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Me quiero, no me quiero
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Me quiero, no me quiero

Actualizado 23/10/2024 07:56
Raúl Izquierdo

Nos pasamos gran parte de la vida tratando de gustar a otros y de caer bien a la gente. La motivación de muchas de nuestras acciones u omisiones, está en no quedar mal, que no digan de mí, todo ello mezclado con el miedo agigantado de equivocarme en cualquier decisión de la vida. Con esos ingredientes, nos vamos arrastrando mendigando migajas de cariño, miradas complacientes y breves reconocimientos, tan breves, que a veces duran el poso de cinco segundos tras un like a alguna foto tuya o algún comentario que a casi nadie le importa. Y así, nos vamos haciendo yonkis de la aprobación del resto, adictos a la apariencia de lo que no soy ni quiero, pero que me reporta unos suspiros de satisfacción que me van haciendo sobrevivir. La existencia humana negociada al mínimo, con tiempo para comer, descomer, dormir y algunas funciones fisiológicas más. La existencia humana de rebajas, pero eso sí, con buenas pastillas de fútbol, redes y tontunas.

Pareciera que el ser humano es muy libre, pero no ha sido tan esclavo nunca. En España, como en el resto de Europa y de las civilizaciones adelantadas, llenas de progreso y empachadas de sí mismas, hay unas tasas de suicidio juvenil que asustan. Generaciones de jóvenes con tolerancia cero a la frustración, con la barriga llena de tenerlo todo con nulo esfuerzo, con la impaciencia de querer las cosas de forma inmediata. Jóvenes metidos en bolsas de plástico que al menor contratiempo sienten que la tierra sobre la que viven se derrumba. Y unos porcentajes altísimos de consumo de ansiolíticos, antidepresivos y demás caramelos psiquiátricos. La gente se siente sola, muchos jóvenes se sienten muy solos. Esto no lo digo yo, sino los estudios de gente que recoge datos para hacer estudios. Pero eso a mí me preocupa.

No descubro nada si afirmo que hay un déficit de autoestima. Sí, la gente no se quiere a sí misma o se quiere poco. Vivimos pensando estrategias, disimulando, engrandeciendo nuestros logros o la dificultad de lo que hacemos. Nos mantenemos usando caretas, máscaras y demás maquillajes para disimular mucho de lo que somos, sentimos y queremos. Y claro, nos engañamos a nosotros mismos, nos hacemos trampas jugando al solitario. Al final, si perdemos el alma de lo que somos cada uno y cada una, lo perdemos todo. ¿Cómo mirarse al espejo y sentir simpatía y amor por lo que vemos? ¿Cómo contrarrestar nuestra auto exigencia, tantas veces enfermiza? ¿Cómo aceptar con alegría nuestras debilidades, nuestras fragilidades, ese tiempo que aparentemente brilla poco?

Hoy, como siempre en la historia, hay muchos sabios, gurús y vende humos. Todos nos prometen la felicidad, la belleza, el cuerpo diez y la eterna juventud. Mentira y de la gorda, de la que le hacía crecer la nariz a Pinocho. Yo al menos, no quiero ser super padre ni super amigo, ni super compañero de trabajo, aunque a veces me autoengañe y sienta que me falta la capa para volar. Quererme un poco más cada día es una asignatura pendiente, que tengo que seguir trabajando. Pero mucha gente la suspende y le queda pendiente para el próximo curso, y así va pasando la vida.

Como no repetir que no hay fórmulas mágicas, pero hay cosas que pueden ayudar: tener amigos y amigas de verdad, de los de carne y hueso, de esos con los que puedes reir y llorar, tomar un café o una cerveza, dar y recibir más abrazos, pero de los largos, de los buenos. Pasar tiempo con gente positiva y alegre, y evitar a las personas tóxicas, a las que se victimizan por todo, a los que siempre tienen problemas. Pasear, leer, hacer deporte, reírte mucho…. Y a mí, lo confieso, me ayuda mucho la fe: el vivir que no soy el final de nada, y que mi existencia transciende esta vida de carne y hueso. No me quita el dolor o el sufrimiento, pero sí me da un sentido. No me hace moralmente superior a nadie, pero me ayuda a ser más feliz. Creer, más allá de lo que veo. Esperar más allá de las apariencias. Confiar, más allá de mis miedos.

Seguramente mañana cuando vuelva a dar un paseo y me ponga a deshojar una margarita, volveré con me quiero, no me quiero…. pero creo que seré capaz de quitar dos pétalos seguidos con “me quiero”. El campo está lleno de flores para que lo siga intentando…

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