, 22 de diciembre de 2024
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Aquel campamento...
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Aquel campamento...

Actualizado 28/08/2024 08:17
Raúl Izquierdo

  • Un campamento de verano para mi retoño….¿y si le pica una tarántula gigante del Himalaya? ¿Y se está incómodo durmiendo en una tienda de campaña? ¿Y si estar con otros niños y niñas le frustra o le pone nervioso? ¿Y si tiene miedo al Coco de los bosques? ¿Y si me echa de menos y por las noches sus lágrimas de cocodrilillo no le permite contemplar la hermosura infinita del dibujo del cielo estrellado? No, mejor conmigo, a mi lado, no le voy a insistir porque en el fondo no quiere ir, y para que sufra, que se quede cerca del calor familiar, que con nosotros no le faltará de nada.

Aquella noche, Nuño y Adela, contemplaron por primera vez con toda su majestuosidad un cielo estrellado como no lo habían hecho antes, que parecía que les envolvía como un abrazo gigante. Era una visión que les dejaba con la boca abierta, ver esa cantidad de puntitos luminosos esparcidos por todo el firmamento, brillando de forma tan nítida y colosal. Se quedaron embobados de verdad y sus ojos resplandecían de alegría por ese regalo tan sencillo y sublime a la vez. Allí, en medio de la noche, no se sentían solos, sino más acompañados que nunca, rodeados de otros niños y niñas que disfrutaban con este espectáculo natural.

Ya en la tienda de campaña, al apoyar su cabeza en el revuelto de camisetas que hacían las veces de almohada, su cabeza comenzó a recordar lo que habían vivido esos días. Parecía como si los recuerdos recientes de ese tiempo quisieran todos desfilar por su memoria a la vez, y con una gran intensidad. Era el último día del campamento y mañana, esta aventura habría terminado. El corazón parece que se les iba a salir por la emoción y por cierta pena por terminar algo que durante tanto tiempo habían deseado que comenzara. ¿Por qué lo bueno se tiene que terminar?

Les venía el recuerdo del primer día, con la emoción de volver a encontrar a otros y otras y subir a aquel autocar que les llevaba a vivir unos días fuera de casa, con otra familia y con muchas menos comodidades de las que solían tener en su vida de cada día. Allí no llevaban móviles ni tablets, ni habría televisión, no siquiera estaría el frigorífico esperando a ser abierto a cualquier hora del reloj. Sabían que la falta de esas comodidades se podrían suplir por dosis de ilusión, valentía y ganas de vivir cada momento a tope, dándolo todo, como les gustaba expresar.

Qué momentos de baño en el río, con esa agua más fría que de costumbre, pero llena de risas y motivos para la diversión. Tantos ratos de encuentro, de juegos variados a cuál más chulo, de oportunidades para probarse y superarse, como las marchas o los oficios de cada día. Los ensayos de cantos, los talleres de valores o manualidades, los deportes donde habían jugado a casi todo. El día de las olimpiadas, el guarreo y la gran batalla, y todas las veladas y actividades durante la noche, algo mágico e inolvidable. Los disfraces, los bailes, aquel detalle, y aquel día que estaba tan buena la comida. Pero lo que más tenían a flor de piel era el sentido de grupo, de pertenecer a algo grande, de ser con otros y otras. Y volvieron a desfilar momentos de alegría y de tristeza, de rabia y de risa a mandíbula batiente, de lágrimas de agradecimiento y felicidad y de apoyarse y sostenerse en tantos momentos. Como hacen los amigos. Algo había nacido en sus corazones que seguramente marcaría el ritmo de su corazón para siempre…

Pero Morfeo les ganó la partida, como ocurre todas las noches, y cayeron en un sueño profundo, quizá más breve que otras veces porque ya era muy tarde. Y esa noche durmieron en paz y alegres, con un poco de frío al principio, pero el calor del recuerdo de todo lo vivido era más fuerte.

Nuño y Adela, como tantos niños y niñas, han vivido una experiencia que les ayudará en su vida, sin lugar a dudas, a ser más autónomos, a socializar mejor, a conocerse más y a tener más herramientas para lo que venga, por un campamento es una metáfora de la vida, y el que está entrenado tiene más posibilidades de salir adelante en medio de las dificultades y frustraciones que habrán de llegar, por mucho que papi y mami queremos protegerles con nuestras alas protectoras in secula seculorum.

Y volverán a caer en brazos de Morfeo y siempre recordarán lo vivido en los días de campamento y a sus monitores, tan especiales, tan geniales, que les cuidaron tan bien y de los que tanto aprendieron. Incluso puede que quieran parecerse un poco a ellos. Hasta Dios sonreirá, porque pudo soplar en el corazón de Nuño y Adela deseos de ser mejores y hacer un mundo mejor, y la intuición de que más allá de comer, dormir y ver la tele cada día, hay muchas cosas que merecen la pena experimentar y un estilo de ser y estar que les puede hacer felices. Que la vida es más que existir, resistir o sobrevivir.

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