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Zaho de Sagazan, joven cantante francesa
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Zaho de Sagazan, joven cantante francesa

Actualizado 30/10/2024 08:49
Antonio Matilla

Zaho de Sagazan es una joven cantante francesa -24 años-, mezzosoprano, ganadora el año pasado de todos los premios musicales franceses. Participó en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de París cantando un tema de Edith Piaff. Es hija de Olivier de Sagazan, buen pintor y escultor y de Gaïlle Le Rouge de Rusunan, profesora de Lengua Francesa en un Liceo (Instituto). Sensibilidad artística y amor a la Lengua Francesa la han acompañado desde niña y se nota hasta en su depurada pronunciación.

Como soy uno de los irredentos que estudiamos francés –no inglés- en el Bachillerato, la cultura musical francesa siempre me ha atraído moderadamente. Reconozco que no soy un fan apasionado de las novedades musicales y no me esfuerzo mucho en seguirlas.

Después de trabajar pastoralmente con jóvenes durante más de cincuenta años, empiezo a dudar de si comprenderé a los jóvenes actuales o se me habrá pasado el arroz. Para mayor complicación sucede que los jóvenes tienen sus peculiaridades dependiendo del país en que hayan nacido o estén ahora viviendo; pero la globalización positiva y la negativa, que de todo hay, provoca que los jóvenes, quizá más que los adultos, estén interconectados superando toda frontera política e incluso, lo que es más difícil, cultural.

Como no puedo charlar ni encontrarme con todos los jóvenes del mundo, suponiendo que quisieran charlar con un viejo, tengo que aprovechar sus manifestaciones. Y parece que la música es una nueva ágora donde todos podamos encontrarnos. Por otra parte, la música compuesta e interpretada por jóvenes, nos permite parcialmente compartir sus emociones e incluso sus planteamientos vitales.

En el caso de esta joven compositora y cantante, Zaho de Sagazan, fue la artista la que me encontró a mí. Estaba yo encerradito en casa intentando recuperarme del primer catarro de temporada y, aparte de rezar y leer, solía ver algunos capítulos de una serie de esas que se reciclan y repiten permanentemente, con varias y largas pausas publicitarias que normalmente aprovecho para cambiar de canal. Sucedió que cuando iba a cambiar de canal apareció un anuncio de un automóvil adornado brevemente con una canción en francés que me enamoró: la calidez y la calidad de la voz, relativamente grave como corresponde a una mezzosoprano, perfectamente empastada en la música y el lirismo de las palabras, transparente. Era un trocito –la publicidad no da para más- de la canción “Symphonie del éclairs” (Sinfonía de los relámpagos sería en español, más o menos). Esta canción es una metáfora de la capacidad de encontrar belleza y sentido a la vida en medio de la adversidad y sirve de portada y programa de este primer disco de Zaho de Sagazan.

Los títulos y temas de algunas de esas canciones son muy sugerentes:

“La fuente de sangre” es una denuncia de la explotación emocional y física. En algún momento me ha parecido una referencia al costado abierto de Cristo. Como oyente de la música de Zaho de Sagazan tengo derecho a proyectar en ella mis emociones.

“Dime que me amas” expresa la dificultad y la necesidad de un amor verdadero.

“Aspiración” se vale de la metáfora del último cigarrillo para cantar sobre las adicciones y las drogas

“Les garçons” (Los chicos): cómo encontrar el amor verdadero cuando se ama a muchas personas a la vez.

“Las durmientes”: sobre la manipulación del amor hasta destrozar por dentro a una mujer.

“Lenguaje”: cómo aprender y discernir el lenguaje del amor, que no son solo palabras.

“Yo sueño”: cómo curar una relación fallida; esperanza y anhelo de un futuro amor verdadero.

“Tristeza”: entre la resiliencia a la tristeza y su aceptación.

“Suffisamment”: la esperanza de que un amor “suficiente”, lo justito para no romper una relación, puede madurar hacia un amor verdadero y pleno.

Como cristiano y sacerdote tengo “el corazón partío” porque encuentro en estas canciones profundidad, lirismo, reflexión intensa y esfuerzo de discernimiento de las emociones más profundas que están moviendo el corazón de los jóvenes. Intuyo que la trascendencia, o sea, la presencia de Dios, está soterrada en esas vivencias tan bellamente expresadas por Zaho de Sagazan en sus canciones. Me gustaría que ella, profundizando en su música y en su poesía, pueda reconocerla conscientemente –digo la presencia de Dios- algún día. Mientras tanto, por mi parte, respeto, desear a la cantante los mayores éxitos y disfrutar de su música.

Termino de escribir estas líneas el 29 de octubre y, de repente, caigo en la cuenta de que mañana, día 30, o sea hoy para el lector, a las cinco de la tarde -hora torera-, fui ordenado presbítero (sacerdote católico, vaya) en la parroquia del Nombre de María, por el obispo D. Mauro Rubio Repullés, que Santa Gloria haya.

Antonio Matilla, sacerdote católico, amante de la música francesa malgré tout.

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