Miércoles, 15 de enero de 2025
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Vida y milagros del burlón don Pedros
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Vida y milagros del burlón don Pedros

Actualizado 16/09/2024 07:57

Antes de nada, quiero dejar bien claro que mi ingenio no es, ni mucho menos, el de mi tocayo Quevedo, ni estamos en el Siglo de Oro, ni esto es otro folletín de novela picaresca. Sencillamente, se trata de encontrar algún paralelismo entre el pícaro buscón don Pablos y el burlón don Pedros, falsario ocupante del Palacio de La Moncloa. Si el protagonista de Quevedo era “ejemplo de vagabundos y espejo de tacaños”, nuestro comediante es adalid de mentirosos y borrosa fotocopia de alucinados autócratas.

Después de analizar el tema con minuciosidad, creo que sería más acertado considerar a Sánchez, más que la reencarnación de un nuevo Robin Hood, una réplica de nuestro José María “El tempranillo”. El bandido cordobés fue catalogado como el “bandido bueno” por repartir sus botines entre las familias más necesitadas. De igual modo, el rasgo común entre nuestro moderno facineroso y el bandolero de Sierra Morena es su devoción por los fondos públicos. Aquél, asaltaba carruajes de gente pudiente y diligencias donde se trasportaban los dineros del rey; éste, sin violencia, pero con esmerada delicadeza, recauda los fondos de aquellos súbditos que han sido capaces de ahorrarlos y los reparte entre los que tienen en su mano la posibilidad de disolver su banda.

El personaje de Quevedo aprendió de los estudiantes las artes del engaño. Llegó a desvalijar a pardillos y usureros e, incluso, salir de la cárcel a base de sobornar a más de uno. Nuestro Burlón de La Moncloa también es amigo de constantes viajes, no todos imprescindibles, pero viajando con billetes costeados por todos los españoles, incluidos los que no acaban de aceptarle. Allá donde asienta sus reales, es amigo de embaucar al público con promesas que, de antemano, no piensa cumplir para acabar recaudando más impuestos, sin importarle si son de pudientes o de contribuyentes que llegan a fin de mes con no pocos sacrificios. Cada vez necesita más dinero para dárselo a los que le mantienen como jefe de la banda, y éstos le amenazan constantemente con dejarle abandonado.

Si El Tempranillo era amigo de repartir sus botines entre los más necesitados, a los que sostienen a Sánchez, y a él mismo, poco o nada les importa la palabra solidaridad. Tiene tan grabada a fuego la consigna de recaudar cuanto más mejor que todos los miembros de su partida están sincronizados para repetir constantemente lo bueno que es su proceder. No en vano se pone en boca del cordobés la siguiente sentencia: “Aligeramos de su peso a quien lo tiene, y ya está. Pero aquí, cortesía con las mujeres y los ancianos, buen trato para todos y un poquito de gracia, que hasta para robar hay que tenerla. La justicia la impongo yo: se acata lo que digo o se va uno con viento fresco al otro mundo: no podemos andarnos con chiquitas. Precisamente porque nos hemos sublevao contra unas leyes, tenemos que cumplir a rajatabla otras”.

Ahora bien, Sánchez no para en casa. Se saca de la chistera multitud de viajes allá donde nadie le ha llamado. Aunque no quiera reconocerlo, pretende hacerse presente en foros internacionales -no importa lo que se trate en ellos- para llegar a presidir algún organismo internacional cuando deje de recrearse en su actual cargo. Sin embargo, no quiere aparecer por multitud de ciudades españolas donde sabe que existen necesidades que no ha tenido a bien satisfacer por ser feudo de la oposición. No está dispuesto a escuchar más censuras y desprecios. Después de residir su Buscón en diferentes ciudades y desempeñar toda clase de oficios, Quevedo sentenció sabiamente, “nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de vida y costumbres”.

La errática política exterior de este gobierno está causando daños que pueden llegar a ser irreparables. Sánchez ha cruzado la línea roja que pone la diplomacia española unas veces al servicio de intereses partidistas y otras a los intereses personales. Marruecos, Argelia, EE.UU., Argentina, Israel y los últimos conatos de suplantar a la UE en su visita a China, son botones de muestra que reflejan innecesarios desplantes a países que tradicionalmente fueron nuestros aliados. El sospechoso cambio de postura ante el estatus legal del Sáhara –nunca sabremos lo que escondía el teléfono de Sánchez-, el reconocimiento unilateral de Palestina, la lona extendida sobre las cuarenta maletas de la ministra Delcy, negarse a reconocer a Edmundo González como legítimo vencedor de las elecciones en Venezuela y no calificar a Maduro como dictador, son la clara demostración de que dormir en el mismo colchón con Sumar y Podemos ha desplazado a Sánchez bastante más a su izquierda. Este sanchismo ya tiene más de populismo que del socialismo de la Transición.

Los últimos respingos que han protagonizado PNV y Junts han dejado a Sánchez colgado de la brocha. Por más bravuconadas de gobernar sin el apoyo del Legislativo, la procesión va por dentro porque la cuerda puede llegar a romperse definitivamente. Para evitarlo, el fantasmón don Pedro estará dispuesto a destruir todos los puentes que le impidan el paso. Ya ha dado suficientes muestras de no pararse en barras a la hora de atornillarse al sillón. España no puede depender de la ambición de un mentiroso ególatra. Alguien tendrá que poner pie en pared dejando las cosas muy claras, de lo contrario, nuestra democracia acabará descendiendo a regional.

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