Parece ser que debo haber sido muy exigente con mis hijas y ahora me lo devuelven. Viajando con ellas y con mi mujer ahora hay cosas que me molestan. Tener que facturar las maletas en las máquinas, hasta las fuentes con sensores en los aeropuertos, las aplicaciones para coger las bicis. A mí la deshumanización de demasiadas cosas me cabrea.
Se junta que el hablar peor inglés, etc. Me hace sentir que voy de mascota. Todavía he viajado más que ellas.
Me salen malas formas y expresiones hechas mal sonantes. Me hace querer acabar mis días en países con menos normas de rebaño que el pueblo asumimos sin rechistar y nos hacemos eco. A veces puedo sentir más libertad de decisión en un país como Marruecos, desde mi posición y siendo consciente de la falta de democracia.
Pero no nos creamos tan libres. Hay multas por todo, con el coche a velocidad de 30, lo bueno que tiene es que te quita las ganas de ir en coche.
Me dicen que soy mal educado cuando insulto para mí, no a nadie. Para mí la educación es la solidaridad con el mundo global, no con un grupúsculo privilegiado, es el conocimiento para dejar el mundo un poco mejor, es el mestizaje y es la comunión con la naturaleza. En la sociedad de la imagen, del gimnasio como religión, de las apariencias, de las supremacías morales desde la burbuja. A mí se me ha pegado el lenguaje de calle, aunque doy charlas en universidades. Cuando me dicen que me he hecho viejo tiro de currículum. Ando preocupado por no estropear el legado de la predicación con el ejemplo, pero no quiero ser un loro de lo que es políticamente correcto.
En la casa escuela siempre he dicho que se puede fallar. Todos tenemos que aspirar a mejorar, a hacer mejor las cosas y ayudar más al prójimo, pero no buscaré una perfección de normas impuestas desde las redes sociales y desde distintos lobbies.
Me sale la irreverencia ante tanta frivolidad. Me tengo que plantear cada día el sentido de la vida. Trabajo para aportar a mi familia donde mis hijas y mi mujer son autónomas. La parte más vulnerable es mi madre con la que he estado este agosto en el pueblo en la casa de su infancia y en su barrio.
No estoy jubilado y quiero verlo lejano. Me dedico a la educación de niños de protección a la infancia como parte esencial más que las simples clases. Me dicen que soy mal educado y me dedico a la educación. Valoro la humildad, y no tener miedo a demostrar las debilidades pero me reafirmo en querer cambiar lo que no veo justo, no me quiero resignar y contaré los años como aliados. Perdemos facultades con la edad pero quizá también tengamos más capacidad para salirnos de la domesticación.
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