"Cara al sol, en el tendido de sol, en la grada de sol, los setecientos abonos de Juventud Taurina de Salamanca miran de frente a la vida, alimentan su afición tarde tras tarde"
No se me asusten con el título los progres y demócratas, si nada hay más democrático que una tarde de toros, de sol y sombra, de silencio o de gloria. Este año me he propuesto titular los apuntes con nombres de canciones, de películas, y en esta feria partida, dividida, en dos fines de semana, hubiesen sido imposibles los Lunes al Sol.
Por suerte para ellos, por su edad, ni conocieron aquel himno de tiempos pretéritos que algunos se empeñan en no enterrar, ni saben lo que es pasar un lunes al sol con el estómago apretado y el alma en un puño, esa impotencia de querer trabajar y no poder; que muchos te quieran pero nadie te compre, como lo sabemos tantos.
Aunque en el tendido había ausencias con respecto a otras tardes, más de media entrada, en esta de rejones ellos no han fallado. Cara al sol, en el tendido de sol, en la grada de sol, los setecientos abonos de Juventud Taurina de Salamanca miran de frente a la vida, alimentan su afición tarde tras tarde. Diez años después de su última tarde en Salamanca, quizá muchos no habían visto torear a ese prodigio a caballo, ese tornado, ese huracán que se ha llevado hoy todo por delante en La Glorieta, cuatro orejas, dos faenas de ensueño, que se llama Diego Ventura, que ha reventado literalmente los cerrojos de la Plaza. Jóvenes que no conocieron aquellas tardes de San Mateo repletas de vecinos de los pueblos de la provincia, tardes de un rejoneador por delante y dos toreros por detrás, tardes de hornazo y vino de Toro, tormentas o bochornazos.
Cara al sol, aunque hoy más pendientes de la lluvia, los setecientos abonos de Juventud Taurina han disfrutado del toreo a caballo en su máxima expresión; tan alta, que todo lo que viniese después era casi imposible; ese triunfo con menor fuerza de Galán, ese paso casi discreto del Hermoso pequeño, el heredero del rey, que aún tiene muchos años para instrumentar faenas como las de Diego Ventura en estado de gracia en esta quinta de feria, en este casi epílogo de un nuevo septiembre.
Cara al sol. Me gusta, me encanta, me emociona verlos atentos, reivindicativos, jaraneros, protestones, macerando su afición con la misma ilusión con la que yo lo hacía hace más de 30 años, también cara al sol, bajo el sol, en los tendidos de esos pueblos de Dios bajo la canícula del verano. Cuánto me gustaría volver a aquella pureza, aquella fe, con menores conocimientos pero mayor convencimiento de que si le entregaba alma y vida al mundo del toro en mi pluma, ese mundo del toro algún día lo compensaría, sin saber entonces que esto es un pastel muy pequeño al que aspiran muchas bocas, que el que accede a una porción la defiende a mordiscos y se quiere comer todas. Pero eso es otra cuestión que ojalá nunca tengan que aprender.
Cara al sol van afianzando una vocación, una pasión, este año luchando por una mayor cuota de abonos. Qué bonita, qué guapa está La Glorieta con tanta vida, tanta juventud en su tendido de sol; qué milagro, qué maravillosa esa cola diaria en la puerta del 4 llena de los hombres y mujeres del mañana que hoy podrían comerse el mundo como una manzana, a bocados.
Los veo cada día y cuando los contemplo, entre toro y toro, lo de menos es el ruedo; se detiene un poquito el tiempo, regreso a lo que un día fui y les envidio por haber perdido tantas cosas por el camino que ellos poseen.
Que nunca piense la empresa que facilitar esos setecientos abonos, los que hagan falta, es perderle dinero a una tarde, si cada abono es una semilla, la siembra. Si cara al sol, bajo el agua, bajo el sol de La Glorieta, germina en la tierra la cosecha; nacen, crecen, los aficionados de los tendidos de sombra del mañana.