Nuestra civilización tiene sus raíces en la tradición judeocristiana y en esta identidad el concepto de semejante, aplicado a unos seres humanos para con otros, es de los conceptos más importantes tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. En el primero, en el libro del Génesis está escrito: “Y Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza”. Lo que equivale a afirmar: Dios creó a todos los seres humanos semejantes.
En el Nuevo Testamento hay numerosas ocasiones en los que los evangelistas se refieren a la idea de semejanza entre todos los hombres en palabras de Jesús. Y el Tercer Mandamiento de la Ley de Dios es: “Amarás a los demás como a ti mismo”; si tienes que amar a los otros como a ti mismo, necesariamente los otros son semejantes a uno mismo.
¿Por qué el mundo occidental cada vez se aleja más de esta idea, de tal modo que en la actualidad parece regirse justo por la idea contraria? La idea contraria se puede expresar como: “los otros, que no son como yo ni mi grupo próximo, son distintos y ajenos a mi vida; por lo tanto puedo considerarles inferiores y contribuir a que desaparezcan si los juzgo dañinos”.
Pero no solo naciones o grupos diferentes en nuestro presente están en conflicto bélico, sino también Estados y naciones semejantes están siendo destruidos o atacados; Ucrania y Rusia tienen muchos más puntos en común que diferencias: su historia, su lengua, su cultura, su situación geográfica, etc. son tan similares que hasta hace un siglo ser ucraniano y ser ruso era una misma nacionalidad. Pero la guerra actual está produciendo una sima de separación tan abismal entre ambos, que es muy probable que nunca más podrán reconocerse como un solo pueblo.
Más trágica aún es la experiencia actual del pueblo palestino, atacado por Israel con el objetivo al parecer que desaparezca y los que sobrevivan huyan a lugares lejanos. Israel, el agresor, víctima terrible de la Alemania nazi, hace poco más de 70 años y pueblo que en su identidad siempre se ha sentido depositario privilegiado de las enseñanzas de Dios, ahora parece estar ciego cuando no puede ver sus semejanzas con los palestinos (entre otras semejanzas, dos pueblos de cultura y lengua semitas).
EEUU, dividido entre dos grupos políticos cada vez más irreconciliables, parece haber encontrado el colmo del primitivismo al juzgar que la mitad de su población son los auténticos enemigos de la otra mitad: en pocos días celebran las elecciones para ver (o quizás no aceptar) quién es el vencedor.
La Unión Europea, finalmente, en su política de inmigración, parece estar siguiendo la propuesta de la Sra. Meloni, de llevar a centros carcelarios en territorios fuera de sus fronteras a todo inmigrante que pretenda entrar ilegalmente en Europa. Con medidas como esta, acabaría toda idea de semejanza e igualdad de derechos entre humanos, promovida por el continente que siempre se ha jactado de ser el líder mundial en valores morales y democráticos.
El narcisismo mortífero ( el del mito de Narciso que encuentra su muerte enamorado de su imagen reflejada en las aguas del río) parece estar ganando todas las batallas.
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