Quizá sea lo mismo que buscar el sentido de la vida. Supongo que para todos es hacer todo lo posible para mejorar la vida de los que tenemos al lado.
Los que tenemos un trabajo que nos gusta tenemos más fácil sentirnos realizados. Cualquier trabajo puede estar orientado al bien común. Por lo que consiste en saber sentirlo. Pero no sólo de trabajo vive el hombre, sino que es un complemento para la vida. La satisfacción con la vida parece que está en lo inexplicable de lo emocional.
Aprender a querer a los hijos, a los padres, a los amigos e incluso a los enemigos es una labor que lleva toda la vida. Algún psicólogo moderno diría que lo esencial es quererse a uno mismo. No puedo rebatirlo y dedico mi vida a intentar empoderar a niñas y niños que vienen del maltrato. Pero eso es distinto a una posición egoísta en la vida en la que me he creado unas necesidades artificiales que pueden estar por encima del bienestar de nuestros hijos o nuestros mayores.
El arte de la justificación para todo lo que hacemos, para mí no tiene nada que ver con la búsqueda de la fuerza. La fuerza está más relacionada con la pasión con la que te entregas a tus misiones elegidas.
Con la juventud parece que vamos sobrados de fuerzas, aunque algunas veces desorientadas. Tenemos múltiples ejemplos incluso en las olimpiadas donde estamos viendo ejemplos admirables de lucha y superación.
El día a día de cualquier persona tiene sus tie break. Son puntos de supervivencia. Es un gusto cuando el equipo o la familia te ayuda a recuperar fuerzas y es sensible ante tus debilidades. Los símbolos nos ayudan a creer. En mi primera parte del verano en Marruecos tenía unas banderitas por las que luchar, en mis viajes a ver a mis hijas en Gijón o Francia debería ser la paz del guerrero que admira a quienes le han superado en todo. Queda saber qué simbolizamos cada uno de nosotros para los demás.
Para mí los símbolos que me mueven son mis personas importantes. Eso a veces se representa en tatuajes, en algunos figuras religiosas como puede ser una cruz o en frases míticas.
Sea como fuere la incertidumbre permanece en todas las edades. En todas ellas hay quien encuentra la fuerza y el sentido de la vida y hay quiénes parecen no necesitarlo.
Viajes, lectura, meditación, naturaleza, raíces, deporte, familia. Son componentes del vector de la fuerza que buscamos en los veranos. La fiesta repetitiva de pasodobles o reggaetón como herramienta de convivencia y celebración.
El verano quiere ser un antídoto de la soledad, por eso organicemos fiesta inclusivas intergeneracionales y vayamos al pueblo aunque internet sea deficiente.
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