Si la pregunta que os planteo en mi aportación de hoy fuera ¿creen que la felicidad y la política son convergentes?, vuestra respuesta al 99% estoy seguro que sería un NO rotundo.
Con frecuencia hablamos de la felicidad refiriéndonos a ella como un tópico, como algo que cada persona en su interior cree como inalcanzable, casi como una quimera; pero os aseguro que tiene mucho más de realidad de lo que piensan. Y también, cuando se hace mención a que “a más felicidad de las personas se puede lograr una mejor convivencia social”, también voy a deciros lo mismo. ¡Claro que es posible!
Hay certeza en estas afirmaciones. La cuestión es en qué medida logramos la misma. O en qué espacio temporal, porque una cuestión es saber que podemos lograrlo en un espacio de tiempo que nos permita disfrutar de los beneficios y otra muy diferente, que sea un futurible inabordable e inalcanzable.
La Asamblea General de la ONU decretó en la resolución 66/281 de 2012, para que el 20 de marzo se celebrase el Día Internacional de la Felicidad. Y ésta efemérides viene ocurriendo sin que se le preste demasiada atención.
¿Pero por qué este hecho es tan relevante?
La finalidad es reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno.
Nos surge una gran duda: ¿estamos persuadidos de que los gobiernos se han leído esta resolución? Y una segunda pregunta: en caso de que sí…lo cual debería ser lo lógico, ¿le están atribuyendo la importancia que realmente tiene en las poblaciones de los países? Por tanto, vamos a considerar esta cuestión de la felicidad como algo sustancial para la psicología social e individual, en concreto, para la salud mental de la población y no menos importante, lo que ésta puede desencadenar en la salud física.
A tal punto es importante, que también se creó el “WORLD HAPPINESS FEST”, el foro global sobre felicidad y bienestar en 2017, por Luis Gallardo, quien fue director global de marca de Deloitte y ahora es miembro de la Junta del día Internacional de la felicidad de la ONU. Es un foro multidisciplinar en el que se abordan temáticas tan diversas como como la salud, la educación, las nuevas tecnologías, el desarrollo personal, el impacto social, la educación, la música, el arte, la cultura, la gastronomía, las políticas públicas, y que cuenta para ello con más de 400 expertos alrededor del mundo que forman parte de un rico ecosistema entorno al mundo de la felicidad y el bienestar.
Sabemos que la Agenda 2030 y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), adoptados por todos los países miembros de Naciones Unidas, marcan una agenda universal hasta 2030 que pone en el centro a las personas, el planeta, la prosperidad y la paz. Desde ya que es allanar el camino a que más millones de personas puedan sentirse felices.
Es por ello que el World Happiness Fest está comprometido con estas metas y trabaja para contribuir a construir un futuro mejor. Pero a su vez, este Foro es uno de los principales pilares de la fundación “WORLD HAPPINESS FOUNDATION”, de la cual también se derivan otras importantes creaciones en este campo, como es el “Observatorio de la Felicidad” que es un portal que recoge y sintetiza las principales noticias entorno al mundo de la felicidad y el bienestar.
En el campo de la investigación científica
Dos investigadores estadounidenses, Ed Diener, de la Universidad de Illinois del Departamento de Psicología y Louis Tay, de la Purdue University, Indiana, ya hace una década expusieron en un trabajo “A scientific review of the remarkable benefits of happiness for successful and healthy living” (Una revisión científica de los notables beneficios de la felicidad para una vida exitosa y saludable) que “el bienestar subjetivo refleja la felicidad de los ciudadanos e incluye si creen y sienten que sus vidas son deseables, satisfactorias y gratificantes. Es un indicador clave de la calidad de vida nacional (es decir, en qué medida las circunstancias de una nación son deseables), además de otros indicadores económicos y sociales. Es importante que las sociedades monitoreen el bienestar subjetivo porque refleja la experiencia de las personas sobre la calidad de vida debida a condiciones deseables como buenas relaciones sociales, prosperidad económica y salud”.
Es el caso de Sonja Lyubomirsky (1966), profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de California en Riverside, que sostiene que “la felicidad contribuye a una sociedad mejor, más sana y más fuerte”. Así de clara y directa es en sus conclusiones.
Cuando te sientes mejor, sin duda también mejora tu capacidad de ver el mundo que te rodea, de comprenderlo con mayor sosiego y no dejar que los avatares de cada día que nos llegan por miles de inputs de información por los medios de comunicación y las redes sociales, puedan aplastar este sentimiento de felicidad razonable que te has ganado a pulso.
La falta de políticas
Una vez más la sociedad civil por encima de la clase política que está elegida por aquella, pero a la que la segunda no presta toda la atención que debiera en el plano humanista. Y es un claro derecho que no solo debe reconocerse, sino que la clase política en todos los países deben esforzarse en ser más sensible a la parte emocional de sus ciudadanos.
¿Es que no les importa? ¿Es que desconocen estas iniciativas, o jamás se han preocupado por profundizar en los estudios e investigaciones disponibles? Como suele decirse: ni una cosa ni la otra. Ni son ignorantes respecto a todas las iniciativas en este campo de la felicidad, ni tampoco puede afirmarse (sería una temeridad) que no les importa.
La cuestión radica entonces en que debemos subir un peldaño más en el análisis: lo que llamo el grado de sensibilidad de la clase política. ¡Y aquí subyace el auténtico agujero negro! Pero la ciudadanía (nosotros) tenemos a su vez la obligación de exigir más nivel a la clase política, no sólo en cuanto a la resolución de lo urgente, sino ver más allá del árbol…o sea el bosque (como decía Don Ortega y Gasset).
El bosque incluye la psicología social e individual. Desde ya que, necesariamente entre sus elementos constitutivos de esa naturaleza amplia que conforma la especie humana, el gran intangible que es la felicidad termina siendo una materia muy tangible, porque la salud mental de una población es directamente proporcional a los niveles de felicidad más o menos razonable que operan en dicha sociedad.
Si esta sociedad vive en conflicto permanente (aunque no sea porque esté en zona de conflicto armado y similares), hay malestares que la población sufre provocados por la inoperancia e incompetencia típicas de terceros países, las personalidades que tienen las riendas de las políticas, si no hacen algo en pos de las emociones de sus ciudadanos, entonces la infelicidad está a la vuelta de la esquina. Así de simple.
No se requiere mucho esfuerzo para que una población sea infeliz. Por contrario, sí hay que exigir mucha dedicación, preocupación, sensibilidad, empatía y otro largo etcétera, para que esta clase gobernante a escala global al menos logre enviar unos mensajes de tranquilidad basados en datos fidedignos, en toma de decisiones oportunas, en preocupación sana sobre la vida de las personas no sólo en el plano físico, sino en el otro, el más difícil de abordar que es el de las emociones.
La felicidad y los foros, expertos, autores, iniciativas como las descritas más arriba, son esenciales para que la felicidad esté entre nosotros como algo natural. No es cuestión de palabras sino de hechos. La felicidad no se promete, sino que hay que construirla.
Bien que nos gustaría escuchar alguna vez la palabra felicidad de la ciudadanía en boca de un político. Da la impresión que no entra en el vocabulario de la clase dirigente. Pues ya es hora de que lo incorporen. Sería un gran paso en el camino de la empatía que a veces se esfuerzan en demostrar, pero que en los hechos queda vacía.
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