Numerosas veces hemos escrito al respecto. Es un asunto que me preocupaba en el mundo del trabajo ya, y posteriormente también en el fútbol. De manera aue siempre me enfrenté a los que buscaban de manera permanente “cabezas de turco” a los que responsabilizar de los errores. Negativamente. Era habitual, con ello. implantar “la ley del miedo” como una manera “asquerosa” de ganar autoridad.
¡Benditos los errores…!, es un canto a la mejora de las cosas bien hechas. ¿Suena a aberración? Más bien debiera sonar a “Revolución”. Porque en nuestra sociedad el error, el fallo, está muy mal visto y se asocia a fracaso, a incompetencia, a desidia, quizás por eso mismo debamos matizar.
Los aciertos nunca se pueden garantizar, en ninguna faceta de la vida. Porque no existe la obra perfecta. Y si existiera, sería el principio del fin. La perfección anula cualquier iniciativa de avance, igual que ningún compositor de música garantiza siempre obras maestras, ni los pintores crean en todo momento cuadros excepcionales. Es curioso que la gente, en general, puede llegar a disculpar los errores si son cometidos por ellos mismos; pero cuando la responsabilidad es de los demás se muestran intolerantes en grado sumo.
La ausencia de errores en un partido de fútbol es un error en sí mismo. Sin fallos no habría goles y, sin goles, no habría fútbol. Si los equipos fuesen perfectos, si todo lo hicieran bien, el fútbol desaparecería. No se venderían periódicos, no habría quinielas, todo sería demasiado previsible, la gente no iría al campo porque la lógica actuaría siempre a favor del mejor equipo y se sabría de antemano quién iba a vencer, no se televisarían partidos por falta de interés ni tampoco se retransmitirían partidos por radio porque no existiría ni David ni Goliat, con lo que significa esa épica desequilibrante en este deporte cada vez más competitivo…
Los jugadores, y los entrenadores tienen que equivocarse, casi debería obligarse a que se equivoquen muchas veces. La escuela del error es muy sana siempre que se busque una mejora continua. Comparto la teoría de que los mejores equipos ganan más veces porque son los que menos fallos cometen. Sin embargo, siempre hay maneras de que otro equipo les provoque errores más allá de dónde acostumbran. Afortunadamente, los buenos equipos también pierden.
Si todo el entorno del fútbol, aceptase sanamente la convivencia entre aciertos y equivocaciones, el fútbol sería más humano y nunca una ciencia exacta como se quiere convertir a diario. Tendríamos mejores jugadores y entrenadores, mejores árbitros, atletas menos conservadores y más valientes que siempre intentarían la superación de los malos resultados sin la búsqueda injustificada de culpables.
Los que nunca arriesgan nada, los mediocres, aumentarían por doquier… La incomprensión de los errores potenciaría cada vez más a aquellos “que nunca se equivocan” porque nunca intentan nada nuevo, a los que nos repiten a diario, a “toro pasado” aquello de “¡Ya te lo decía yo…!”. ¡Líbranos, Señor, de los que siempre tienen razón! Con estos personajes, el fútbol acabará estacionándose en un estilo mezquino y conservador. Sería un fútbol con muy poco futuro. Por eso, nuevamente, proclamo: “¡Benditos los errores en fútbol!”.
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