Ayer fue 25 de julio, festividad de Santiago Apóstol, día mayor en Santiago de Compostela y fecha central del Camino jacobeo. Con esta excusa traigo hoy a estas páginas un libro espléndido vinculado a la ruta compostelana. Mi propuesta es doblemente oportuna porque, además de permitirme celebrar la efeméride que ayer festejó la capital gallega, me posibilita centrar mis dos últimas colaboraciones antes de las vacaciones -la de hoy y la del próximo viernes, cuando interrumpiré hasta septiembre mi presencia en SALAMANCArtv AL DÍA- en la experiencia viajera, en estas semanas veraniegas tan propicias a las escapadas, los desplazamientos, las visitas, las excursiones y, como parece inevitable, también al cada vez más denostado turismo.
Y de experiencia, en el sentido más intenso del término, puede hablarse con propiedad en relación al Camino de Santiago, aunque son tantos los turistas que actualmente lo frecuentan -ya no me atrevo a llamarles viajeros en sentido estricto-, que esa masiva afluencia ha convertido la ruta, en muchos casos, en una suerte de acto social muy alejado de su sentido primigenio, este sí vinculado al crecimiento personal, al fecundo encuentro con uno mismo y con la naturaleza, a la transformación mental y emocional, a la profunda vivencia íntima, al enriquecedor acceso a la plenitud espiritual, a la aventura existencial, a la noble apertura y al estimulante contacto con gentes del mundo entero, al introspectivo ejercicio de reconocimiento y desarrollo de la propia personalidad.
De modo que hoy, aunque no nos hallemos ante un Año Santo compostelano, hablaremos de la ciudad gallega y del Camino que la tiene como meta. Para ello les traigo un libro magnífico -de entre los centenares, y no exagero, publicados con temática jacobea- que estoy seguro de que les va a procurar no solo buenos ratos de solaz y entretenimiento, sino también largas horas en contacto con conocimiento, cultura, historia, crónica periodística, y sobre todo literatura, excelente literatura (además de, por qué no, un apetitoso incentivo para lanzarse a esas sendas, rutas y calzadas milenarias). Se trata de Por el camino de las peregrinaciones, escrito por Álvaro Cunqueiro, el excepcional escritor gallego fallecido en 1981. El libro vio la luz en 2004, en edición de Alba Editorial.
Cunqueiro era un escritor cultísimo, profundo conocedor de la literatura universal, amante de la buena vida, de la gastronomía, de los viajes, de la historia; escribió novelas, teatro, poesía, miles de artículos, libros misceláneos; un hombre renacentista en su cultura, dueño de una imaginación portentosa, con una obra polifacética llena de humor y erudición, de sabiduría y magia, de inteligencia y melancolía.
La obra recoge la crónica periodística de un viaje entre Piedrafita do Cebreiro y Santiago de Compostela, el tramo gallego del llamado Camino francés, realizado en 1962 por el propio Cunqueiro acompañado de Magar, un fotógrafo de Vigo, al que yo -vigués de nación y salmantino de adopción- aún recuerdo de mis días de infancia, dejando huella con su cámara de todos los acontecimientos relevantes de la cotidianidad viguesa, fuera el incendio de un inmueble, la llegada a la ciudad de alguna celebridad o, más frecuentemente, inmortalizando los casi siempre agónicos partidos del Celta. Los textos vieron la luz por primera y única vez en el Faro de Vigo, el largamente centenario periódico local, en octubre de ese mismo 1962, y desde entonces no se habían vuelto a publicar, hasta ese 2004 en que aparecieron en el libro.
Aparte del valor periodístico, o más exactamente sociológico, del reportaje, que permite conocer cómo se vivía hace cincuenta años en la Galicia rural, en el campo de aquella perdida región de España, el libro interesa por lo mismo que atrae cualquiera de las obras de Cunqueiro: la erudición nunca pedante y sí muy ilustrativa; la prosa fluida y rezumando lirismo; la historia contada de un modo sugestivo, en una narración que entremezcla sutilmente el dato real con la leyenda, el acontecimiento ocurrido con la anécdota fantaseada; el humor tan galaico, mezcla de sorna inteligente y apacible delicadeza; la riqueza de los personajes, múltiples e inesperados: reyes y condestables y princesas y duques, pero también mitos legendarios, bellas damas literarias y sobre todo paisanos, esos gallegos de a pie, con su retranca secular, que pueblan los caminos del Camino, que se acodan en las barras de las tabernas, que salen al encuentro del viajero con sus ovejas y su tabaco de liar, que abandonan la partida vespertina para mostrar al curioso peregrino una iglesuca casi abandonada o para procurarle unas buenas lonchas de jamón y un vino acogedor. En fin, Cunqueiro en estado puro, sin duda el mejor escritor gallego (y uno de los mejores españoles) del siglo XX.
El libro se cierra con una decena de artículos, también publicados en el Faro de Vigo entre 1951 y 1974, con los que, con paciente regularidad, cada 25 de julio, el escritor de Mondoñedo, aunque arraigado en Vigo, celebraba la festividad del Santo. En ellos, de nuevo, encontrarán ustedes información sobre el Camino que impulse quizá el deseo de recorrerlo, pero sobre todo, o además de ello, se toparán con la formidable literatura, llena de gracia, sensibilidad, cultura y encanto, del magnífico escritor galaico.
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Álvaro Cunqueiro. Por el camino de las peregrinaciones. Alba Editorial. Barcelona, 2004. 176 páginas. 16.40 euros
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