvenida, así como para representar el fiat lux que conlleva el solsticio de invierno, a partir del cual los días comienzan a crecer. Los ‘madeiros’ arden en las plazas principales de pueblos y barrios y suponen un tradicional momento de confraternización que se sigue manteniendo.
Aquí bien cerca hay uno conocido en todo Portugal. El Madero de Penamacor es enorme, alcanza el tejado de la iglesia de S. Tiago junto a la cual se coloca y los penamacorenses no pueden esperar a la noche del 24 sino que lo prenden el 23 de diciembre poco antes de la medianoche. Debido a su tamaño, alumbra todas las fiestas, permaneciendo en rescoldos hasta pasado el día de Navidad.
Los dulces caseros toman protagonismo en esta época. ‘Rabanadas’, ‘filhós’, ‘azevias’, ‘sonhos’ o ‘beilhós’, ‘esquecidos’, ‘coscorões’ … acompañan a los también típicos ‘Bolo Rei’ y ‘Bolo Rainha’.
Los más tradicionales los cocinan en casa, pero hoy en día muchos los compran en pastelerías, donde los vemos en sus escaparates no solo por Navidad sino prácticamente durante todo el año o, al menos, mientras hace frío.
Las ‘rabanadas’ son como nuestras torrijas, solo que en Portugal es típico comerlas por Navidad.
Las ‘filhós’ o ‘filhoses’ (filloas) son una masa de harina, agua, huevos y aguardiente que se fríe en abundante aceite. Conforme las zonas, hay variantes en su elaboración. El resultado es jugoso y su consumo siempre va asociado a fiestas populares o tardes al calor del hogar.
El Bolo Rei es similar a nuestro roscón de Reyes, pero sin relleno. La diferencia con el Bolo Rainha es que éste no lleva fruta escarchada en su superficie, sino frutos secos, como almendras, piñones, pasas o nueces.
Si “nuestros hermanos” portugueses son un pueblo de pasteleros y panaderos probablemente sea por la importancia del azúcar, los huevos y las masas de harinas que históricamente poblaron su gastronomía, con evidente influencia árabe y de la repostería conventual.
Durante un tiempo, el azúcar se consideró el oro blanco, que Portugal importaba fundamentalmente de una de sus colonias, Brasil, a partir del siglo XVI. Sólo la realeza y la nobleza podían permitirse consumirla, dado su alto precio, y además de un uso culinario su ingesta se consideraba beneficiosa para la salud.
Estas clases pudientes no solían consumir los dulces elaborados en sus cocinas, sino que los encargaban a los conventos cercanos y a las refinadas confiterías que proveían a la casa real.
Con tal saber hacer para la repostería, quien pase a Portugal en esta ‘quadra natalícia’ que no deje de comer alguno de estos sencillos y gustosos dulces.