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ABUELOS
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ABUELOS

Actualizado 26/07/2024 10:01
Fermín González

"No hay en nuestras vidas complice más hermoso que el abuelo; en él tenemos a un padre, a un maestro y a un amigo"

(Leticia Yamashiro)

Desde hace ya algunos años, se ha encontrado un día en el atiborrado calendario de días señalados, para infinidad de homenajes y celebraciones, y además de ubicar el día de la madre, y también el del padre como todos sabemos, alguien levanto la voz y propuso que debía haber un día señalado como homenaje, bien merecido a los abuelos, de los que antes nadie se acordaba, pero al ver la necesidad, las ayudas, las prestaciones etcétera, estaba feo no tener consideración con los mismos; y en esas estamos. La paternidad y la maternidad son cualidades del padre y la madre, sobre las que se han escrito elogiosos ríos de tinta, desde que los primates bajaron de los árboles y comenzaron su andadura con los hijos de la mano, matando animales a flechazos para alimentarlos, mientras los abuelos esperaban en la cueva.

Hoy las cosas han cambiado y comienza a tomar cuerpo familiar y social en todos los espacios la llamada abuelidad como cualidad propia de los abuelos otorgados a ellos en exclusividad, elogiada por los beneficiarios de sus servicios, agradecida por los servidores e ignorada por el diccionario que se niega a incluir la abuelidad entre sus voces. Dicen que el término fue puesto en circulación por la psicoanalista argentina (Paulina Redler), pero yo prefiero creer que fue juego de poetas cuando (Pedro Salinas) se comunicó por carta a (Jorge Guillén) el nacimiento de su primer nieto, colmándole de paz, gratitud, ilusión, compromiso y felicidad, como les sucede a todos los abuelos primerizos, “segundizos,” o más.

La abuelidad añade ternura a la ingenuidad infantil; aporta paciencia a la impaciente y azarosa juventud; pone calma en la prisa enloquecida de cada día; ofrece seguridad a la incertidumbre; es fuente inagotable de sabiduría; transmite valores de los que, algunos han sido proscritos y olvidados; recupera con palabras la sordera social; consuela el desconsuelo; y es escuela de experiencia donde aprender a caminar por la vida hacia la felicidad. Toma hoy la abuelidad carta de naturaleza debido al alargamiento de la existencia, a la incorporación de la pareja al mundo laboral y a la actual precariedad vital de muchas familias, condenadas al infortunio por la codicia de quienes más tienen y menos dan. ¿Qué harían muchos matrimonios si los abuelos no alimentaran a hijos y nietos? ¿Quién llevaría a los infantes al colegio y los recogería a la salida? ¿Cómo llegarían a fin de mes muchos matrimonios sin el empujón de los abuelos? Son los nietos doblemente hijos de los abuelos por ser hijos de sus hijos, convirtiéndolos en “repadres” con vocación de incondicional entrega a los “rehijos” que sus hijos ponen junto a ellos en el camino hacia la estación término, obligándoles felizmente a recomenzar una nueva vida plena de ilusión y renovada esperanza en la resurrección terrenal a una vida que comenzaba a extinguirse por falta del revulsivo vivificante aportado por los nietos.

No hay relación personal, familiar o social que compararse pueda con la mantenida entre abuelos y nietos, ni más bello, generoso y gratificante maridaje existencial. Pero que nadie pida a la abuelidad más de aquello que buenamente pueda dar, ni demandarle sacrificios inasequibles porque convertiría en esclavitud lo que debe ser liberación. Y lamentablemente de esto también hay. Hay un abuso y una exigencia por parte de algunos hijos, que los abuelos quedan convertidos en sujetos, de traer, tomar y llevar y, si algo no sale bien, son culpabilizados por ello. Y esto: ya no es tener un abuelo… Es, por parte de quien corresponda un ser humano utilizado con egoísmo particular. Que afecta a su dignidad. - Y así no es.

Fermín González salamancartvaldia.es blog taurinerías

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