Donde menos se espera, salta la liebre. El último Martes Mayor de Ciudad Rodrigo, en el que culmina ese mercado semanal, a lo largo del año, por la gran afluencia de gentes (verano, vacaciones de los emigrantes, turistas…), entre los muchos puestecillos que se ponen, me encontré uno, en la calle Madrid, que causaría mi sorpresa.
Un joven se encontraba ante un puestecillo de libros, que, tal como enseguida percibí, eran muy especiales. De unos –Vicio, El ángulo muerto de la razón–, era él mismo el autor: Sergio Lozano Mateos; y, de otros, el editor, bajo el sello de ‘editorialgradiente’.
Una sorpresa más, pensé enseguida, de las que los jóvenes nos proporcionan. Frente a la desvalorización que les dedican no pocos adultos, los jóvenes y seres de la primera madurez son, en su mayor parte, responsables y continúan con la labor de los adultos.
Es el caso –que traigo a esta columna a colación– de Sergio Lozano Mateos y su ‘editorialgradiente’. Una persona joven, en los primeros años de su madurez, que, en este tiempo tan incierto y en el que muchos convierten el libro (y todo lo que implica en nuestra historia y nuestra cultura) en un náufrago, cuando no ya en un agonizante, a punto de llegarle las exequias.
No voy a juzgar ahora las dos obras que más arriba citaba de Sergio Mateo Lozano. Es tarea que corresponderá a la crítica, a ese crítico –siempre habrá alguno– que las lea y las sepa enjuiciar.
Pero sí quiero traer a colación algunas de las obras que ha editado y que el pasado Martes Mayor, en Ciudad Rodrigo, tenía sobre la mesa de su puestecillo. Había una obra (la Segunda Celestina, del mirobrigense Feliciano de Silva), bien conocida en la literatura clásica española, que es, indudablemente, un guiño a la ciudad, a la propia Ciudad Rodrigo.
Pero también ha editado al bohemio, bien conocido gracias a la genial Luces de bohemia de Ramón del Valle-Inclán, Alejandro Sawa (en la obra valle-inclanesca, Max Estrella) y, en concreto, su obra, de tan significativo título, Declaración de un vencido.
No faltaba Niebla, de Unamuno, ya que, hace muy poco, acaban de vencer los derechos de autor de este genial vasco-salmantino del 98. Ni Los cuatro jinetes del Apocalipsis, de Blasco Ibáñez; o La Gaviota, de Fernán Caballero. Entre otros libros editados por Sergio Mateo Lozano.
Un gusto ecléctico y tendente a rescatar, o reeditar, valores seguros del pasado; aunque no todos del mismo interés, ni de la misma altura y permanencia, como podrá fácilmente advertirse.
Me llamó la atención la presencia de una obra que conocía, El Anacronópete, de Enrique Gaspar y Rimbau (1842-1902), una obra de culto, conocida por pocos, perteneciente al género de la llamada ciencia ficción y que utiliza una máquina del tiempo, en la misma época en que tal artilugio fuera ideado, entre otros, por H. G. Wells, autor de una obra justamente así titulada La máquina del tiempo (1895), de la que nuestro ‘anacronópete’ Enrique Gaspar sería, sin duda, deudor.
‘editorialgradiente’, de Sergio Mateo Lozano, es la última aventura editorial y libresca con la que me he topado, una mañana de agosto en Ciudad Rodrigo. ‘Gradiente’, que es lo mismo que declive, pendiente, inclinación, declividad… Una nueva (y vieja) aventura de los libros, que merecería la pena seguir y apoyar.
Pues, donde menos se espera, salta la liebre. Y la cultura, afortunadamente, sigue fluyendo, por donde menos nos pensamos.
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