Ánimos para grandes cosas

Fuimos únicos y cada año, llegadas estas fechas, deberíamos recordarlo, volverlo a pasar por el corazón. Usando expresión frecuente del amigo que me ha sugerido el tema de hoy, tendríamos que fijarlo para nuestro “oficio de lectura”. Cuadra bien entre el 22 de octubre, cuando hicimos memoria litúrgica del santo papa peregrino en nuestra tierra, y el 1 de noviembre, la fecha en que nos visitó y nos regaló palabras que conservan su frescura, que parecen dichas para hoy mismo aunque fueran pronunciadas en Alba de Tormes hace ya cuarenta y dos años.

Diez días pasó en España el gran Juan Pablo II durante el otoño de 1982. Su primer viaje de cinco y el más largo a nuestra nación que tanto amó, la “tierra de María”. Viví la alegría de estar cerca en el último en Cuatro Vientos, ¡en 3 de mayo tenía que ser!; en aquel otro apenas contaba semanas de vida, pero con el tiempo me he ido acercando a los mensajes que transmitió a las diferentes realidades de la Iglesia y la sociedad españolas, un verdadero tesoro al que seguir acudiendo. En la página web de la Santa Sede están al alcance de todos los cuarenta y ocho textos: discursos, homilías, audiencias, encuentros, etc.

Pues bien, solamente uno de ellos se dirige a una iglesia local española, el saludo al pueblo de la Diócesis de Salamanca, es decir, a nosotros, a los cristianos que peregrinamos en esta tierra salmantina. Fuimos la única iglesia diocesana a la que se dirigió el obispo de Roma, en presencia del obispo de Salamanca unido a él filialmente en comunión. Nuestro pueblo, el de una diócesis con brillo en la Historia y pobreza en el presente, “una Iglesia local que vive, sufre, se esfuerza para anunciar el Evangelio, tiene problemas y se afana en la búsqueda de soluciones”, como explicó nuestro obispo Mauro Rubio antes de desear “que vuestro paso, como mensajero de esperanza, dé un soplo de vida a lo que languidece, abra nuevos caminos a quienes ven difíciles o cerrados los que hasta ahora llevaban, y nos transmita algo del fuego de aquel Espíritu que San Pedro, de quien sois sucesor, recibió en Pentecostés para comenzar a enfrentarse con todo un mundo que desconocía a Cristo”. La posterior exhortación de Juan Pablo II se apoyó en la Santa, la patrona de nuestra diócesis, Teresa de Jesús, cuyo sepulcro nos honramos en custodiar.

Tiempos recios

Los de 1982 y los de 2024. Entonces nos hablaba el Papa de la despoblación rural, de la emigración de la juventud, de los valores contrarios a la moralidad cristiana, del alejamiento entre la fe y la cultura… Siguen vigentes sus palabras como reivindicaba él las de Santa Teresa, “con toda su verdad y fuerza”.

Ánimos para grandes cosas

Apeló el pontífice polaco a las virtudes tradicionalmente asociadas a nuestro pueblo: “la honradez, la laboriosidad, la discreción, el aprecio del hombre por lo que es más que por lo que tiene; los valores tradicionales de la familia; apreciar como lo más grande a Dios y al hombre en tanto que capaz de Dios”. Poner a Dios en el centro es, realmente, el único camino para esas grandes cosas.

No apoquéis los deseos

El riesgo asumido por Teresa, reformadora, andariega, favorecida por Dios, es el ejemplo a imitar para abrirnos al futuro ensanchando el alma. Es el mensaje del 1 de noviembre de 1982 a la Diócesis de Salamanca. Se lo dijo a cada cristiano español, y a cada cristiano del mundo, pero nos escogió como destinatarios primeros, que lo recibimos entonces como saludo particular y casi deberíamos memorizar, transmitirlo unos a otros como carta apostólica del que vino a anunciarnos, como fiel testigo, el Evangelio de la esperanza.

Fotografías de Laso publicadas en el Boletín Oficial del Obispado de Salamanca.