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“El alcoholismo es más serio de lo que la gente cree, destroza a las personas y a las familias” 
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DÍA MUNDIAL SIN ALCOHOL

“El alcoholismo es más serio de lo que la gente cree, destroza a las personas y a las familias” 

Actualizado 15/11/2024 16:30

La Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Salamanca alerta sobre el consumo excesivo y la necesidad de cambiar la cultura del alcohol y concienciar desde pequeños

Existe una cultura del alcohol que incita a su consumo y lo normaliza. Socialmente aceptado, no se le da realmente la importancia que tiene. En demasiadas ocasiones se consume en exceso y es preocupante que las edades de inicio sean tan tempranas, casi desde niños. El 15 de noviembre se celebra el Día Mundial Sin Alcohol para concienciar sobre las consecuencias de su desmedido consumo, porque el alcoholismo “destroza a las personas y a las familias”.

Entre 12 y 13 años; esa es la edad de inicio en el consumo de alcohol. Un consumo relacionado sobre todo con el ‘botellón’ de los fines de semana que “poco a poco, a medida que se van haciendo mayores, va en aumento y ya no se reduce solamente a los fines de semana”. Un dato del Plan Regional de Drogas preocupante. “Si los amigos hacen botellón, o me quedo en casa o hago el botellón con ellos. Así se inician”, afirma María Moya, trabajadora social de la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Salamanca (ARSA).

El acceso de los adolescentes al alcohol es fácil: “Aunque en los supermercados está prohibida su compra a menores de 18 años, siempre tienes un amigo, un hermano, un conocido mayor de 18 años que te compre el alcohol. Ahí es dónde está el problema”. Además, añade Moya, “muchas veces hacen botellón en las casas o se van a recintos en los que hay poco control de que haya menores que estén bebiendo alcohol”.

"Hay jóvenes que con 23 o 24 años ya tienen problemas serios"

Consumir está socialmente aceptado y “los menores lo ven. Desde pequeños escuchan a los mayores ‘vamos de vinos, vamos de cañas’; lo normal, si yo me quiero sentir mayor, es beber alcohol. Entonces ya desde pequeñito tienes en la cabeza que beber alcohol significa ser mayor y ser guay”. Además “en este país, las alegrías y las penas se celebran con alcohol; incluso cuando no bebes, tienes que dar explicaciones de porqué no bebes. En cambio, para no fumar nadie te dice porqué no fumas, lo extraño es alguien que no bebe. El problema es ese, que socialmente está muy bien aceptado, pero cuando das el paso a la dependencia, es cuando ya no estás bien visto; y pasas a la dependencia sin darte cuenta; ahí es donde vienen todos los problemas”.

El alcoholismo no ha variado, pero sí hay un cambio. “Antes era solamente alcohol, pero ahora va unido a otras drogas y el daño es mayor a edades más tempranas. Cuando el alcohol antes te empezaba a hacer daño o entendías que podías tener una dependencia igual tenías 30 años, ahora como lo mezclan con porros, sobre todo, o cocaína, los daños en el organismo son más tempranos y hay jóvenes que con 23 o 24 años ya tienen problemas serios de alcoholismo”.

María Moya cree que hay que “concienciar desde pequeños, igual que se conciencia con el tabaco. Pero se les empieza a hablar del tema del alcohol a lo mejor en 3º o 4º de la ESO y además con unos programas que hasta ahora parecen poco efectivos, porque no les llega”. Desde ARSA antes daban charlas en los institutos, “pero ahora la Junta de Castilla y León tiene unos programas y ya nosotros no podemos ir a dar charlas; yo creo que el ver a gente contar su propia experiencia, su problema con el alcohol, era bueno”.

Crear generaciones libres de alcohol

Es necesario enseñar desde pequeños los problemas del consumo en exceso de alcohol y también “cumplir la ley de verdad. Si está prohibido consumir alcohol a los menores de 18 años, no permitamos, por ejemplo, los botellones”. Pero hay otro problema, la familia. “Les parece gracioso, porque dicen ‘mira mi hijo, ayer llegó borracho, su primera borrachera; y se ríen, porque los padres tampoco tienen constancia”.

También es cierto que a los adolescentes “basta que le digas no bebas para que hagan todo lo contrario, se creen guays y supermayores, porque ‘nos bebimos una botella de whisky entre tres’, y luego el problema es que cuando llegan al hospital con un coma etílico, se avisa a los padres y estos dicen no, le habrán echado algo, mi hijo no bebe”. Y es que “los padres muchas veces cierran los ojos y no lo quieren ver o no quieren darle la importancia que tiene”.

Además de no darle la importancia que realmente tiene, “la persona que tiene un problema con el alcohol no quiere reconocerlo”. Por eso, Moya insiste en que habría que “crear generaciones libres de alcohol, igual que quieren crear generaciones libres de tabaco; si desde pequeñito, con 3-4 años, les hablas a los niños del peligro que tiene el alcohol en exceso, cuando esos niños sean mayores, lo tendrán más metido en la cabeza y serán más capaces de decir no bebo o bebo con moderación sin que nadie me mire raro. Es todo una cultura que hay que ir cambiando, pero los adultos no lo queremos reconocer”. Otro problema, añade, es que hay que tener en cuenta que “el alcohol mueve mucho dinero, por lo que tampoco interesa mucho que se deje de beber”.

ARSA

Los inicios de la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Salamanca (ARSA) arrancaron en 1977 en el barrio de Pizarrales, de la mano del sacerdote Jesús García, dos religiosas que trabajaban con él y un alcohólico que ya se había rehabilitado en otra ciudad. “En Pizarrales en esa época había mucha gente que acudía a ellos pidiéndoles ayuda, sobre todo mujeres, porque sus maridos llegaban muy bebidos a casa, les pegaban, había mucha violencia y a lo mejor aparecían en casa del sacerdote a las 3 de la mañana pidiéndoles ayuda,. Como había muchos casos de esos, vieron la necesidad de crear un recurso para ayudar a esas personas". Cáritas les cedió un local en la calle Serranos, también "llamaron a la puerta del hospital y un psiquiatra, que los ayudó. Y así empezaron las terapias”.

A primeros de los años 80, la Diputación de Salamanca les decidió el local donde se encuentran en la actualidad, en el Paseo de San Vicente (enfrente del Virgen de la Vega). El psiquiatra que estaba con ellos se fue a Madrid y entonces empezó “a colaborar con nosotros el doctor José Juan Ávila”. Así “empezamos a funcionar”.

Aunque hay de todas las edades, la media de edad de las personas que acuden a la asociación es de entre 45-55 años. “Ha pasado mucha gente por aquí y ha sido muchísima gente la que ha dejado de beber”, porque, como afirma María Moya, entre el 90-95% sí se rehabilitan, aunque para ello “se deben seguir las pautas que les decimos; mucha gente se queda en el camino, lo abandona porque cuando ya llevan dos o tres meses sin beber creen que ya están bien, que están curados y no es así”. El alcoholismo “es una enfermedad crónica y hasta que no te mueres no se puede decir que estás rehabilitado del todo; cuando llevan ya 3-4 años sin beber ya se puede decir que la persona está reinsertada socialmente”.

Aprender a vivir sin beber

ARSA trabaja con con la Unidad de Alcoholismo de Sacyl y la asociación es “como el apoyo de esa unidad; nuestro objetivo fundamental es apoyar esa rehabilitación para que aprendan a vivir sin beber, que es donde está el problema, porque dejar de beber es relativamente fácil con medicación, con la ayuda de los profesionales etc., pero luego el día a día toda mi vida…, bodas, funerales, bautizos, fiestas, no fiestas… sin alcohol, hasta que aprenden eso es lo que les cuesta más tiempo. Y es lo que intentamos, que interioricen, como parte de una rutina, que ‘no bebo alcohol’ y aprendan a vivir sin el alcohol. Ese convencimiento cuesta tiempo y tratamos de acompañarlos a hacer ese camino”.

En ARSA realizan terapias, charlas, talleres, actividades, además en la sede cuentan con una sala que es como un bar, pero lógicamente sin alcohol, donde pueden tomar su café o un refresco y echar la partida; también tienen libros, pueden ver la televisión…, “es decir, pasar el día o el rato aquí y van a aprendiendo a relacionarse con otras personas sin necesidad de beber alcohol”. Acuden alrededor de 80 personas a la semana.

El alcoholismo es “más serio de lo que la gente cree, destroza a las personas y a las familias. Lo que tratamos es de volver a reconstruir la vida de las personas y, por lo tanto, la vida de las familias. Cuando una persona está enferma, toda la familia está enferma, si les ayudamos a rehabilitarse, logramos rehabilitar a la familia”. Como ocurre con cualquier otra enfermedad.