La visita del presidente del gobierno a los países de África occidental (Mauritania, Gambia y Senegal), al que ha ido acompañado de empresarios españoles y de la ministra de Inclusión y Seguridad Social con la finalidad de firmar acuerdos bilaterales para frenar la salida de cayucos y favorecer la integración social de personas migrantes en territorio español, es una iniciativa plausible que pretende, en origen, materializar inversiones para mejorar las condiciones sociales de los ciudadanos de esos países, en general, y garantizar que los que emigren a España lo hagan con unas perspectivas laborales y sociales adecuadas. Recordemos que España, como muchos otros países del entorno europeo, necesitan migrantes que puedan trabajar, que contribuyan y garantizar el desarrollo económico, el incremento del PIB y el mantenimiento de las políticas sociales y las pensiones. Realizándolo, además, respetando los derechos humanos de los migrantes, intentando evitar el tráfico de personas y las mafias; algo que se está dando con demasiada frecuencia en la salida y llegada de migrantes a las costas, fundamentalmente del archipiélago canario y a las ciudades de Ceuta y Melilla.
Y ante esto, ¿cuál es la respuesta del PP?. Por supuesto y como en el resto de las políticas, echar más leña al fuego; en este caso mediante la difusión de mensajes xenófobos, excluyentes y supremacistas, acusando al presidente del gobierno de ir a los países africanos para abrir nuestras fronteras a las mafias y favorecer el “efecto llamada” de migrantes. Ya se sabe que la solución de Feijóo y el PP pasa por utilizar la “mano dura” contra los indefensos migrantes (muchos de ellos son menores no acompañados, MENAS) reivindicando las “deportaciones masivas” y también por la intervención armada en las fronteras para impedir, por la razón de la fuerza, la entrada de personas. Esa es, por desgracia, la talla política de Feijóo, que tergiversa los mensajes, embarulla, manipula y miente, porque es el único recurso que le queda para combatir al gobierno. Juego sucio, el mismo que utilizan los futbolistas marrulleros, incapaces de ganar el partido respetando las reglas del juego. Como prueba de que a Feijóo lo único que le interesa es ir contra el gobierno, lo haga mal o lo haga bien –y las hemerotecas son fieles testigos de lo que afirmo-, tenemos las declaraciones del ex presidente M. Rajoy, que pretendía hacer lo mismo que ha hecho Sánchez. El propio Feijóo iba en la misma línea hace meses. Pero si lo hicieran ellos estaría bien, como lo hace Pedro Sánchez, hay que criminalizarlo mediante el engaño, la mentira y la manipulación informativa. En ese menester, la derecha política y mediática gana siempre por goleada.
La derecha moderada del PP ha claudicado ante las corrientes xenófobas y atrabiliarias de los ultras de VOX y de los movimientos de extrema derecha en Europa. Además, Feijóo y sus correligionarios están intoxicando -con elevadas dosis de odio, mala fe y resentimiento- la opinión pública, identificando delincuencia e inseguridad ciudadana con extranjería. Es la táctica que siempre han tenido este tipo de formaciones ultraconservadoras, manipulan la información para, a renglón seguido, lanzar el mensaje de que son únicamente ellos los que tienen la solución adecuada al problema. “Los extranjeros son los que matan, violan, atracan, ocupan viviendas”. Los ciudadanos al escuchar estos mensajes distorsionados, se atemorizan y, claro, luego ofrecen su voto, su confianza y su libertad a quienes esgrimen soluciones drásticas, es decir, a la misma extrema derecha: “nosotros expulsaremos a los extranjeros, los que delinquen y resolveremos el problema de la inseguridad ciudadana”.
Estas falsedades, malintencionadas y perversas, hay que combatirlas con argumentos razonables y sensatos. El drama de la inmigración es mucho más grave de lo que pretenden inculcarlos las posiciones ideológicas excluyentes y reaccionarias. Cuando un ser humano pone en evidente riesgo su propia vida por salir de su país y emigrar, es, en la inmensa mayoría de los casos, por estado de necesidad, para huir de las guerras y de las condiciones de vida inhumanas y degradantes, como las torturas, la explotación, la miseria, la pobreza o el hambre. El propio papa Francisco ha llegado a decir hace unos días que “ante el drama de la inmigración no sirven leyes más restrictivas o la militarización de las fronteras” y que “rechazar a los migrantes es un pecado grave”. Otra grave contradicción de Feijóo y los suyos que evidencia una hipocresía sin límites. No parece muy compatible la imagen de un Feijóo al lado del obispo de Compostela y del “botafumeiro” en la festividad del apóstol Santiago y la del que reclama deportaciones masivas de migrantes y la intervención de la armada en las fronteras para impedir la entrada de seres humanos de otras nacionalidades en nuestro país.
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