Con motivo de la Reunión en Madrid el pasado viernes 13 entre varios países europeos, el presidente de Palestina y otros interlocutores árabes, con el objetivo de conseguir una paz entre Israel y Palestina, reunión a la que Israel no fue invitado, se impone reflexionar sobre cuál es el mayor obstáculo para que Israel abandone su política de destrucción de Palestina y no pueda, como nación, dar un giro a un conflicto que desestabiliza y daña a toda la región y engendra la alarma de una posible mayor extensión del conflicto en el resto de las naciones.
La acción destructiva de Israel sobre Palestina no está justificada ni moral ni ideológicamente, ni siquiera por uno de los pensamientos judíos más enraizados en su pasado y en sus escritos: “ Ojo por ojo y diente por diente”. En esta acción Israel ha abandonado todo punto de referencia; la terrible realidad de las cifras es que las 1000 víctimas israelíes y 200 secuestrados que Hamás llevó a cabo en el ataque sorpresivo el 7 de octubre del pasado año, han dado lugar a más de 40.000 muertos palestinos y más de 100.000 heridos graves.
Si se buscan las causas de la destructiva y apenas sin límites acción militar de Israel contra Palestina, no se encontrarán ni en los deseos de venganza ni en ningún razonamiento que explique esta respuesta al ataque palestino.
Desgraciadamente la explicación de la acción israelí nos lleva al terrible trauma colectivo de la II Guerra Mundial y específicamente al Holocausto de millones de víctimas de judíos, llevado a cabo por el Gobierno nacionalsocialista alemán. La compulsión a la repetición es un mecanismo que se da en la naturaleza humana, tanto en el individuo como en las colectividades: descubierto por Sigmund Freud ( el creador del psicoanálisis) hace algo más de un siglo, establece cómo un sujeto o colectividad que ha sufrido en el pasado un traumatismo imborrable, tenderá a representar inconscientemente este trauma con una variación de argumentos que serán una repetición básica de lo sufrido en el pasado. La identificación con el agresor es uno de estos argumentos que repite el trauma: el pueblo israelí, como colectividad, no ha podido superar la terrible agresión de la Alemania nazi y en un intento inconsciente de superar esa angustia de víctima no reparada, se convierte imaginariamente en el agresor y elige una víctima que, por algún parecido, represente la primitiva víctima del conflicto.
Por más que un análisis detallado haga aparecer los parecidos entre el gobierno nazi y el desarmado pueblo judío agredido y el actual gobierno israelí y el pueblo palestino, todo mecanismo consciente tenderá a negar cualquier parecido entre ambas realidades históricas. La acción compulsiva no admite las palabras, las negociaciones, las razones para alcanzar una paz que sería un don único para ambos pueblos.
Por eso en la Reunión de Madrid del pasado viernes no fue invitado Israel a este encuentro entre los que buscan una posible y necesaria paz.
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