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“En ‘Pelayo’ he puesto trozos de mi alma, mucha imaginación y un trabajo arduo”
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JOSÉ ANTONIO SAYAGUÉS, ACTOR

“En ‘Pelayo’ he puesto trozos de mi alma, mucha imaginación y un trabajo arduo”

Actualizado 08/11/2024 10:09

Con una carrera que abarca más de cuatro décadas, ha dejado una huella imborrable en la historia de la televisión gracias a su icónico personaje en la serie ‘Amar es para siempre’

El salmantino José Antonio Sayagués es un nombre que resuena con fuerza en el panorama televisivo y teatral español. Este 2024 ha sido el año del fin de la serie ‘Amar es para siempre’ en la que él interpretaba al personaje ‘Pelayo’ dejando una huella imborrable en la historia de la televisión. La serie ha sido un fenómeno social. “El último capítulo fue un gratísimo regalo para mí, el mejor que puede tener un actor”, confiesa, reconociendo la grandeza y emotividad de su personaje.

A lo largo de su carrera, Sayagués ha demostrado ser un artista versátil, no solo como actor, sino también como director y dramaturgo. Desde sus inicios, cuando a los cinco años ya soñaba con interpretar personajes, hasta su amor por la dirección escénica, que ha quedado patente en más de 30 montajes, su pasión por el arte es evidente. “El teatro lo creó la humanidad para entender mejor la realidad a través de la ficción”, afirma, destacando la importancia de las artes escénicas en la sociedad actual.

En esta entrevista para SALAMANCArtv AL DÍA, Sayagués comparte su visión sobre el teatro, su conexión con Salamanca, su ciudad natal, y hace balance de su trayectoria.

19 temporadas después, llegó el fin de ‘Amar es para siempre’. ¿Cómo vivió ese último capítulo y esos últimos meses de rodaje?

Los últimos meses de rodaje fueron muy intensos y emotivos. Todos, tanto el equipo como los actores, éramos conscientes de que nuestra más querida serie -Amar en tiempos revueltos y Amar es para siempre- llegaba a su fin. Sabíamos que se había convertido en un fenómeno social durante casi veinte años, no solamente a nivel nacional sino también internacional, y con un bagaje de premios muy importante a lo largo de su trayectoria. Por eso el último capítulo fue un gratísimo regalo para mí. El mejor que puede tener un actor, cuando ha de dar vida a un personaje con la grandeza, sabiduría y emotividad de “Pelayo”. En esos momentos fue cuando me di cuenta de que, tal como decían los críticos, había construido un personaje que ya formaba parte de la historia de la televisión.

Es una de las series más longevas de la televisión en España. ¿Lo imaginó en algún momento cuando empezó con los primeros capítulos?

Eso es algo imposible de imaginar. Yo entré para dos capítulos, con alrededor de 20 secuencias, acabé haciendo diez mil y estando en cerca de cuatro mil capítulos.

¿Cómo resumiría esta serie en una frase?

Que “Amar”, es para siempre.

‘Pelayo’, el personaje que ha interpretado es un icono. ¿Cómo lo definiría?

Como un hombre del pueblo, cercano, pragmático, generoso, leal, persona de palabra y con una filosofía estoica que envuelve todo y a todos. Vamos… el “Séneca” de la plaza de los frutos. Un Sancho con un Quijote dentro del alma.

¿Qué hay de ‘Pelayo’ en José Antonio Sayagués?

Todos los actores ponemos algo de nuestro espíritu en los personajes. Yo, en Pelayo, he puesto trozos de mi alma, imaginación y arduo trabajo, aunque el personaje, a medida que iba emergiendo y se encarnaba en mí, fue cambiándome la forma de mirar el mundo, al tiempo que me convertía en mejor persona y en mejor actor.

Mirando hacia atrás. ¿Cómo empezó su pasión por el mundo de la interpretación?

Tenía por aquel entonces cinco años y en la casa de mis abuelos paternos por Navidad me gustaba jugar a hacer diferentes personajes de lo que yo era, entraba en el mundo de Alicia en el país de las maravillas... Ya barruntaba en mí la vocación de cómico.

Además de esta serie que ya hemos hablado. ¿Qué otros momentos importantes destacaría a lo largo de su carrera?

Hay muchos, algunos de ellos están reflejados en mi segundo libro ‘Semblanza de un cómico’. Destacaría mi amor por la dirección escénica que ha quedado patente en los más de 30 montajes que he realizado desde el año 1975, cuando creé por aquél entonces el grupo universitario ‘Garufa Teatro’, convertido después en compañía, y cuyo último montaje ha sido ‘El tiempo inventado’: una evocación lorquiana de la escritora y dramaturga Isabel Bernardo, producida por “La Befana” y estrenada en el Teatro Liceo de Salamanca.

¿Hay algún actor o director que haya influido en su carrera?

Más que alguno, muchos son los nombres que han sido importantes para ir afianzando mi carrera profesional como actor: Elena Pimenta; José Carlos Plaza; Adolfo Marsillach; Kriytian Lupa, director polaco; Anatoli Vasielev, director artístico del teatro de Moscú, o Peter Lembit, director estonio. También dramaturgos como José Gabriel Antuñano, José Sanchís Sinistierra, José Luis Alonso de Santos…

Hablemos de hoy. ¿Cómo es un día a día en su vida? ¿En qué proyectos profesionales está centrado?

Suelo estar generalmente ocupado a lo largo del día. Mi vida es tranquila y, como le digo a los amigos -que se ríen- bastante “monacal”: deporte, estudio, trabajo, relaciones familiares... Me apasiona el arte, la filosofía y la mecánica cuántica. Son aficiones con las que disfruto y descubro algo nuevo cada día, eso es lo importante. Después están los proyectos, de los que no conviene hablar hasta que no hayan cristalizado. En estos momentos en mi horizonte y sobre la mesa hay cine, teatro, audiolibros y conferencias que estudio cuidadosamente.

¿Hay algún sueño o meta que aún le gustaría alcanzar en su carrera?

Mi sueño es vivir cada día en plenitud, que es lo que hago, porque creo que la eternidad está en el aquí y ahora, como en la escena, o sea en el presente.

He leído que la filosofía y la música clásica son otras de sus pasiones. ¿Cuál es el origen de esas aficiones?

No lo sé, supongo que es algo innato en mí, tal vez sea en mi infancia donde esté la raíz de tan grande pasión. Tanto la filosofía como la música fueron y han sido siempre mi mejor refugio, ese jardín interior donde se encuentra el Aleph del que hablara Jorge Luis Borges, un punto en el universo donde convergen todos los puntos.

¿Cómo equilibra su vida personal con las exigencias de su carrera?

No es fácil, hay que ser paciente y tolerante, adaptarse a las circunstancias que se van produciendo si quieres sobrevivir, porque como te dije antes, este mundo es muy volátil.

Su pasión por la interpretación es obvia. ¿Qué hace diferente la interpretación en el teatro y en la televisión?

En la televisión, si una escena no sale bien se repite. Pero el teatro es la inmediatez, el momento presente, si te equivocas no se puede volver atrás, el tiempo no se puede detener, es un continuum.

¿Qué cree que el teatro puede aportar a la sociedad actual?

El teatro lo creó la humanidad para poder entender mejor la realidad a través de la ficción. Hoy en día es un bálsamo contra la posverdad que lo invade todo.

¿Cómo ve la evolución del teatro en España en los últimos años?

Dicen que el teatro está en crisis y yo creo que lleva en crisis desde Sófocles y los creadores de la tragedia griega. El teatro es una creación volátil que en España se debería valorar más, como a toda la profesión en general, y que se le quite ese “sambenito” de que los actores estamos subvencionados. Es cierto que hay subvenciones, pero al final de los proyectos ese dinero se acaba recuperando. Las artes escénicas contribuyen con un porcentaje importante al PIB del país.

Un enamorado de Salamanca

Salamanca muestra siempre su orgullo por él. ¿Siente el cariño de la gente cuando viene por aquí?

Si, me siento muy querido y adoro volver de cuando en cuando a Salamanca. No en vano, también aquí están mi familia y mis mejores amigos. Me siento muy honrado por el trato que me dispensan las charritas y los charritos.

¿Cómo definiría a esta ciudad?

Con las mismas palabras de Cervantes: Salamanca que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado.

Ha sido muy reivindicativo con la reclamación de la mejora de las conexiones ferroviarias en nuestra tierra. ¿Salamanca está olvidada por el Ministerio de Trasportes?

Leí el manifiesto porque estaba consensuado por todas las fuerzas políticas. Era un caleidoscopio de distintos colores, pero con un fin: defender la necesidad que tenemos todos los salmantinos de un mejor transporte que dinamice el comercio, la industria y el bienestar ciudadano. Algo que depende de todos y no de cuestiones partidistas. No sé si estamos olvidados o no por el Ministerio. Lo que sí sé es que no tenemos lo que necesitamos. Y permíteme un chascarrillo porque viene a cuento: el que no llora no mama.

Y una reflexión final. ¿Qué mensaje le gustaría transmitir a los jóvenes que aspiran a seguir una carrera en el teatro?

Que no busquen la fama sino el interés por un trabajo arduo, placentero, que les permita marcar un camino, el suyo propio. Hacer teatro y vivir de ello, material y espiritualmente, es un estilo de vida. Lo que tenga que ser será. Y nadie debería olvidar que todo aquel que hace camino siempre ha de estar al acecho de la incertidumbre.