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Multimillonarios, pobres y desequilibrios
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Al cabo de la calle

Multimillonarios, pobres y desequilibrios

Actualizado 13/07/2024 11:44
Francisco Aguadero

Más de 5.000 millones de personas, que representan a más del 60% de la población mundial, han sufrido la reducción de su riqueza y se han empobrecido en la última década. Millones y millones de personas han pasado a ser pobres aun teniendo un empleo, porque su salario no le permite hacer frente a la hipoteca o pagar el alquiler de una vivienda digna, tener comida en el frigorífico y pagar las facturas de fin de mes por los servicios necesarios para vivir dignamente.

Mientras, las grandes corporaciones y sus dirigentes aumentaron sus beneficios casi un 90% entre el 2021 y 2022. Así, la riqueza de los cinco hombres más ricos del mundo ha aumentado más del doble desde 2020, pasando de 405.000 millones de dólares a 869.000 millones, con un escandaloso ritmo de 14 millones de dólares cada hora, según datos de Oxfam Intermón, una organización internacional que lucha contra la desigualdad. En la misma línea se manifiesta el reciente informe encargado por el G-20 al Observatorio Fiscal de la Unión Europea (UE): unos 3.000 megarricos (el 0,0001% de la población mundial) posee el 14% de la riqueza mundial.

El caso particular de Europa no es menos sangrante en cuanto a desigualdades clamorosas se refiere. Según datos de Wealth X, el 1% más rico posee el 47% de la riqueza financiera total de Europa. Y el citado Observatorio Fiscal de la UE confirma que los milmillonarios apenas pagan un 0,5% de su riqueza en impuestos (renta y patrimonio). Son unos ricos, riquísimos, ultrarricos, superricos, megarricos, multimillonarios o milmillonarios (como los queramos llamar) insostenibles. Todo parece indicar que este proceso explosivo de la acumulación desmesurada de la riqueza está resultando imparable con los planteamientos actuales.

Por lo que a España se refiere, los superricos se han disparado un 25%. Hay más ricos que nunca. En el 2022, un total de 15.200 personas registraron unos ingresos superiores a los 601.000 euros. La riqueza es buena y hay que buscarla con ahínco, pero no hay que olvidarse de las tremendas, lastimosas y exageradas desigualdades, por las consecuencias negativas que tienen para la persona y, en muchos casos, de dignidad humana.

Son desequilibrios y paradojas insostenibles de este mundo desbocado y de extremos entre unos pocos superricos y muchos, muchísimos pobres, entre los que están quienes lo son de solemnidad. Entre las consecuencias de esta deriva de la riqueza está el todavía mayor empobrecimiento de los desheredados.

En abril el Banco Mundial alertó de que una cuarta parte de la humanidad (1.900 millones de personas) padece “un retroceso histórico” en el que una de cada cuatro personas de los países más pobres sobrevive con 2,15 dólares al día (han leído bien queridos lectores). Tales realidades nos dan razones para pensar que alguno de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) como es el fin de la pobreza y el hambre cero, previsto en la agenda 2030 no se cumplirán.

Otra de las grandes macroconsecuencias de esta alta concentración acelerada de la riqueza en pocas manos es el aumento de tensiones globales políticas, económicas y sociales. Así como el comportamiento de los votantes ante las convocatorias electorales. La deriva política que conlleva la concentración de la riqueza, paradójicamente, es que como los sistemas políticos gobernantes no son capaces de sacar de la pobreza a los más desfavorecidos, estos, hartos de que no se les atiendan ni les resuelvan sus problemas, prestan oídos a las proclamas de los extremos populistas que les ofrecen recetas fáciles de proclamar, pero difíciles, cuando no imposibles de llevar a cabo. Y, de ahí, el auge de la extrema derecha en muchas partes del mundo.

Por el bien de la Humanidad y hasta de los propios megarricos, es preciso que el capitalismo se reinvente, que el sector privado se reoriente de tal forma que haya un mayor equilibrio entre las rentas del capital y las rentas del trabajo, que la actividad y los resultados de las grandes empresas contribuyan de manera más intensa a un mundo más justo y mejor.

A nadie nos gusta pagar impuestos porque sí, por tanto, estos nunca serán voluntarios. Pero también sabemos que aquellos países que tienen una fiscalidad más justa, como los del norte de Europa, funcionan mejor. Cabe pues, que los gobiernos y las administraciones públicas pongan en marcha medidas que promuevan un reparto más equitativo de los beneficios y que faciliten le reducción de la alta desigualdad salarial. Así como que las grandes corporaciones y fortunas desorbitadas paguen impuestos más justos y acordes con sus capacidades.

En tal sentido, aparece la iniciativa de quienes podríamos considerar ricos patriotas. En el 2023, un grupo de 300 multimillonarios dirigió un comunicado al G-20 pidiendo pagar más impuestos. Al principio del corriente año, unos 250 dirigieron otra carta al Foro de Davos con un titular muy expresivo: “Orgullosos de pagar más” y en la que instaban a los líderes políticos a que les obligaran, a ellos los más ricos, a tributar más. Recientemente, casi una veintena de exmandatarios internacionales, entre ellos los españoles Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, han firmado una propuesta dirigida al G-20, para crear un impuesto global a los superricos que sirva para paliar la desigualdad y como estrategia para financiar proyectos esenciales en educación, salud e infraestructuras.

Por su parte, el director del Observatorio Fiscal de la Unión Europea, Gabriel Zucman, fue el encargado de realizar un informe en el que propone que las personas que tengan una riqueza total de más de 1.000 millones de dólares, paguen al menos el 2% de su patrimonio total para que los Estados puedan tener unos recursos adicionales de entre 200.000 y 250.000 millones de dólares. La propuesta ya ha sido respaldada por países como España, Francia o Bélgica, entre otros.

La triste realidad de la alta desigualdad, líderes de todo el mundo y un buen número de multimillonarios, están pidiendo la implementación del impuesto a los superricos buscando reducir la extrema desigualdad y restaurar la confianza en el contrato social y las democracias, bastante deteriorada últimamente. Hágase ya y esperemos que se logre, entre otras cosas, que los más vulnerables dejen de sentirse solos.

Les dejo con Piter-G | Avaricia:

https://www.youtube.com/watch?v=SCzM-CaHqOo

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© Francisco Aguadero Fernández, 12 de julio de 2024

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